Pasión de Jesús

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Mt 26, 14-66

Imagen de Geralt (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer pasaje entero)

(…)
Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y palos. Iban enviados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos. 
(…)
Preguntó Jesús a la gente:
– ¿Por qué venís con espadas y palos a arrestarme, como si fuera un bandido? Todos los días he estado enseñando en el templo, y no me apresasteis. Pero todo esto sucede para que se cumpla lo que dijeron los profetas en las Escrituras.
En aquel momento, todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron.
Los que habían apresado a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se hallaban reunidos los maestros de la ley y los ancianos. Pedro, que le había seguido de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote, entró y se sentó con los guardias del templo, para ver en qué terminaba el asunto.
Los jefes de los sacerdotes y toda la Junta Suprema andaban buscando alguna prueba falsa para condenar a muerte a Jesús, pero no la encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que se presentaron para acusarle.
(…)
El sumo sacerdote le dijo:
–¡En el nombre del Dios viviente te ordeno que digas la verdad! ¡Dinos si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!
Jesús le contestó:
–Tú lo has dicho. Pero yo os digo también que en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas en señal de indignación y dijo:
–¡Las palabras de este hombre son una ofensa contra Dios! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ya habéis oído sus palabras ofensivas. ¿Qué os parece?
Ellos contestaron:
–Es culpable y debe morir.
(…)
 

1. SITUACIÓN                                                         

La Pasión rompe la lógica de que cuando algo es bueno o es de Dios, triunfa. Lo lógico hubiera sido que lo de Jesús: la fraternidad, el Reino de Dios que hacía presente con hechos y palabras, se hubiera hecho un hueco en la sociedad. Sin embargo, sucedió lo contrario. Jesús y su obra fueron sepultados con la muerte en la cruz, tormento destinado a los terroristas del tiempo. Así quedaría claro que su misión no era de Dios. Todo lo que construyó quisieron dejarlo destruido para siempre.

La Pasión fue lo primero que escribieron los evangelistas, entre otras cosas porque los cristianos, tras los primeros años de la muerte y resurrección de Jesús, recorrían los lugares por donde caminó con la cruz (“el vía crucis”) terminando en el Calvario y en el lugar donde fue enterrado y resucitó, reviviendo los pasos de la Pasión.

La cruz es el resultado de la trayectoria de la vida de Jesús. Fue trazando una senda muy alejada de la comprensión y práctica de la religiosidad de las autoridades religiosas del tiempo: los sacerdotes, escribas y fariseos. Este camino de Jesús chocó frontalmente con una comprensión radicalmente distinta de quién es Dios y por tanto de qué quiere para su Pueblo. Su manera de comportarse, de hacer sitio a tantas personas excluidas y del estilo de sociedad y organización social que conllevaba, marcó una novedad radical con lo establecido.

En principio las autoridades “no eran gente sin corazón”, sino que pretendían ser fieles a lo que entendían como voluntad de Dios definida en la ley de Moisés. Una voluntad que había que ganarla, por lo que exigían mucho a los demás desde su posición de poder. Esto les permitía decidir sobre la vida de las personas y también sobre la de Jesús: “Es preferible que muera uno por el pueblo y no que todo el pueblo perezca”.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Acompaño a Jesús al Huerto de los Olivos con los Doce… está en oración… Los Doce están medio durmiéndose y yo también… hasta que oímos un ruido de personas que le quieren detener… Una emboscada por sorpresa desata el miedo… un forcejeo con Pedro y los demás… son muchos más en número y van armados… El ambiente es terrible, vemos el peligro. Huyen los Doce y yo con ellos… ¿Cómo late mi corazón?… ¿Cómo me siento?…

Pedro les sigue de lejos… yo me uno a él… Quiere seguirles de cerca pero es descubierto… “¿No eres tú de los discípulos de ese hombre?… tu acento te delata”… Escucho a Pedro: “No conozco a ese hombre, no sé de que estáis hablando”… Al poco topa con la mirada de Jesús y sale a llorar su cobardía y yo lloro mis negaciones… Me tomo mi tiempo…

Acudo al juicio popular… escondido entre la gente… Oigo decir a Pilato: «¿A quién queréis que os suelte?»… Es tan increíble que estamos todos los discípulos sin capacidad de reacción… Escuchamos a la mayoría comprada gritar “A Barrabás…” Y nosotros gritamos tímidamente: “A Jesús”… pero los otros están organizados… Nuestras esperanzas se desvanecen… Sueltan a Barrabás… Todo va tan rápido… Nos sentimos impotentes… Pedimos a Dios un imposible… ¿Cómo me siento?…

4. JESÚS Y YO. ME  SITÚO EN EL HOY

Pasa el tiempo, estoy con los Doce y algunos discípulos en lugar del juicio… Sacan de nuevo a Jesús… roto… ha pasado por la tortura… Los soldados se burlan de él, le ponen una capa roja como si fuera un rey… Nosotros estamos allí sin saber qué hacer, paralizados… llorando nuestra impotencia… Parece que para Jesús seguir amando como Dios ama es más importante que perder la vida… Ese gesto nos consuela y conectamos con Su esperanza… Me tomo mi tiempo.

Miro cómo las autoridades religiosas, los jefes, se burlan de él: “A otros ha salvado, que se salve Él si es el Mesías, el predilecto de Dios”… No me lo puedo creer. Entregado por las autoridades judías a los romanos… Me doy cuenta que va perdiendo todo: Dignidad, honor, misión, prestigio… hasta sus ropas… Lo único que no le pueden quitar es la capacidad de amar y de perdonar en esa situación… A eso me agarro…

Acompaño a Jesús como puedo, a distancia, en su soledad… Le siento vinculado en la Confianza a Aquel en quien siempre ha confiado y le escucho recitar el salmo de la esperanza: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… más tú Yahveh no estás lejos”… Los demás, todos, estamos lejos. Los Doce, yo… Él fiel hasta el final… Me gustaría decirle que voy a estar cerca, pero no me atrevo… Según va muriendo, mueren también en nosotros todas nuestras esperanzas… ¿Qué pido?…

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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