Parecía imposible

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Jn 8, 1-11

Imagen de Alexander Igrevsky (Pexels)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

Jesús volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:

– «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿Qué dices?»

Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:

– «El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»

Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó:

– «Mujer, ¿Dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?»

Contestó ella:

– «Ninguno, Señor.»

Jesús le dijo:

– «Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.»

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

Sitúan a Jesús ante un asunto tremendo, tal y como como lo han hecho en otros momentos de su vida. La escena ocurre en el contexto de Fiesta de las Tiendas, en el pórtico del Templo donde enseñan los maestros de la ley,  rodeado de personas que anhelan escuchar algo que les sitúe en la vida de un modo que les haga VIVIR: no odiar, ni temer, ni vivir arrastrándose, ni llevando cuentas para ganarse la salvación… Y en esto, le traen a Jesús una mujer sorprendida en adulterio.

La ley decía (Dt 22,22): “Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos… Así harás desaparecer de Israel el mal”. Es curioso que sólo llevan ante Jesús a la mujer. Al preguntarle: “Tú qué dices”, Jesús tiene dos alternativas: una, si dice que no le apedreen quebranta un mandato clave de la ley de Moisés; la otra, si dice que ellos verán, que Él no es juez en este asunto, la matarán.

Jesús toma posición desde su interior, desde su experiencia de Abbá. Él no puede querer la muerte de ninguna de sus creaturas. Por eso, acierta a expresar algo que les coloca a los oyentes no en relación con una ley recibida, por muy santa que sea, sino en relación con su propia experiencia personal: Todos hacemos el mal. Todos tenían necesidad de ser perdonados por Dios una vez al año, en la celebración del Yom Kippur. Por tanto: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Así resultan dos cosas concretas: Por un lado consigue que en nombre de Dios no maten a la mujer y, por otro, salva una vida.»

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el Templo, en la zona donde los escribas y los maestros de la ley enseñan, como si presente me hallase, con Jesús rodeado de los Doce y de un grupo numeroso que se acerca, que escuchan con gusto lo referente al Reinado de Dios: “Estamos llamados a ser una gran familia como Pueblo y una gran familia con otros Pueblos, donde Dios es como un Padre y todos somos su hijos e hijas”… Saboreo el mensaje de Alguien que tiene un lenguaje nuevo…

De repente se nota un alboroto como de una multitud que va llegando… Veo que traen detenida a una mujer… La ponen en medio… Está muerta de miedo y de vergüenza… Toma la palabra uno de los fariseos y escribas que llegan con ella: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿Qué dices?”… Veo la situación de dureza donde se juega la vida de una persona… Contengo la respiración… ¿Cómo me siento?…

Estoy con Pedro y los Doce, quienes me hacen saber que esta vez sí que Jesús no tiene escapatoria. Le han tendido una trampa mortal… Me doy cuenta de que eso no es lo peor, sino que lo peor es que han utilizado a la mujer como cebo, como un objeto para ser destruido y de paso destruir a Jesús…

Estamos con el aire que no nos entra a los pulmones… Jesús se inclina para escribir en el suelo… Le vemos a Jesús sin palabra… ¿Cómo me siento? No sé dónde meterme, siento temor…

4. JESÚS Y YO.

Quienes han traído a la mujer quieren que Jesús se moje. Por eso insisten en preguntarle. Veo que Jesús se incorpora, echa una mirada a su alrededor y también a mí… Y toma la palabra: “El que de vosotros esté libre de pecado, que tire la primera piedra”… Es como si esa frase nos hubiese dejado petrificados… En un primer momento se paraliza la ejecución… Y en un segundo comienzan a abandonar el lugar desde los mayores a los más jóvenes… De no creer… Nos ha situado no ante la Ley, sino ante nuestra condición humana frente a Dios, pecadores… En eso todos somos iguales… Estoy que no me lo creo…

Me sitúo al lado de Jesús que escribe. No le digo nada, solo estoy a su lado junto con los doce… Me quedo admirado y me comenta: “Es fundamental situar la Ley en relación con la Misericordia de Dios Abba”… Pido poder vivir la vida desde esa experiencia que nos iguala: Todos pecadores, con nuestras faltas y fallos… Todos necesitados del perdón de Dios… Le pido aprender a vivir y a considerar así a cada ser humano: Gratuitamente perdonado… Y yo también… Me tomo mi tiempo…

Jesús se dirige a la mujer: “Nadie te ha condenado… Yo tampoco. Vete y no peques más”… Miro a la mujer que venía como victimaria, como causante de la muerte del pueblo, de la ruptura de la familias… Así lo veía yo… Jesús con su pregunta la sitúa a la altura de las demás con una oportunidad nueva y única en su vida… Me dirijo a Jesús: “Gracias porque me has hecho ver que de la muerte que traía la mujer por haber hecho el mal y que con la muerte que le querían hacer pagar los jueces de la ley, ha nacido la vida gracias al perdón… ¿Y si probásemos a dar salida a las situaciones con el perdón?… Se lo pido de corazón…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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