Ramos y pasión

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Lc 22-23

Imagen de Congerdesign (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

Llevaban a dos malhechores para matarlos junto con Jesús. Cuando llegaron al sitio llamado de la Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo:

– «Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!»

Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde toda aquella tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús, gritando con fuerza, dijo:

– «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Dicho esto, murió.»

Cuando el centurión vio lo que había sucedido, alabó a Dios diciendo:

– «¡No hay duda de que este hombre era inocente!«

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

La pasión comienza con el domingo de ramos. Jesús sube a Jerusalén y realiza un primer gesto mesiánico: Llega montado en un borriquito, símbolo de la mansedumbre, de la no violencia. Es el profeta del Dios Amor, de lo sencillo y no del poder (el caballo con carro de combate).

La pasión es algo terrible que nadie podía prever. Fue lo primero que escribieron los evangelistas, entre otras cosas, porque los cristianos los primeros años tras la muerte y resurrección de Jesús hacían “el vía crucis”, pasando por los lugares donde pasó Jesús comenzando por la cena, siguiendo por el prendimiento y así los demás pasos. Lucas narra el modo como Jesús vive la pasión, con algunos acentos propios: Sudando sangre en el huerto y perdonando a aquellos que quisieron su muerte; salvando a todo el que buscase una oportunidad (al buen ladrón) y entregando su Espíritu en manos del Padre.

La cruz es el resultado de una comprensión radicalmente distinta de quién es Dios. Los sacerdotes, escribas y fariseos “no eran gente sin corazón”, sino que pretendían ser fieles a lo que entendían como voluntad de Dios definida en la ley de Moisés.

Desde el bautismo Jesús, desde su experiencia profunda de Dios, comienza a realizar acciones y predicaciones que chocan frontalmente con la comprensión de Dios de las autoridades religiosas y de grupos como los escribas y los fariseos. La pregunta de las autoridades es: «Jesús, ¿es verdadero o falso profeta? Si es esto último, resulta que está llevando a la gente por un camino falso.»

Por ello deciden desacreditarle quitándole del medio poniéndole en la cruz, la cual era la muerte de los asesinos y terroristas del tiempo. Así quedaría totalmente desacreditado y se borraría todo rastro de su persona y su vida. “El que muere colgado de un madero es un maldito”.

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Comienzo la contemplación, situándome cerca de Jesús crucificado, como si presente me hallase, con toda reverencia y respeto… Le digo a Jesús: “Permíteme acompañarte en tu pasión”… No se qué decir ni qué hacer, estoy… Con Él voy haciendo memoria, voy recorriendo, sin comprender nada por la crueldad de la situación, los últimos momentos de su vida… Pido al Padre que pueda acompañar a Jesús y a los jesuses de hoy…

Acompañando a Jesús hago memoria… Recuerdo el juicio de Pilato… “He aquí el hombre”… Acompaño a alguien a quien le han quitado “legalmente” la razón y es objeto de rechazo, burla… En la plaza pública, abucheado, rechazado públicamente… Mientras miro su rosto, no descubro una mueca de rabia ni de venganza… No han cambiado sus actitudes: No han podido arrancarle ni el amor, ni el perdón, ni la fidelidad… Qué hombre… ¿Cómo me quedo?… ¿Qué sentimientos me provoca?… Señor gracias por ser así… Contemplo…

Miro cómo las autoridades religiosas, los jefes, se burlan de él: “A otros ha salvado, que se salve Él si es el Mesías, el predilecto de Dios”… Yo lo escucho. Qué duro, ni al final de la vida le pueden dejar morir en paz, siguen haciéndole daño donde más duele: En el fracaso de su misión… Escucho a Jesús: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”… Me quedo asombrado de Tu humanidad y de Tu capacidad de perdonar… Me tomo mi tiempo para aprender…

4. JESÚS Y YO.

Me cuesta acompañar la agonía de un hombre justo… Jesús que no puede con su alma, desde la cruz, cerca de Él, me recuerda su grupo… Los Doce que le han abandonado… De su amigo Judas que le ha traicionado y de Pedro que le niega… Me reitera: “Siguen siendo mis amigos”… Empiezo a comprender lo que es la verdadera amistad… Me acuerdo de tantos abandonados por sus seres queridos, en residencias, hospitales, en sus casas… Que tengan en ti un amigo que ha pasado por lo mismo… Contemplo…

Cerca de Jesús, me doy cuenta que va perdiendo todo: Dignidad, honor, misión… prestigio, hasta sus ropas… Lo único que no le pueden quitar es la capacidad de amar y de perdonar en esa situación…

Le siento totalmente vinculado, conectado con su Padre… Aprendo con él a saber perder tantas cosas por impulsar la fraternidad verdadera… Traigo a mi memoria personas concretas que han perdido su salud, su empleo, el lugar donde eres alguien, el sitio entre los amigos… Por ser auténtico… Llevo estas pérdidas a las manos de Dios con quien quiero seguir siempre vinculado…

Escucho su jadear en la cruz, el suplicio persa para hacer sufrir a sus enemigos hasta morir por asfixia… Tanta crueldad… Acompaño como puedo a Jesús… En su soledad… Aprendo a seguir confiando solamente en Dios, pues no hay nadie que no le rechace… En aquel momento uno de los crucificados con Él se le confía… Acierto a escuchar sus últimas palabras recias: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”… Me dejo penetrar por ellas… Pido aprender a vivir así: En tus manos encomiendo mi espíritu…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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