El perdón entre vosotros

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Mt 18, 15-35

Imagen de Markzfilter (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

«Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos»

1. SITUACIÓN 

En el judaísmo del tiempo de Jesús quien puede perdonar los pecados es sólo Dios (Recordemos: Después de buscar la muerte de Urías, David escribe el Salmo 50 “Contra Ti contra Ti sólo pequé”). ¿Cuál es la práctica de Jesús? Jesús perdona. Algo inaudito. Veamos por qué. Él desde su experiencia del Jordán se va identificando cada vez más con Dios-Abbá. Por eso dice en el evangelio de Juan: “Quien ha visto al Hijo ha visto al Padre… el Padre y yo somos uno”. El Amor de Dios, que habita en Jesús, se convierte en su identidad más profunda. El Amor va unido al Perdón, como la otra cara de la moneda».  

El perdón es la práctica habitual de la actividad de Jesús (llamados también señales, milagros, prodigios, signos), que consiste en sanar gratis a las personas. En un texto post pascual clave, Mt 9, 8 y paralelos, se recogen estos dos aspectos: “Hijo, se te perdonan tus pecados”… Los maestros de la ley: “Blasfema quién puede perdonar pecados sino sólo Dios”. Y Jesús: “Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados, a ti te digo: levántate toma tu camilla y vete a tu casa…”. Para el mundo judío el ser humano era uno. Si quitamos el pecado, quitamos lo que impide la amistad de Dios. Si la recupera, recupera también su lugar en la sociedad, en el pueblo, queda integrado.

Centrándonos en el texto de hoy, Jesús da este poder a sus compañeros. Mt 18,18: ”Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. Lo mismo que David emplea esa fórmula para dar al administrador de palacio todo poder sobre sus bienes, Jesús a los creyentes, a la comunidad, a la Iglesia, ese poder, esa capacidad de perdonar, de sanar, de reconciliar. Y se convierte en práctica habitual de sanación, de reconciliación de la comunidad.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el texto, uniéndome respetuosamente a la situación que están viviendo Jesús y los doce. Veo cómo viven la experiencia del perdón de las ofensas, de los daños, concretamente en la comunidad de Mateo. Y escucho a Jesús: “Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad…” Aprendo la manera práctica de solucionar los daños causados entre ellos… Me tomo mi tiempo…

Estoy en una comunidad donde no son perfectos sino con capacidad de dañar a los demás, de ofenderse… y miro cómo entienden la corrección fraterna de cara a hacer las paces, de lograr la reconciliación en el grupo… La verdad es que no siempre llega a buen puerto porque ponen en boca de Jesús: “Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano”… De todos modos, disfruto de a posibilidad de rehacer los vínculos rotos y de recuperar las relaciones…

Respiro el aire de la comunidad donde se sienten hermanos y donde me siento hermano… Veo cómo lo hacen y aprendo para nuestra comunidad… De nuevo con Jesús que dice: “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo…” Sin perdón no hay posibilidad de rehacer las relaciones… Aprovecho para saborear la reconciliación de las relaciones rotas por malas prácticas de poder, envidias, cosas que no se hablan…

4. JESÚS Y YO

Ahora me doy cuenta de que Jesús me mira también a mí como queriendo estar personalmente conmigo. Me pregunta por mi comunidad, “quiénes son tu comunidad”… Nombro a las personas de mi comunidad, despacio una a una… Me tomo mi tiempo, pido por ellos, con algunos me va mejor que con otros… Y escucho a Jesús: “Si tu hermano te ofende… ¿Qué haces?”… Recuerdo su propuesta: Hablar personalmente con el ofensor, si no hace caso, con varias personas y con toda la comunidad… Deseo que acertemos a perdonar en mi comunidad… y lo pido de corazón…

Sigo escuchando los deseos de Jesús para mí, “deseo que vayas trabajando tus reconciliaciones pendientes con personas cercanas, o con algunas incluso desde hace mucho tiempo”… Disfruto de la posibilidad de rehacer los vínculos rotos y de recuperar mis relaciones rotas… Voy repasando las personas o las situaciones con quienes poner paz en mi vida… y aprovecho para saborear las reconciliaciones ya realizadas y las que veo posibles…

Sigo escuchando con atención lo que Jesús me regala, que es aquello en lo que me capacita: “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo”… Tomo mi tiempo para hacer mía la responsabilidad adquirida de pedir perdón y perdonar a diario… practicando la corrección fraterna… y me anima a vivirla en este espíritu… Doy gracias por ello.

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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