A la otra orilla

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Mc 4,35-40

Imagen de Pixabay

 

0. TEXTO (leer la parábola entera).

Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla del lago.» Entonces despidieron a la gente y llevaron a Jesús en la misma barca en la que se encontraba. Otras barcas le acompañaban.

De pronto se desató una tormenta; y el viento era tan fuerte, que las olas, cayendo sobre la barca, comenzaron a llenarla de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron: «¡Maestro!, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?»

Jesús se levantó, dio una orden al viento y le dijo al mar «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma. Después dijo Jesús a sus discípulos: «¿Por qué tanto miedo? ¿Todavía no tenéis fe?»

1. SITUACIÓN, explicación breve del texto.

Al atardecer, cuando está para caer la noche, decir «vamos a la otra orilla»… ¿no es un poco arriesgado?, ¿no hay mejor momento para hacer una travesía que la noche? Mejor nos quedamos en esta orilla. En esta orilla estamos bien, tenemos seguridad y bienestar. También controlamos la situación, la comprendemos mentalmente e incluso nos sentimos afectivamente seguros. Instalarnos en esta orilla nos resulta más familiar, nos acomodamos a aquello que vamos consiguiendo: trabajo, familia, bienestar. Pero ¿qué hacemos con el peregrino, con el buscador de autenticidad que llevamos dentro?

La pandemia nos ha sacado de este mundo de seguridades y nos ha llevado a convivir en un mundo con muy pocas certezas y carencia de un pensamiento adecuado para responder a las complejidades (Itinerity). Las dificultades serias nos ponen en relación con nuestro anhelo profundo, allí donde nos sentimos interpelados por nuestro maestro interior, por nuestra esencia, por la Vida que nos habita, por la Plenitud que tira de nosotros. Nos saca de nuestra tendencia a acomodarnos, que es lo que desean nuestra inteligencia y nuestras emociones, y nos impulsa a ir a la otra orilla.

¿Con qué nos pertrechamos para pasar al otro lado, es decir: pasar de lo que controlamos a lo que no está en nuestras manos, de lo que entendemos a lo incomprensible? Nos pertrechamos por una parte con las ganas de comprender estas situaciones, con la fuerza de buscar como peregrinos y, por otra, con la confianza puesta en que Dios está con nosotros en esta búsqueda. Y eso lo hacemos en medio de una tormenta emocional, mental… donde se nos caen los esquemas… sentimos miedo, terror, no comprendemos, tenemos la impresión de que las olas anegan la barca. Y allí está Jesús resucitado, el Señor de todo lo que nos da miedo, pacificando la tormenta.

2. Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la escena como si presente me hallase. El lago de Galilea, en plena travesía… como tantas otras travesías de nuestra vida, con Jesús en su interior, con una olas que casi hunden la embarcación… pero Jesús duerme en pleno temporal… Vemos la escena: los pescadores que no pueden dominar la nave, las olas que inundan la barca… la situación que se complica y yo con ellos, Jesús dormido… ¿Cómo me siento? ¿Cómo vivo esta situación? ¿Qué pido?…

Sigo presente con los apóstoles en la barca… ya las olas la anegan, achicamos pero no lo suficientemente deprisa… casi nos hundimos… la situación se complica por la oscuridad… empiezan a tener miedo, un miedo que les aterra y a mí también… Se angustian por el riesgo de perder la vida… Contrasta con la tranquilidad y paz de Jesús en la tempestad… Yo me encuentro dentro… ¿Cómo lo vivo? Me tomo mi tiempo.

Cuando no pueden más, llaman a Jesús que se encuentra descansando tranquilamente en cubierta: «¿No te importa que nos hundamos, que perezcamos?» Miro a los apóstoles como diciendo: ¿No podíamos haberle llamado antes? Esto se está poniendo serio… Jesús despierto y en pie manda a esa situación que nos hunde: “¡Calla!», y la tormenta para… “¿Por qué sois tan cobardes? ¿No tenéis fe, confianza?” ¡Jesús, ¿cómo no se va acordar de ellos?! En medio de situaciones de miedos, de terror… nunca se olvida de ellos. Jesucristo es Señor de todo aquello que nos domina y nos da miedo, de las tempestades (físicas, mentales, afectivas…) Y con Él ” yo recupero mi calma”… ¿Cómo me siento?… ¿Qué pido?…

4. JESÚS Y YO. 

Jesús, en la barca, va dirigiéndose a los Doce, también parece que está buscando mi mirada y me dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué no confías?”… Me quedo callado sin saber qué contestar… y a continuación tomo la palabra y le cuento mis tormentas, tanto las sociales de la pandemia (por ejemplo las que surgen al cuidar del mejor modo posible la creación, o qué hacer con tantas personas que no pueden vivir y tienen que emigrar, como hacer un mundo más igualitario que sea más feliz, menos violento…) como otras más personales (miedo a la soledad, al fracaso…) Jesús me mira… ¿Cómo me quedo?… ¿Qué me sale pedir?

Jesús, una vez conoce mis miedos, me anima a hacer la prueba: “Vamos a la otra orilla”… Le cuento mis resistencias… y al mismo tiempo, me siento interpelado por la Vida que me habita, por la Plenitud que tira de mí a salir hacia la orilla del sufrimiento, hacia los sin trabajo, sin estima, sin futuro, sin paz… Le pido ”sentirme totalmente en sus manos”… ¿Cómo me quedo?… Me tomo mi tiempo.

Sigo escuchando a Jesús: “quítate la pereza mental de leer e informarte… quítate la pereza de acercarte a los diferentes y explora mundos que pueden dar luz a tantos… aprende a correr los riesgos de equivocarte… de afrontar los conflictos que dignifiquen a las personas… Y aprende a confiar”… Yo le presento lo que decía Arrupe: “Tan cerca de nosotros acaso nunca había estado el Señor, ya que nunca habíamos estado tan inseguros”… ¿Cómo me siento?… ¿Qué me sale agradecer?… ¿y pedir?…

5. Y vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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