Jn 21, 1-19

0. TEXTO (leer los versículos enteros)
Simón Pedro les dijo:
– «Me voy a pescar».
Ellos contestaron:
– «Nosotros también vamos contigo».
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada (…) Jesús les dijo:
– «Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis».
Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro:
– ¡Es el Señor!
(…) Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo:
– «Venid a comer».
Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.
Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro:
– «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» (…)
Por tercera vez le preguntó:
– «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
– «Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero».
Jesús le dijo:
– «Apacienta mis ovejas. ¡Sígueme!»
1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)
Aquí nos encontramos con una catequesis repleta de simbolismo. Comienza el texto diciendo “algún tiempo después”, lo que quiere decir que ha pasado el momento inicial de las experiencias del resucitado. Ahora los seguidores de Jesús ya están embarcados en la misión. Es cuando se va pasando del anuncio primero a ir asentando las comunidades . Surgen preguntas del estilo de cómo situarse como cristianos en el mundo, ante el ambiente que les rodea: cuándo reunirse, qué hacer cuando se reúnen, cómo asumir a los nuevos que llegan, etc.
Si seguimos analizando los símbolos, el texto nos dice que es de noche, por tanto viven en oscuridad interior no sólo exterior. Están pescando (recordemos lo de pescadores de hombres), en plena misión, una misión universal. Habla del mar de Galilea, no del lago. Menciona el número exacto de peces: ciento cincuenta y tres, que, según San Jerónimo, es la totalidad de especies existentes para los sabios griegos.
En esta misión Pedro lleva la iniciativa. Recordemos que es el evangelio de Juan, y en las comunidades joánicas costó aceptar la autoridad de Pedro, pues Juan era el discípulo amado. Descubrimos el papel de Juan y de Pedro. El primero es el que percibe y reconoce: “Es el Señor”. Pedro es el que “se ciñe”, lo mismo que Jesús, para lavar los pies, para servir. Y así es como se mantiene la unidad de las comunidades, de la Iglesia: “la red no se rompió, a pesar de ser tantos”, con esas dos misiones de unir y de percibir, de reconocer, de intuir la presencia de Jesús.
En la labor en la que están enfrascados de noche Jesús se les adelanta, les precede, les espera con el alimento, el pez y el pescado. La letras griegas de pez, ictus, eran las iniciales Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador. Con Jesús amanece el día y con Él comen el pan y el pescado, se reúnen a celebrar la eucaristía y a retomar fuerzas para la misión. Nadie pregunta quién es porque esta experiencia les pone en conexión con la experiencia que previamente vivieron del resucitado. En ese momento duro de la misión le sienten tan vivo y tan presente como en los momentos iniciales tras la experiencia del resucitado. Allí están, permaneciendo con Jesús, llenándose del alimento preparado pero sobre todo de su presencia.
2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo de noche acompañando a los apóstoles, que deciden salir a pescar, a misionar… Toma la iniciativa Simón Pedro y le acompañan otros seis, entre ellos Juan… A decir de los judíos el número perfecto… Les pido embarcarme con ellos y llegamos a los caladeros donde suponen que habrá pescado… Les veo cómo cada uno toma su puesto y realizan su trabajo en equipo… Comienzan a echar las redes… Me pongo también yo con ellos… Al cabo de un rato recogen las redes… Múltiples intentos… y nada… Me tomo mi tiempo para contemplar la escena… aprender a ser paciente… e intentarlo una y otra vez sin fruto… Cómo me siento…
Recuerdo también, hago memoria, las veces en que he pasado noches pensando los planes para plantear las clases del día siguiente con todo entusiasmo, la búsqueda de nuevos modos de participar en la parroquia, la preparación de una oración que ayude a la comunidad… y todo… para nada… porque tenía toda la técnica pero no tenía a Jesús. Me doy cuenta de la importancia de embarcarme con Jesús cuando vaya a comenzar la misión… y qué hacer para ello…
En la orilla percibo una voz que les tenía que sonar conocida… Les pregunta por el fruto de su trabajo: “¿Tenéis algo de comer?” Escucho un lacónico “No”… No está el ambiente para hablar de la noche sin pesca… Sin embargo les da una idea: “Echad la red a la derecha y encontraréis”… Entonces… la abundancia… Juan intuye que esto se parece al acontecimiento de los panes, cuando parecía que no había nada y de repente llega para todos y dice a Pedro: “es Jesús… es el Señor”… Aprendo a intuir la presencia del Señor en mi vida y la gozo…
4. JESÚS Y YO.
Me sitúo con Jesús en la orilla. Veo a los apóstoles llevar el pescado a donde Jesús, que les espera con las brasas encendidas… Nos espera para sentarnos a su mesa y comer juntos, tanto para recuperar fuerzas como para poder comentar las situaciones vividas en la pesca, en la misión… Le van contando a Jesús las circunstancias de la noche… el viento… las olas… echando el copo… los relevos para vigilar las redes… el frio… y… ¡todo para nada! Hasta que apareció Él…
Aprovecho un momento a solas con Jesús para contarle mi misión hoy: educativa, social, organizativa, pastoral directa, de estudiante, ama de casa, aita de casa… Le voy detallando la preparación de oraciones, las lecturas para conocer la realidad, las conversaciones para conocer los desafío, los tiempos de discernimiento para decidir entre varias posibilidades, los momentos de descansar en Dios nuestros cansancios tras jornadas agotadoras… Me desahogo… Le sigo contando y me escucha…
En la mesa estoy cerca de Jesús cuando saca el tema de los conflictos habidos en la misión, de las negaciones, de las historias personales de fallos a la misión… En concreto, el de afianzar la autoridad de Pedro… Escucho a Jesús dirigirse a él: “¿Me amas más que estos, me amas, me amas?…” Y las tres veces espera su respuesta. Veo que Jesús, delante de todos, acepta a Pedro como cuidador y “unidor” de la comunidad… Miro cómo le da una segunda oportunidad porque ha fallado la primera… “Apacienta mis ovejas” es la confianza en el amor… Tú sígueme… Disfruto del perdón…
5. COLOQUIO.
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…
Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.