Mt 25, 14-30
Mis talentos, ¿para qué? ¿para quién? Imágenes de vleyva en Pixabay y Haikal Omar en Pexels
0. TEXTO (leed el texto completo)
Jesús sigue enseñando en las inmediaciones del templo. Comparando el reinado de Dios con un “hombre que al irse de viaje deja su fortuna, su negocio, en manos de sus criados”. Pues bien, lo mismo hace Jesús, al partir va a dejar su misión en manos de los doce y de los discípulos, a los que llama amigos. ¡Qué confianza!… El negocio de Jesús es el Reino. En el Padrenuestro rezamos: “Venga a nosotros tu Reino”. Nos deja el negocio de la fraternidad. Esto lleva a emplearnos a fondo para que llegue el Reino, la fraternidad humana, la casa para todos.
A cada uno entrega, según su capacidad, cinco talentos, dos talentos y un talento; supongamos 50 millones de €, 20 y 10. Los deja a cargo de todos sus bienes. Le puede salir bien o mal. No hay ningún papel firmado, sólo la confianza de que lo emplearán bien… Cada uno hace lo que puede, arriesgando con la confianza recibida. Responden, responsabilizándose hasta donde saben. Les reparte y les encarga que negocien, que trabajen en la fraternidad. Y lo hace en la confianza de que lo harán… Y responden: los dos primeros, negociando, consiguen que los talentos se multipliquen, en nuestro caso que la fraternidad se multiplique.
Sin embargo, hay uno que guarda el dinero recibido bajo tierra. Se olvida de la confianza que han depositado en él y de lo que le han dado. Se dedica a hacer su vida y busca una justificación a su irresponsabilidad: “tenía miedo”. Se ha desentendido totalmente de lo que ha acordado, de la palabra que ha dado. Pero es que no ha hecho nada, ni siquiera se ha molestado en dejarlo en el banco para que dé intereses, se ha inhibido por completo del asunto. Ha ocultado en tierra sus posibilidades de hacer algo por la fraternidad humana. Si se va a dedicar a hacer su vida, debería decirlo con antelación y no apuntarse, por ejemplo a ser miembro de la Iglesia. El que lo hace es para empeñarse en hacer llegar la fraternidad allí donde vive.
NOTA: ¿Lo del llanto y rechinar de dientes? Es muy de Mateo. Lo que quiere decir: se queda fuera de la felicidad del reino (bienaventuranzas), se hace inútil para sí mismo y para los demás
2. HACEMOS SILENCIO Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo en la escena, entro en ella, como si presente me hallase, junto a Jesús. Seguimos en el recinto del templo. Miro y observo la situación de aquellos atentos a Jesús. Son los empobrecidos. En un mundo donde la vulnerabilidad se hereda… los desfavorecidos son los que no tienen más protector que Dios… Jesús intenta hacer un sitio para ellos (el Reino de Dios) en una sociedad donde quedan excluidos… Busca que sean hermanos y no parias. Procuro empaparme del aire de dignidad que allí se respira… y pido…
Escucho a Jesús, rodeado de los Doce y de tantos otros: “el Reino de los cielos se parece a alguien que deja todos sus bienes en manos de sus criados… a uno le da cinco talentos de plata, a otro dos y a otro uno” (lo que tenía). Puedo seguir oyendo: “Así es Dios. Os confía a vosotros su Reino. Estáis llamados a hacerlo realidad… Sois sus manos y su corazón”… Me emociono al escucharle dándonos esa confianza… Me tomo mi tiempo para saborear la situación…
Jesús sigue: “negociad, trabajad por el Reino… sed como los dos primeros que arriesgaron en la confianza… Podían no haber acertado… pero dieron fruto”… A Dios no le preocupa cuánto produces, cuánta fraternidad consigues, sino tu empeño y tu entrega total a la causa… Pienso detenidamente en la verdad del planteamiento… Le pido responder con generosidad a la confianza recibida…
4. JESÚS Y YO
Estando con Jesús, rodeado de los cansados y agobiados por el peso de la vida, del vivir al día… me mira a los ojos como diciendo ¿cuento también contigo para hacer posible la familia humana?… Me coge un poco a contrapié… y le contesto que por supuesto que sí… Le sigo escuchando: “a ti te confío estos talentos… hazlos fructificar”… Voy mirando lo que pone en mi persona: qué cualidades (sinceridad, bondad…), qué oportunidades (familia, educación, amigos…). Me tomo mi tiempo para agradecer tantas posibilidades recibidas…
Miro el grupo de los que le escuchan. Jesús cuenta la historia del que recibió un talento: “Después de desenterrar el talento, llega y se lo entrega. Ahí lo tuyo”… Y Jesús: pero “¿qué has hecho en todo este tiempo? ¿En que has empleado tu vida? ¿Cómo no has hecho nada porque llegue el Reino, la fraternidad? Yo confié en ti…” Sin prisa, voy revisando las veces que no respondo a la confianza recibida…
Jesús sigue diciéndome a mí: “Negocia, trabaja por el Reino… No tengas miedo de arriesgar en la confianza, ni de fracasar… Pasa por el mundo haciendo el bien… aunque no haya quien lo aprecie”… Me pongo a imaginar qué… y le pido creérmelo. Dedico un tiempo para darme cuenta de que eso también va para mí… de qué hacer con mis talentos para bien de tantos necesitados: mi dinero, ¿en qué proyectos emplearlo: alimentación, educación…?; mi trabajo, ¿cómo hacerlo al servicio del bien de esta sociedad?… (no como aquellos que construyen tecnología para niños y no se la dejan emplear a sus hijos…).
5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia (juntar las manos), de agradecimiento (abriendo mis manos) o de reconocimiento, señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar… suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos…