Lc 6, 17.20-26

0. TEXTO (leer la parábola entera)
Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente (…) para oír a Jesús y para que los curase de sus enfermedades (…) porque los sanaba a todos con el poder que de él salía.
Jesús miró a sus discípulos y les dijo:
– “Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos. Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis. Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas.»
– «Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza! ¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!»
1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)
¿Cómo sentirnos en esa atmósfera donde Dios es todo, donde venimos de sus manos, en sus manos vivimos y en sus manos seguiremos tras la muerte? ¿Cómo sentirnos desde ese Dios que nos une, unidos a todos, donde somos de la familia, donde nos tratamos con cariño, donde nos hacemos un sitio en el corazón y en las situaciones de la vida? ¿Cómo acertar a vivir en esa sintonía? En esa perspectiva están las bienaventuranzas.
Así dicen las Bienaventuranzas en Mateo: «Dichosos los disponibles con su persona y con sus bienes (pobres de espíritu, los habitados por la fuerza del amor de Dios) porque esa dicha se va a concretar haciendo posible la vida de los pobres.» Y las Bienaventuranzas en Lucas: «Dichosos los indigentes, los que lloran, los que sufren porque Dios los toma prioritariamente a su cargo.»
Hay repercusiones sociales (las injusticias, el hambre, ciertas roturas personales…) que acarrean muchas veces el sufrimiento y la muerte de los excluidos. Eso no es algo natural como lo es una salida de sol, sino que es causado, alguien es responsable… «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»… Dichosos los que hacen posible la vida de los vulnerables, de los abandonados, de los empobrecidos… No los que como el rico de la parábola banquetean mientras a su puerta un mendigo busca las migajas de su mesa…
La felicidad no consiste en acumular sino en SER disponible. Hoy abunda una comprensión de la felicidad unida al hedonismo y al consumismo. Todo para mi, ya. Por eso es importante preguntarme: ¿De qué lleno mi corazón… Quién habita mi corazón, a qué está vinculado… A qué está apegado…? La felicidad se orienta más en vivir desde un Amor que me llena y me permite vaciarme, liberarme de aquello que me ata, que no en cargarme de necesidades innecesarias. Los pobres me ayudan a librarme de mis apegos a la riqueza, me ayudan a darme cuenta de lo que me sobra para vivir y de que a veces puedo compartir también de lo que necesito para vivir (Como en la parábola de la viuda).
2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo en esa zona llana junto al lago de Galilea donde Jesús va caminando con los suyos y una enorme cantidad de personas le acompañan… Lo hacen porque necesitan curarse de tantos dolores, de tantas heridas, de tantas enfermedades y de tanto complejo, exclusión, ninguneo… De no sentirse nadie… Voy caminando no lejos de Jesús en silencio… Contemplo a la multitud necesitada… Pido tener corazón para poder asumir y acompañar tanta ruptura, tanta fragilidad, tanta necesidad de vida… ¿Cómo me siento?
Veo que Jesús se detiene en una zona con un poco de hierba… La gente comienza a sentarse… Los más maltrechos se acercan a Jesús en su deseo de tocarle y ser sanados… Los apóstoles hacen la labor de organizar a tantos en ese lugar y yo con ellos… Jesús, que se da cuenta de que estas personas necesitan una palabra verdadera, una palabra creíble, les mira atentamente como quien quiere leer sus deseos mas profundos… Yo observo… Pido tener compasión verdadera, de la que lleva a tomar partido…
Estoy muy cerca de Jesús cuando toma la palabra: “Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos. Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis”… Dejo que penetren estas palabras en mí… Me doy cuenta de que Jesús puede decir eso porque está lleno del Espíritu del Dios Abbá, Él está con ellos para que sea una realidad en sus vidas. El poder comer, el poder reír, el poder vivir el cariño de Dios en las dificultades… Me tomo mi tiempo para sentirme conectado con ellos…
4. JESÚS Y YO.
Jesús sigue mirando a la gente a los ojos con el cariño de Dios y llega a mí con esa misma mirada… Nos dice, y me dice: “Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas. Dios-Abbá está con vosotros”… ¿Cómo me siento?… ¿Dichoso así?… Deseo sentirme identificado con ese Dios que no abandona a los pequeños, ni a mí, y menos en las dificultades… ¿Qué pido?… ¿Cómo me siento?… Me tomo mi tiempo para hacerme con sus palabras…
Le sigo escuchando: “Ay de vosotros los ricos que no tenéis sensibilidad por los que no pueden ni comer… Ay de vosotros los que reis… Tan a lo vuestro que ni os enteráis de los que sufren”… Me acerco más y le comento que yo no estoy tan cerca de quienes así viven… Me anima a abrir los ojos, acercarme allí donde se viven estas situaciones. Y también a permanecer donde estoy, con un corazón sensible que capta lo que las personas viven de alegrías, sufrimientos, falta de sentido… Me tomo mi tiempo para asimilarlo…
Le sigo contando: “Yo tengo más de lo que necesito para vivir”… Y me pregunta: “Tú, ¿Cuánto das? Y ¿con cuánto te quedas?… Los empobrecidos te ayudan a librarte de tus apegos a la riqueza… El compartir sus situaciones: Los trabajos que no quiere nadie, los alquileres de pisos, de recibos de la luz, de inseguridad ante eventualidades… Te ayuda a enterarte de lo que a ti te sobra para vivir y lo que otros necesitan»… Le pido saber estar presente… Y le pido también: “Quiero tener tu sensibilidad para sentir a los necesitados como hermanos, como mi familia, para vivir disponible de mi persona y de mis bienes»… Me tomo mi tiempo…
5. COLOQUIO.
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…
Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.