Lc 15, 1-32

0. TEXTO (leed el texto completo)
Los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les contó esta parábola:
“Un hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos.
(…) se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos (…).
Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos (…)
Y el padre. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a hacer fiesta.
Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. (…) Al regresar: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ (…)
Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese.»
1. UN COMENTARIO DEL TEXTO
Esta parábola, que llamamos de la misericordia, es de las que mejor nos muestra cómo es Jesús y la imagen-experiencia del Dios que le habita y que se expresa en sus palabras y en sus acciones. Le llama Abbá, Alguien de plena confianza que se entrega incondicionalmente desde siempre a sus criaturas… no alguien poderoso que exige vasallaje, ni juez que conoce hasta nuestros deseos más secretos para condenarnos, ni impasible que no le importan lo que sucede con sus creaturas…
Dios es aquel que nos da todo, “se nos da” todo, incluso nos da la posibilidad de sacarle de nuestra vida. Como por ejemplo hace el hijo menor, quien le pide la herencia. Pedir la herencia era romper del todo con su padre. Además, Dios siempre está en la actitud de salir a buscar lo perdido. Sale a buscar al menor cuando llega lleno de culpa y roto. Sale a buscar al mayor cuando no quiere entrar a sentarse a la mesa, porque se siente superior a ese “hijo tuyo que ha echado a perder toda la fortuna dándose la vida padre”.
Es increíble que Dios esté deseando encontrarse con nosotros siempre, aunque nos sintamos como unos canallas que le hemos abandonado, aunque nos sintamos unos prepotentes, que nos creemos más que los demás y no queremos reconocernos hijos como los demás… Abba está deseando sentarnos a su mesa y sentirnos de su familia. Que descubramos que Él es como los padres o las madres que unen a la familia, que se juegan la vida por unir a su familia.
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente: ver, oír, gustar…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo en el momento en que fariseos y doctores de la ley critican duramente a Jesús porque acoge y está con los perdidos, los recaudadores de impuestos para el ejército de ocupación, personas que han estafado y que se les considera traidores. Jesús está con gentes que han hecho daño o personas de mala fama por su estilo de vida… Y se oye: “estos no tienen solución ni perdón de Dios… por qué pierde el tiempo con ellos”… Escucho yo con los Doce… que también les cuesta entender lo de Jesús… y a mí con ellos… Me tomo mi tiempo…
Al poco tiempo Jesús toma la palabra y empieza a contar, como acostumbra, parábolas que las podemos vivir mientras las describe… Y le escucho: “el hijo menor, es alguien que no se le ocurre ni más ni menos que pedir la herencia… así rompía totalmente con el padre”… Me quedo apesadumbrado: ¿cómo puede hacer eso un hijo con un padre?… No pierdo detalle de la escena cuando Jesús la cuenta… Qué duro… Me tomo mi tiempo…
Jesús sigue contando: “pasa el tiempo… y después de gastar toda la herencia en juergas, placeres… hundido en la miseria… entonces por primera vez se para a pensar qué es lo que ha hecho con su vida… y se dice: “qué desastre…” y en medio de esos pensamientos se acuerda de la experiencia de su padre, alguien bueno y misericordiosamente justo… Estoy con ese hijo, aunque me echa para atrás todo lo que ha hecho… Cómo me siento?… Aprendo a aceptar a los que comienzan a tomar conciencia del mal que han causado…
4. JESÚS Y YO
Le escucho los deseos de ir donde su padre… “aunque he sido un canalla, un mal hijo… pero tendré de comer y aquí me muero de hambre”… Escucho sus razonamientos… pero no veo que se haya puesto en el sitio del padre, es decir, no le preocupa “lo que habrá sufrido el padre, el daño que he hecho en la reputación de la familia, el vivir con la impresión de haber perdido a un hijo”… Me tomo mi tiempo… Todavía no ha salido de sí… pero es un primer paso no querer morirse…
Me pongo con él en camino… Le noto avergonzado… muerto de hambre, sucio, culpabilizado… Pero es la manera que descubre ahora para salvarse de morir de hambre… Divisa a lo lejos la casa de su padre… Y, de repente, vemos que un hombre mayor viene corriendo… Descubrimos que es su padre… jadeante… Le falta tiempo para abrazarle al hijo mugriento y maloliente… Noto que el hijo no se lo puede creer… Además, le pone el anillo por el que le reconoce hijo… Noto la alegría del hijo, imposible de describir por el modo como se siente recibido… Llora de alegría y de vergüenza por su comportamiento… Y disfruto de ese recibimiento…
Le cuento al Abbá: “también yo, cuántas veces te he dicho que iba a ordenarme para hacer oración, que iba a comenzar de nuevo, que iba a tratar de otro modo a mis padres o a mis hijos, que deseaba cambiar alguna actitud… Que me iba a sentir a la altura de los demás, no por encima o con más derechos, pero no termino de dejar de sentirme mejor que muchos”… Me escucha, me comprende, me da otra oportunidad: “Pasa a mi mesa, comamos juntos y celebremos tus mejores deseos de ser persona… Me tomo mi tiempo para sentirme querido como soy”…
5. Vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos; de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … Suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Y termino escribiendo lo vivido, para que me ayude a fijarlo en mi vida.