Lc 14, 25-33
0. TEXTO (leer los versículos enteros)
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo:
– «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: «Este comenzó a edificar y no pudo terminar».
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo».
1. SITUACIÓN
Jesús ha decidido subir a Jerusalén, una decisión que desembocará en su muerte. En ese camino hay un grupo grande de personas que le siguen, a entender de Jesús sin darse cuenta de los riesgos que entraña seguir con Él y su misión. Ellos están seducidos por su persona que les ha ganado el corazón. Creen que con Él podrán ir lejos. Quizás están idealizando demasiado el seguirle, como si todo fuese a salir bien por la bondad de la causa que plantea. Por eso, Jesús no quiere dejar que ignoren las dificultades que les pueden sobrevenir, que pueden correr su misma suerte.
No es difícil imaginarse que, en su mundo y en el nuestro, el llevar adelante la propuesta de la fraternidad en la casa común choque frontalmente con intereses de poderosos y que llevará a enfrentamientos y persecuciones, algunas muy serias, donde uno puede perder todo. Por eso Jesús les advierte: “Si alguien quiere venir conmigo y no pospone a su familia, e incluso a sí mismo, no carga con su cruz y me sigue, y no renuncia a sus bienes mejor que se lo piense». Renunciar no quiere decir venderlos, sino vivirlos en disponibilidad, como si no los tuviese, y que esté dispuesto a dejarlos en favor de quien los necesite verdaderamente. Él nos pide calcular los riesgos. Para construir la casa, para dar batalla.
¿Pero este seguimiento lleva a la auto realización? Veamos un ejemplo cercano: Nelson Mandela, ¿se auto realizó o no? En Sudáfrica, si Mandela y muchas personas con él no hubiesen sido capaces de renunciar a tantas cosas no hubiera habido una reconciliación nacional. Decimos de Mandela que es una persona realizada, de una humanidad impresionante, pero en muchos momentos de su vida parecía que le habían deshumanizado. Asumiendo las dificultades, fue aprendiendo a perdonar a los enemigos, a vivir en la incertidumbre del triunfo contra el apartheid, a la renuncia a una familia pues pasó más de 20 años en la cárcel, etc. Todas estas cosas le hicieron crecer en humanidad y e hicieron que otros recuperasen su humanidad pisoteada y su lugar en aquella sociedad.
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo acompañando a Jesús que ha decidido subir a Jerusalén, lugar donde “matan a los profetas”… Camino con Él y una gran multitud… Le veo preocupado… Dirigiéndose a los Doce les dice que la gente le sigue muy ingenuamente… y sigue haciendo camino como para pensar qué les quiere comentar para que no se sientan engañados ni defraudados… Sigo caminando con ellos… comienzo a hacerme consciente de la preocupación de Jesús por ellos… sabiendo que le siguen porque Él les ha ganado el corazón… Hago míos sus sentimientos… Me tomo mi tiempo.
Se da la vuelta y dirigiendo a sus seguidores les dice: “El camino que llevamos del reino de Dios y de la fraternidad humana traerá dificultades serias, por tanto cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”… Escucho con toda atención y me impresiona la claridad y verdad con que sitúa a los discípulos… ¿Cómo me siento?…
Sigo caminando con Jesús y sus discípulos y escucho los dos ejemplos que les pone para que les quede claro: “Esto del Reino es como construir una torre. Echa bien los cálculos… en este seguimiento puedes perder todo. Entonces puedes renegar de la apuesta que has hecho… Calcula bien antes. Mira tus fuerzas y tus posibilidades, donde las pones”… “Esto es como una batalla. Calcula si vas a poder resistir con un enemigo fuerte, sólo tenemos el testimonio de la palabra y el escudo de nuestra persona”… No me pierdo palabra… Pido fuerzas.
4. JESÚS Y YO. ME SITÚO EN EL HOY.
Jesús mira de nuevo a la multitud y cruza su mirada con la mía y me dice: “¿Me quieres seguir?… Antes de responder hago memoria para ver dónde he puesto mi confianza en otros momentos difíciles de mi vida y lo recuerdo: Ha sido en Jesús, en mi unión con Él, en ir a una con Él como la vid y los sarmientos… Le escucho: “Esta vez te puedes jugar mucho, tus bienes, tu familia, incluso tu persona, por hacer posible la fraternidad”… Se me quedan grabadas sus palabras… ¿Qué le pido?…
Le escucho de nuevo a Jesús: “Piénsate si quieres venir conmigo… Si quieres tomar partido por las causas en las que yo estoy: Los pequeños, los que buscan sitio y no lo encuentran, los que trabajando no llegan casi a fin de mes, los que todo se les pone en contra, los que no ven salida a su situación porque los poderosos se la cierran… Ánimo”… ¿Qué me sale decirle?… A una contigo…
Jesús me sigue explicando: “Vivir así te ayudará a tu auto realización de una manera que tú no esperas… pero también a la auto realización de tantos que no tienen garantizada su vida”… Escucho y me tomo mi tiempo… Pido fiarme… y le digo: “Voy contigo. Sé que vas delante y te acompaño»… Le pido de corazón seguirle en la confianza…
5. COLOQUIO
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…
Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.