Trinidad

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Mt 28, 16-20

Imagen de Tumisu, Pixabay

 

0. TEXTO.

Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban…

Jesús les dijo: «Id, pues, y haced mis discípulos a todos… bautizadlos… y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado… Yo estaré con vosotros todos los días».

1. SITUACIÓN, explicación breve del texto.

En la reflexión de la comunidad de Mateo aparecen ya el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como experiencia en la cual zambullirse. En ella se nos descubre que Jesús invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Abba-papá-aita, a seguir fielmente sus pasos como Hijo de Abba y hermano de toda la humanidad, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo que le condujo durante toda su vida. Es el símbolo trinitario: Dios comunidad de Amor.

Hacerse cristiano significa vivir el interior de esa realidad comunitaria de Dios (Trinitaria), y mantenernos en ella cuando vivimos el mandato de Jesús, que en Mateo son la Bienventuranzas : «dichosos los pobres de espíritu», es decir: dichosos los disponibles de su persona y de sus bienes. La persona disponible es la que se abre a recibir y a dar lo recibido, como el caño de la fuente que deja pasar el agua que le llega.

Hacerse cristiano es dejar a Dios habitar en nosotros, ir haciéndole sitio en nuestra vida, ir conectándonos con Él, haciéndonos uno con Él. “No soy yo, es Cristo quien vive en mí” dirá San Pablo. Eso sería bautizarse, entrar en esa dimensión de vaciarse de uno para dejar entrar en nosotros la Vida de Dios, de Cristo, y así dando lo recibido, damos a Cristo. Entramos en ese movimiento universal de darse y recibirse hasta que Dios sea todo en todos.

2. Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la montaña con los Once y con Jesús… es el escenario de los grandes momentos… y así me hago presente… Observo con atención cuando le adoran y le sienten como el Absoluto de sus vidas… Es un momento de especial cercanía de Jesús (la llamamos Consolación), pero me sorprendo cuando algunos dudan… me pregunto cómo se puede dudar cuando han vivido las experiencias del resucitado… Me acuerdo de mis miedos y mi falta de compromiso también tras momentos de consolación… Pido capacidad para mantener la confianza… Me tomo mi tiempo.

Oigo las palabras de Jesús cuando convoca a los once: “Se me ha dado toda autoridad … Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado”… Descubro que los apóstoles buscan poner a las personas en relación con la experiencia del mismo Jesús para que vivan su bienaventuranza: “Dichosos los pobres de Espíritu”, dichosos los disponibles… Veo el entusiasmo de los apóstoles al recibir una misión tan grandiosa… Pido ser con ellos un buen trasmisor del mensaje… ¿Cómo me siento?

De nuevo resuena en los once el mensaje de Jesús. Lo escuchan a fin de poder hacerlo suyo: “Bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”… Noto cómo sienten la llamada a zambullir a la gente en la experiencia de Dios Abba-papá-aita de quien todo proviene, a zambullirles en la experiencia del Hijo, a seguir sus pasos de hermano de todos y zambullirse en el Espíritu, quien les va a guiar y alentar, como condujo a Jesús durante toda su vida… Estoy con ellos que lo viven con un profundo agradecimiento… ¿Cómo me siento? ¿Qué me sale agradecer o pedir?… Me tomo mi tiempo.

4. JESÚS Y YO. 

Me sitúo con Jesús y los once en el monte. Descubro que quiere tener su espacio conmigo…, me mira con entrañas de misericordia… Al ver a Jesús, los que allí estaban le adoraron, aunque algunos dudaban… Me doy cuenta de que a mí me sucede lo mismo… Recuerdo las experiencias de consolación en mi vida… la fuerza que tuvieron en mí… lo importante que es no olvidarlas, no abandonarlas, sino seguir manteniéndolas vivas… pues si no, se medio apagan y nos entra la desconfianza… ¿Cómo me siento?… Le pido la capacidad de renovarlas cada día…

Escucho a Jesús que me dice: “Vete y haz mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautízalos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enséñales a cumplir todo lo que os he mandado“… Me siento afortunado de poder introducir a las personas que viven metidas en tantas situaciones sociales en la experiencia de la Vida del Padre, en la experiencia de ser amados, sanados y reconciliados… en la experiencia de vivir la disponibilidad de las bienaventuranzas para ser personas que no se aferren a nada sino que estén disponibles de su persona y de sus cosas para la fraternidad… ¿Cómo me siento con mi misión? Noto que tiene cosas importantes que comentarme. Escucho: “Sábete que yo estaré contigo todos los días, hasta el fin del mundo”… Me encanta que quiera estar presente en mi vida… que quiera habitar permanentemente en mí… De mi parte surge un deseo intenso de habitar en Él…  Le digo que quiero ir vaciándome de aquello que me da falsa seguridad, tantas cosas… dejar entrar en mí Su amor hasta el extremo, dejar entrar en mí su Vida Verdadera, ser como el caño de la fuente que deja pasar el agua que recibe, dar generosamente con palabras y hechos la vida recibida… ¿Cómo me siento? ¿Qué me sale pedir?… Me tomo mi tiempo.

5. Y vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias… Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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