La novedad que todo lo habita

Jn 20, 19-31

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

0. TEXTO (leer el texto entero)

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado.

Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, yo también os envío». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Recibid el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que vosotros les perdonéis y serán retenido a los que vosotros retangáis»….

Dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe»…

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

La situación para los Doce y las mujeres, no podía ser peor. Jesús había sido crucificado, eliminado de aquel pueblo, de un modo que su vida y su misión quedaban totalmente desacreditadas: “Maldito el que muere en un madero…” Para la gente que presenció la crucifixión, quedó claro que Jesús fue una persona de buena voluntad, que hablaba con autoridad… pero falso. A los apóstoles, les sucedió lo mismo que a la gente, se les cayeron sus certezas acerca de Jesús, no encontraron explicación a lo sucedido. Además estaban muertos de miedo porque su vida corría un serio peligro: ”En el cenáculo con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Y por si fuera poco, sumidos en la culpa por haberle abandonado y negado.

Cuando la situación no podía ser peor sucede lo mejor. Experimentan la presencia del ejecutado, Vivo en sus vidas… A eso llamamos apariciones. Jesús llega de improviso, sorprendentemente… increíblemente real e inexplicablemente cierto. En medio de ellos algo totalmente nuevo sucede. Lo que nunca había acontecido, acontece. A Jesús le sienten vivo en sus vidas como Aquel que no lleva cuentas. Se podía haber hecho presente en sus vidas echándoles en cara su abandono, su negación y su traición. Pero no, se presenta haciéndoles sentir el perdón: “Paz a vosotros”… y lo tiene que repetir porque no se lo creen de la alegría, “Paz a vosotros”.

Además, les da una misión, una tarea de por vida, perdonar:  “Recibid el Espíritu Santo. A los que perdonéis sus pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Es el texto que utiliza David para darle toda su autoridad a su administrador de Palacio. Y es el que utiliza Jesús para dar toda autoridad en el perdón a los Doce. Así por medio de ellos llegue el perdón a todxs. Tras la experiencia de ser perdonados les envía a hacer lo mismo. Hanan Arendt afirma que fue Jesús el primero y el que más radicalmente introdujo el perdón en la historia y así se hizo cultura a través de los cristianos. Y hoy es un valor universal de convivencia.

Jesús resucitado llega con sus heridas, que son testigos del daño sufrido. Tocar las heridas perdonadoras de los demás cura las propias. “Sus heridas nos curan” dirá el Siervo de Yahveh en el Canto de Isaías. “Trae tus dedos y mete en el orificio de los clavos” es lo que experimentará Tomás. Los relatos de las víctimas que como Jesús han perdonado, nos hacen un tremendo bien. Recordemos en esta tierra, los testimonios de víctimas de violencia de motivación política, a las que han matado a sus seres queridos. Cuando cuentan en las aulas de colegios o universidad, su testimonio de perdón, o de reconciliación con su agresor, son como una fuerza que recibimos para hacer lo mismo en nuestras historias más pequeñas de daños, de humillaciones y heridas recibidas en nuestras vidas. Y también sentimos que no nos culpan de nuestros silencios o indiferencia cuando les sucedía esto a ellas.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el cenáculo, con los Doce, como si presente me hallase. Les veo muertos de miedo, y yo con ellos, porque se sienten perseguidos y fichados, con riesgo de ser eliminados también ellos. Además están llenos de culpa por haber dado a Jesús su palabra de seguir hasta el final y a la hora de la verdad le han abandonado… Cerca están también las mujeres que seguían a Jesús, entre ellas su madre… Un silencio que se corta… Paso un rato así, acompañando a los fracasados y los acobardados… ¿cómo me siento? Me tomo mi tiempo…

Sigo presente sin poder hacer nada, estar… y de improviso, veo la cara de admiración, desconcierto, incredulidad, la alegría de los Doce y de las mujeres… ¿qué pasa?… Al cabo de un rato aciertan a articular palabra: “es Jesús que nos desea la paz  “paz a vosotros…” y nos repite “paz a vosotros”… porque no nos lo creemos de la alegría… Estamos soñando?”… SABOREO EL MOMENTO… sin prisa… ¿cómo me siento? Me tomo mi tiempo… ¿qué me sale pedir?…

Me siguen contando cómo Jesús les da la misión de perdonar: “Recibid el Espíritu Santo, a los que perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Reconocen, en estas palabras, que reciben de Jesús toda autoridad para perdonar (como David dio al administrador de sus bienes)… me cuentan lo que escuchan: “perdonad a tantos… Dios está en plan de perdonar”… Les siento sobrepasados por recibir la capacidad para perdonar… Que sentimientos surgen en mí… Me tomo mi tiempo…

Estoy presente y atento, cuando Tomás nota la presencia de Jesús en su vida. Veo su cara de admiración, de incredulidad, sorpresa… Al rato nos cuenta que ha experimentado que Jesús le decía: ”Tomás trae tus dedos, mételos en el agujero de los clavos, trae tu mano, métela en mi costado…”. Me siento cerca de Tomás, y me doy cuenta de la transformación que se va operando en él: Experimenta que tocar las heridas de Jesús le cura las suyas, su desconfianza, su culpabilidad, su cerrazón… me detengo en la escena… la saboreo… Me tomo mi tiempo para contemplarla…

4. JESÚS Y YO

Sigo con Jesús y la indescriptible alegría de los Doce en el Cenáculo… Noto que Jesús también está queriendo vivir en mí. Se toma el tiempo para estar conmigo, con tranquilidad “quiero llenar tu vida de Mi Presencia, quiero habitar en ti”… Me hace sentir su perdón, porque también yo he hecho daño, he abandonado la misión comenzada, me he echado atrás, no he defendido al amigo por salvar lo mío, no he dado la cara cuando era el momento de contar lo que yo sentía como verdad a favor de los débiles… Noto que me acepta como soy, también con toda mi mediocridad, mi incoherencia, los daños producidos… Lloro de alegría por ese perdón regalado gratuitamente…

Sigue dedicándome su tiempo: “trae tu mano, toca mis heridas”… y me doy cuenta de que sus heridas curan, es decir, siento una fuerza curativa que entra dentro de mí… Voy notando incluso que algunas heridas que me han causado, bien sea por ser abandonado, traicionado ó maltratado, se van reblandeciendo… ¿Cómo me hace sentir? Qué me sale pedir…? Me tomo mi tiempo

Me dice: “esto no sólo te sucede a tí, Mi presencia resucitada llena la tierra”… Me invita a visitar tantos lugares donde va haciéndose la luz, donde las personas van siendo habitadas por la bondad, o por el perdón o por la capacidad de verdad… Y me dice: “recuerda los testimonios que las víctimas de la violencia, a quienes han matado sus seres queridos, o a quienes han torturado hasta la muerte…recuerda cómo lo expresan sin rencor cuando lo cuentan en las aulas de los colegios o la universidad”… agradezco de verdad su presencia perdonadora que llena la tierra…

5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.

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