Indiferencia frente a compasión

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Lc 16, 19-31 

Imagen de JooJoo41 (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.

En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Exclamó entonces: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan». «Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre vosotros y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí». El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento». Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen». «No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán». Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».

1. SITUACIÓN 

La clave de este evangelio es la compasión “splagzinomai”: tener entrañas de misericordia o conmoverse las entrañas. Es una palabra que en los evangelios sólo se pone en boca de Jesús y de los personajes de sus parábolas: el samaritano, el Padre del hijo pródigo, el rey que perdona un dineral a su siervo.

Compasión es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir y sufrir con él, más allá incluso de la empatía. Esto sucede también en otras tradiciones espirituales. Por ejemplo, en el budismo “no alcanzará la iluminación quien no es capaz de ponerse en el lugar del otro”. Las suras en el Corán comienzan todas de esta manera: “al Dios compasivo y misericordioso”. Tomás de Aquino dice que «Dios es todopoderoso en cuanto que es todomisericordioso«.

La compasión se opone a la indiferencia, a la cultura de la indiferencia que diría nuestro Papa Francisco. Va en línea de aquel dicho de Martin Luther King: «Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas».

Volviendo al texto: Lázaro es llevado por los ángeles al seno de Abraham… Al rico lo enterraron. En el texto, el rico no tiene nombre, lo que era, en aquel contexto, como no existir. El pobre se llama Lázaro, que traducido significa “Dios ayuda”. El abismo entre el seno de Abraham y el lugar de los muertos no será luego, sino ahora; es el abismo que creamos entre el modo de vivir indiferentes y el modo de vivir desde la compasión. La diferencia entre ambas maneras de sentir y actuar, ese es el abismo histórico. Un abismo inmenso en la forma de tratar a las personas, mismo abismo que sienten cuando son tratadas con misericordia o cuando son tratadas con indiferencia.

En nuestro contexto, estamos llamados a ganar en sensibilidad, en capacidad de ponernos en el lugar de los otros. Pero el individualismo reinante influye muy negativamente, porque nos hace funcionar según lo que necesitamos, con el riesgo de tratarle al otro como «mi» objeto de necesidad.

2. HACEMOS SILENCIO 

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Entro en el texto, me hago presente en la escena… lo hago uniéndome respetuosamente a la situación que están viviendo Jesús y los doce… Acompaño a Jesús con sus seguidores, cuando ya les ha advertido que echar su suerte con él implica priorizar la fraternidad, anteponiéndola a sus propios bienes, a su familia, a su vida… Lo recuerdo, lo revivo… Me pregunto: “¿Cómo situarnos con corazón misericordioso ante la miseria humana?”… Escucho con atención la parábola que cuenta…

Nos hacemos presentes en los personajes de la parábola… Un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo…  y cada día hacía espléndidos banquetes… A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas… Miro detenidamente la escena, me dejo empapar por lo que acontece… ¿Cómo me deja? ¿Qué siento?… Me fijo en los contrastes… Me pregunto cómo puede ser que esto suceda… Me tomo mi tiempo.

Seguimos contemplando… “El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado”. Una vida ganada (seno de Abraham)… una vida perdida sepultado en el lugar de los muertos… ¿Cómo puede ser que una vida de lujos, caprichos… sea una vida de muerte, y una vida de penurias sea una vida recogida por Dios…? Me digo que aunque Dios estuvo presente en la vida de los dos, el rico no le hizo sitio… si no, hubiera tenido el corazón ganado por la misericordia de Dios… y el pobre, parece que es Dios a quien sólo tenía… Me tomo mi tiempo para hacer mía la escena… la repaso con el corazón… ¿Qué pido?…

4. JESÚS Y YO. ME  SITÚO EN EL HOY. 

Jesús mira en torno a sí y se topa conmigo. Me dice: “¿Qué haces que la vida de nuestro mundo hoy no termine en muerte?… Con lo que me dice hago memoria de las últimas líneas escritas por Jeff Bezos: “No hagáis lo que he hecho; yo he vivido para acumular pero he perdido la vida, no sólo la salud por un cáncer, sino la familia, los amigos…” La historia se repite… Jesús me recuerda: “Ni aunque un muerto resucite…” ¿Qué siento?…

Le cuento a Jesús los contrastes de hoy en día: Los paraísos fiscales y con ellos los estados que no recaudan lo necesario para salud, educación… Los tiempos de crisis donde los más ricos aumentan sus ganancias a costa de la mayoría de la población… Las corrupciones que enriquecen a los desalmados y empobrecen a los honestos… El alimento que se tira a la basura en estas tierras y las hambrunas de los que carecen de todo… ¿Cómo me hace sentir?… ¿Qué pido?…

Y yo, ante esto, ¿qué?… Le pregunto a Jesús: «¿Cómo es que dejamos que la codicia de riquezas nos gane el corazón y no el amor servicial de Dios? ¿Cómo podemos vivir tan apegados y engañados a lo que no nos da verdadera vida? ¿Cómo vivimos metidos en esa rueda infernal que nos saca de nuestro centro vital, de nuestro corazón de carne y nos mete en las ambiciones desmedidas, competitividades sin piedad y hacemos tanto daño…? Jesús me contesta: “Elige la vida… elige la compasión”… Lo deseo de corazón… Me tomo mi tiempo para pedirlo.

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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