Parecía imposible

Lc 8, 1-11

Imagen de Marcello Migliosi en Pixabay

0. TEXTO (leed el texto completo)

Jesús se volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles.

Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:

– Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? (…)

Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole se enderezó y les respondió:

– El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra. (…)

Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó:

– Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?

Contestó ella:

– Ninguno, Señor.

Jesús le dijo:

– Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.

1. UN COMENTARIO DEL TEXTO

Le sitúan a Jesús ante un asunto tremendo como en otros momentos de su vida. En un contexto de Fiesta de las Tiendas, en el pórtico del Templo, donde enseñan los maestros de la ley, y rodeado de personas, les cuenta algo que les sitúe en la vida de un modo que les haga vivir, no odiar, ni temer, ni vivir arrastrándose, ni llevando cuentas para ganarse la salvación… Y en esto, le traen una mujer sorprendida en adulterio.

La ley, en el libro de Deuteronomio, decía (Dt 22,22): “si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos… Así harás desaparecer de Israel el mal”. Es curioso que sólo llevan ante Jesús a la mujer. Y le preguntan: “tú qué dices”. Jesús tiene dos alternativas. Una, si dice que no le apedreen, quebranta un mandato fundamental de la ley de Moisés. Si dice que ellos verán, que Él no es juez en este asunto, sucede que ante un asunto crucial de su tiempo, Jesús no sólo es alguien que no tiene criterio o se abstiene lo cual le desacredita, sino que sobre todo, matarán a la mujer.

Jesús se sitúa desde su interior, desde su experiencia de Abbá. El no puede querer la muerte de ninguna de sus creaturas. Por eso, acierta a expresar algo que les coloca a los oyentes, no en relación con una ley recibida, por muy santa que sea, sino en relación con su propia experiencia personal: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Y como el pueblo, eran todos perdonados por Dios una vez al año, en la celebración del Yom Kippur. Jesús con sus palabras consigue dos cosas: por un lado, situar a todos como pecadores, o sea que todos caemos en hacer daño, también es ese asunto de la sexualidad y por otro lado, que en nombre de Dios no maten a la mujer, superando el Dt.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente: ver, oír, gustar…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el Templo, en esa zona donde los escribas y los maestros de la ley enseñan, como si presente me hallase. Jesús, rodeado de los Doce y de un grupo numeroso, que le escuchan con gusto lo referente al Reinado de Dios: “estamos llamados a ser una gran familia como Pueblo y una gran familia con otros Pueblos, donde Dios es como un Padre y todos su hijos e hijas”… Saboreo el mensaje de Alguien que tiene un lenguaje nuevo…

De repente se nota un alboroto, como de una multitud que va llegando… Miro y traen detenida a una mujer… La ponen en medio… Está muerta de miedo y de vergüenza… Toma la palabra uno de los fariseos y escribas que llegaban con ella: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”…Veo la situación de dureza donde se juega la vida de una persona… Noto que han traído a la mujer y no al hombre… Contengo la respiración… Cómo me siento…

Estoy con Pedro y los Doce, y me hacen saber que esta vez sí que Jesús no tiene escapatoria. Le han tendido una trampa mortal… Me doy cuenta de que eso no es lo peor, sino que lo peor es que han utilizado a la mujer como cebo, como un objeto para ser destruido y de paso destruir a Jesús…

Estamos con el aire que no nos entra a los pulmones… Jesús que se inclina para escribir en el suelo… Le vemos a Jesús sin palabra…  ¿cómo me siento? No sé dónde meterme, con temor…

4. JESÚS Y YO

Quienes han traído a la mujer quieren que Jesús se moje. Y por eso insisten en preguntarle. Veo que Jesús se incorpora, echa una mirada a mi alrededor y también a mí… y toma la palabra: “el que de vosotros esté libre de pecado, que tire la primera piedra”… Es como si esa frase nos hubiese dejado petrificados… En un primer momento se paraliza la ejecución… Y en un segundo comienzan a abandonar el lugar desde los mayores a los más jóvenes… De no creer… Nos ha situado no ante la Ley, sino ante nuestra condición humana ante Dios, pecadores… y ante la celebración del Yom Kippur, que perdona los pecados de todo el pueblo… Estoy que no me lo creo…

Me sitúo al lado de Jesús que escribe, no le digo nada, solo estoy a su lado junto con los doce… Me quedo admirado y me comenta: “es fundamental situar la Ley en relación con la Misericordia de Dios Abba”… Pido poder vivir la vida desde esa experiencia que nos iguala: todos pecadores, con nuestras faltas y fallos… Todos necesitados del perdón de Dios… Yo también víctima y victimario, dañado y dañador-pecador, y por tanto necesitado de ser perdonado… Me tomo mi tiempo…

Jesús a la mujer: “nadie te ha condenado… yo tampoco. Vete y no peques más”… Miro a la mujer que venía como victimaria, como “causante de la muerte del pueblo, de la ruptura de la familias”… Descubro que con su pregunta, Jesús, la sitúa a la altura de las demás personas, dándole una oportunidad nueva en su vida… Me dirijo a Jesús: “gracias porque me has hecho ver que, la condena a muerte con la que venía la mujer por haber cometido adulterio, se convierte en un nuevo nacer a la vida por tu perdón Jesús”. La mujer recibe la amnistía de morir lapidada. Saboreo detenidamente este momento increíble de Jesús salvando la vida de una persona…

5. Vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos; de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … Suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Y termino escribiendo lo vivido, para que me ayude a fijarlo en mi vida.

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