La fuerza de la palabra

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Mt 13, 1-23

0. TEXTO

Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Les dijo: “Un sembrador salió a sembrar… otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan”.

“Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen… la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla”.

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

Las parábolas era la manera habitual de hablar de Jesús, persona de campo que comunica lo que quiere decir de un modo concreto, asequible a cualquiera que le escuchase. Además, es el modo de hablar de los orientales que, para hablar de las grandes preguntas de la existencia, se valen de cuentos sencillos y concretos y no de grandes discursos filosóficos.

Como en tiempo de Jesús y de la comunidad de Mateo, estaban en una situación de mucho control político y religioso, de clandestinidad y podían ser denunciados, las parábolas son un modo de hablar sugiriendo, que no cita a nadie, pero todo el mundo entiende por quién va lo que dice.

La experiencia de la comunidad de Mateo – y aquello de lo que se queja – es que muchos miran y no quieren ver, oyen y no quieren escuchar, así no acogen, ni hacen suya la palabra de Jesús. Por tanto, su palabra no cuaja, no enraiza en sus vidas. Por eso dice dichosos los que queréis ver y oír. Por eso cuenta que unas palabras caen entre piedras o entre abrojos…

Pero lo interesante de la parábola es que la palabra que enraiza da un fruto exagerado: 30, 60, 100. Cuando se le pregunta un agricultor cuántos granos da una espiga nos dice que 30 quizás, pero 60 o 100 es imposible (¿ahora con los transgénicos?).

Por tanto, la parábola quiere mostrar la fuerza tan grande que tiene la palabra. Sembrada en el corazón de la humanidad, da frutos de justicia, de fraternidad, de vida verdadera. El evangelio es la “fuerza de Dios sembrada en la historia”, que es capaz de fructificar: corazones nuevos, organizaciones sociales alternativas, creatividad renovada en tantos ámbitos de la vida… y si no miramos que la vida de los que ha cuajado el evangelio, los santos-as, ha renovado la historia.

2. Comenzamos la oración HACEMOS SILENCIO

Respiramos… profundamente… la respiración nos ayuda a salir de nuestros pensamientos (que nos atosigan) y nos centra en el presente. A lo que estamos…

Nos serenamos… nos centramos… evitamos la dispersión.

Tomamos distancia de nuestras preocupaciones…. Ya las retomaremos después…

Conectamos con nuestro interior, con lo que nos habita, con nuestra Fuente de Vida.

Vamos haciendo silencio interior. En primer lugar, silencio no es ausencia de ruido sino ausencia de ego. Para hacer silencio lo mejor es “salir de nuestro propio amor, querer e interés…”

Nos vamos preparando para escuchar a fondo…

Pedimos vivir esta oración con confianza-disponibilidad y con dedicación…

3. Vemos, escuchamos, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente, revivo la escena. VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me introduzco en el texto, que es para que lo viva, lo experimente yo hoy… lo hago uniéndome respetuosamente a la situación que están viviendo Jesús que se sube a una barca a la orilla del lago, un lugar desde donde poder dirigirse con un poco de distancia a las gentes que le apachurran, para reavivar la esperanza en la tierra nueva para todos…  

Busco mi espacio, entre la gente, entre medio de ellos, en primera fila… en la barca con Jesús…

Me tomo mi tiempo para situarme… veo a tantas personas a la orilla del lago, deseando escuchar una novedad que abra una ventana de esperanza en sus vidas… me tomo mi tiempo para introducirme en la situación…

Oigo a Jesús contar la parábola del sembrador, el tono de su voz…y sobre todo la convicción con la que lo hace, cómo le brota del corazón lo que dice…  “Un sembrador salió a sembrar.  Y, al sembrar, una parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta… Me tomo mi tiempo para saborear lo que Jesús espera de quienes le acompañan… me fijo en “la tierra buena”, en las personas que tiene delante… y en cómo los que están con Jesús caen en la cuenta de las semillas de bondad presente en cada persona… Pido que calen en mí estos deseos de Jesús.

Miro actitudes: miro la actitud de confianza de Jesús de que lo que les cuenta de la palabra que echa raíces en el corazón de los que le escuchan, que acabará dando su fruto… una confianza de verdad contagiosa y saboreo el momento….

Escuchamos también a Jesús recordarles a los que le escuchan que no están exentos de los peligros del ambiente: persecuciones, seducción de las riquezas… ni de los peligros de no tener disposiciones personales: sin raíces, sin convicciones, sin un espacio en mi vida donde pueda calar la  autenticidad, la entrega… Veo cómo le escuchan y desean librarse de ellos… Me tomo mi tiempo para hacerlo mio.

PETICIÓN.  Que vaya teniendo los sentimientos de Jesús, que mire a la gente como Él le mira, que desee para ellos, lo que Él desea…

Respiro el ambiente de la orilla del mar de Galilea, sereno… donde la pasión de las palabras del Maestro, van cayendo en los corazones de quienes le escuchan absortos… Estoy ahí dejando que cale también en mi corazón…

4. JESÚS Y YO. 

En medio de esa multitud o cerca de Jesús, noto que lo que va contando, lo que va deseando para quienes le escuchan, va deseándolo también para mí… Lo noto porque se dirige a mí como diciéndome: “también tú estás llamado a dar fruto”. Y me siento encantado de su deseo sobre mí. Noto que va calando en ese mi espacio interior donde descubro que sucede lo más crucial de mi vida… Me tomo mi tiempo… es algo inesperado y gratuito… lo saboreo… pido que así sea.

Repaso con Jesús mis ambientes: dónde veo que voy dando fruto, o dónde noto que me llama a dar frutos de verdad y de misericordia: mi familia, donde se va abriendo camino la comprensión; mis amigos, donde vemos que no son sólo pasar el rato, sino que empezamos a contar nuestros relatos; mi trabajo, que no es para ganar la vida sino para crear lo que da vida; mis lejanos, los que llegan desde donde no pueden vivir, que pasamos de la indiferencia a la acogida…

Voy también aprendiendo a mirar con Jesús, otros ambientes un poco más alejados, donde va creciendo el fruto de la fraternidad sembrado en el corazón del mundo: conversiones personales, torrentes de solidaridad en proyectos sociales, desarrollo de finanzas éticas, innovaciones tecnológicas para luchar contra el hambre y el analfabetismo, ritmos de vida con espacios verdes…y aprendo a ver crecer el fruto en esos ambientes…

Con Jesús y con Él deseo sembrar la palabra, con esa fuerza que no proviene que  mí sino que se me regala… adaptándome a quienes me escuchan… con mis dificultades para decir una palabra por miedo o por vergüenza y abriéndome a lo que las personas o el espíritu en ellas quieran vivir.

5. COLOQUIO. Resumen de lo vivido en la oración: un texto, una palabra, una imagen… lo que más me ha llegado, lo que parecía que iba para mí, le pido, le doy gracias…

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