La paz os doy

Jn 14, 23-29

Imagen de Kelvin Valero en Pexels

0. TEXTO 

Jesús le respondió:

«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama, no es fiel a mis palabras. La palabra que vosotros escuchasteis no es mía, sino del Padre que me envió. Yo os digo estas cosas mientras permanezco con vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho. Os dejo la paz, os doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No os inquietéis ni temáis!  Me habéis oído decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que vuelva porque el Padre es más grande que yo. Os he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, creáis.»

1-UN COMENTARIO DEL TEXTO

En este discurso de la última cena, destaco varios aspectos: el primero, el que vivamos conectados a nuestra Fuente, al Dios que nos ama con ternura. Esa fuente, esa Luz siempre está encendida. El asunto es que el otro polo de la relación, cada uno de nosotrxs, esté conectado para que la luz se encienda en nuestra vida. ¿Cómo? “amándole y siendo fiel a su palabra”. Es decir, viviendo en fidelidad la vida. En una persona así dispuesta “vendremos a él y haremos morada en él”. Pues ya Dios está presente como diría San Agustín: “Interior intimo meo” o como dice San Pablo: “En Dios vivimos nos movemos y habitamos” y también “somos Templos del Espíritu Santo.”

El Espíritu, el defensor, el que nos habita “os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho”. Su Espíritu habita toda la realidad, como nos recuerda el Génesis: “la tierra era un caos y el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas”. Dios lo habita todo. Por eso Dios, el ser humano y el cosmos, diría Panikkar, quedan abrazados. La realidad es relación. Ese Espíritu de Dios habita todo pero no se agota en esa relación.

“Mi paz os dejo, no la paz como la da el mundo”, pues vivimos la paz como ausencia de guerra, como ausencia de enfermedad, como ausencia de dolor, como ausencia de oscuridad, etc. Pero la paz que da Jesús no es ausencia, sino presencia. No depende de que todo vaya bien, es la paz que se puede vivir en el conflicto, en la enfermedad, en la inseguridad, en la guerra. Es su paz que nos habita, que nadie ni nada nos la podrá quitar.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente: ver, oír, gustar…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Entro en el texto, seguimos en el Cenáculo de la Última Cena, en ese espacio de intimidad, a la luz del candil de aceite, en ese ambiente de emoción contenida, reunidos con Jesús, los Doce y muy posiblemente con las mujeres que lo seguían… Ya Jesús nos ha hablado del mandamiento nuevo… Es el momento en que Jesús abre su corazón a los suyos… Lo vivo con toda intensidad…

Y ahora Jesús les expresa: “Estáis llenos de mi amor, vivid en fidelidad la vida que os toca vivir y mi Padre y yo habitaremos en vosotros”… Los apóstoles comentan entre ellos : ”es verdad, el vivir en fidelidad nos ayuda a vivir unidos a Jesús en ese cariño, en ese amor recio y tierno a la vez y nuestra vida se nos llena de paz”… También me sucede a mí… Por eso, agradezco la oportunidad de estar presente con Jesús… y deseo de corazón vivir mi vida en fidelidad…

Y continúa: “al que me ama, el Padre y Yo iremos a Él y haremos morada en él”… Miro cómo los suyos, le han ido haciendo sitio en sus vidas, en la medida de sus posibilidades… y veo cómo conectan, como se sienten unidos a Él… Yo también recuerdo momentos en que he ido dedicándole tiempo, haciendo alguna oración, atendiendo a algún enfermo, meditando alguna escena del evangelio, planteándome la vida con verdad… Deseo de vivir a una con Él…

4. JESÚS Y YO. 

Le sigo escuchando a Jesús con toda atención: “Ya no seguiré con vosotros… pero os enviaré el Espíritu Santo… la Fuerza del Padre a vuestras vidas… así lo experimentaréis y aprenderéis a hacer frente a las nuevas situaciones con las que la vida os sorprenda”… Comprendo que Él será mi brújula, mi intuición profunda, mi corazonada para situarme espiritualmente en la realidad que me toque vivir… Repito sus palabras para que se graben en el corazón… Me tomo mi tiempo…

En esa escucha sigo haciendo mías sus palabras: “la paz os dejo, os doy mi paz pero no como la da el mundo”… Voy intuyendo qué clase de paz es. Le pregunto a Jesús si su paz es aquella que nos habita y que me habita, que nadie me la puede quitar pese a los vaivenes de la vida, pese a los miedos que me atenazan, pese a situaciones que me desbordan… Me mira con aprecio y me dice: “así es”… Saboreo este momento para llenarme de esa paz…

En esa situación de intimidad con los suyos, Jesús me mira con especial cariño y me desea: “que vayas acertando a vivir en esa paz que nace de nuestra relación de confianza”… Le cuento alguna vez que he tomado decisiones, como decir la verdad y quedarme sólo o escribir un artículo y ser difamado, o hacer una protesta y no tener respuesta… Y haber vivido con paz sus consecuencias… Le doy gracias por su presencia en estas situaciones y también por su presencia permanente en mi vida…

5. Vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos; de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … Suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Y termino escribiendo lo vivido, para que me ayude a fijarlo en mi vida.

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