Jesús, el cuidador (Pastor)

Jn 10, 11-18

Imagen de Musa Ajit en Pexels

0. TEXTO 

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir; ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre»

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

El pastor, en la Biblia, es una metáfora muy utilizada para hacer referencia a los dirigentes. Así como había buenos pastores, también se identificaban malos pastores. A Dios, en muchos casos, se le presenta como ese pastor que cuida de su pueblo. En este texto, Juan está recordando la vida y muerte de Jesús y lo hace de esta forma porque seguramente era la más fácil de trasmitir quién fue Jesús a quienes ya no le habían conocido, en forma del pastor bueno por excelencia. No cualquier pastor, sino el Pastor (con mayúsculas) que pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida.

Un pastor, en el tiempo de Jesús, tenía un pequeño rebaño al que cuidaba conociendo a las ovejas una a una, por su propio nombre. Su rebaño no era un simple grupo de ovejas. El pastor sabía que de ellas dependía su vida y la de toda su familia. Ellas les proporcionaban leche, lana, queso… lo que necesitaban para la vida. El pastor no era un simple asalariado que cuidaba por dinero. Hacía las cosas por amor y arriesgaba su vida, si era necesario, por defender a cada oveja. Con este relato, Juan quiere llamarnos la atención acerca de qué Fuerza tiene Jesús en nuestras vidas. Cuando nos salga cuidar entregándonos del todo, inspirados en su Amor y su ejemplo, será la prueba de que Él habita nuestras vidas.

Una tentación fácil en nuestros días es pensar que cuando se habla de pastor se está haciendo referencia a obispos y sacerdotes… No es así, Juan está hablando de Jesús como Pastor, y del resto como ovejas (también obispos y sacerdotes). Además, Jesús no ha creado un corral (la Iglesia) donde meter a sus ovejas. Dios no es Alguien que cuide sólo de la Iglesia sino también de toda persona que viene a este mundo. Así es posible que podamos ser uno, con el único Cuidador de esta humanidad tan plural, tan rica, tan compleja, de naciones, culturas, clases sociales, castas, religiones etc. Cuando cuidamos somos de Dios, y al cuidar accedemos también a Dios.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Comienzo la contemplación situándome, como si presente me hallase, con Jesús, que ha subido a Jerusalén y está en polémica con los judíos debido a varias actuaciones, signos, que ha realizado y que han hecho posible que algunas personas puedan seguir vivas y con vida… Miro las personas que le rodean, los Doce y tantas otras… Me tomo mi tiempo para hacerme presente… El ambiente está tenso… pero Jesús está decidido a seguir adelante con su misión… ¿Cómo me siento en este contexto?… ¿Qué pasa con mis miedos? ¿Qué me sale pedir? Deseo su valentía… Me tomo mi tiempo…

Jesús hace una pausa y toma la palabra: “El Buen pastor da la vida por las ovejas”… Escucho… e identifico al Buen pastor con Él, porque eso es lo que Jesús está haciendo en ese pueblo, defender la vida de las ovejas dadas por perdidas, las que nadie defiende… Recuerda: “el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas”… Escucho a los apóstoles comentar qué es ser pastor y qué es ser asalariado… Capto el riesgo que asume Jesús para defender a tantas personas descartadas por aquella sociedad… ¿Cómo me quedo?… ¿Qué pido? Me tomo mi tiempo.

Después Jesús, mirando de frente a las personas a las que se dirige, les dice: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”… Deseo, como Él, que el cuidado llegue a todas… que no nos quedemos cuidando a lo que ya hay, sino salir a buscar, a todas, a toda personas de toda cultura y nación…¿Cómo me quedo? ¿Qué se mueve en mí? ¿Qué pido?…

4. JESÚS Y YO

Entre medio de esa multitud, Jesús va pasando su mirada entre todos, hasta que se encuentra con la mía, que está centrada en Él… y me recuerda: “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»… Escucho, sin perder palabra, algo donde Jesús se implica tanto… y hago mías sus palabras. Yo también deseo vivir así… ¿Qué me sale pedirle? ¿Qué pasa en mi interior, se mueve algo?…

Con Él, voy descubriendo a las personas que hoy damos por perdidas en esta sociedad: a los mayores porque ya no producen, a los que ni les dejamos nacer, a los que mueren de las hambrunas de la sequía, los que han quedado sin trabajo, sin papeles, sin familia, o simplemente niños a los que sus padres han abandonado, a los dejados a su suerte en las cárceles… miro despacio a tantos y me dice: «tú eres el buen pastor… tantas de esas “ovejas”, necesitan de ti, es bueno que por tu dedicación descubran que Dios es acogedor, cuidador”… Saboreo sus palabras y agradezco que confíe en mi para hacerlo… Me tomo mi tiempo.

Para terminar, le pido también que cuide de mí… A veces me siento fuerte y me como el mundo… pero me doy cuenta cada vez más de mi fragilidad. Por eso le pido que me sienta cuidado. Me contesta con una sonrisa: “pero siempre lo hago”… Me doy cuenta de que algunas veces estoy tan metido en mis pensamientos, planes y desánimos, que no me entero de los cuidados de los demás hacia mí. Ni de los cuidados de Dios conmigo… Voy escuchándole “siempre cuido de ti ¿no te das cuenta?”… Doy gracias recordando algún momento especial … y pido hacer lo mismo.

5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.

keyboard_arrow_up