Escuchar y actuar

Jn 1, 6-8; 19-28

El Bautismo de Jesús , Navarrete «El mudo», Juan Fernández. Museo del Prado.

 

0. TEXTO

Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz.
–Yo soy, como dijo el profeta Isaías, ‘Una voz que grita en el desierto: ¡Abrid un camino recto para el Señor!’
Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno que no conocéis: ese es el que viene después de mí. Yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias.

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

Nos estamos preparando “para Navidad, para cuando el Señor venga”… pero está viniendo siempre, en todo momento. Lo que sucede es que necesitamos tiempos de mayor intensidad; como diría el Principito, «necesitamos ritos». Tiempos que marcan y diferencian del cotidiano hacer. Por tanto, aunque sabemos que el Señor está llegando siempre, ponemos una fecha ritual: Navidad (Dios se encarna, toma nuestra condición humana). Así, el adviento es el tiempo, por una parte, para tomar conciencia de que Dios está llegando a nuestra vida… y por otra, es el tiempo para poner orden en nuestra vida para recibirle y tome carne en ti y en mí, teniendo sus mismos sentimientos.

En el texto escuchamos el adviento de Juan. Él escuchó lo que Dios quería de su persona y descubrió que se trataba de vivir una vida ascética, de oración y penitencia en el desierto y así “preparar el camino al Señor”, el cual llega para dar una oportunidad a todo el pueblo, a todas y cada una de las personas del pueblo. Oportunidad que, por el funcionamiento de aquella sociedad, les estaba negada para la inmensa mayoría de la población. Y para hacer posible esa oportunidad, decide dar un primer paso, con un signo de inicio de algo nuevo: Bautizar en el Jordán. “Dios te da la oportunidad del perdón, conviértete” era su lema.

Del mismo modo que Juan escucha la llamada y se pone a vivirla, nosotros vamos a aprovechar estas semanas para ordenar nuestra vida es decir, para ir aprendiendo a escuchar. ¿Cómo? Haciendo tiempos de silencio, dedicándonos a la oración para que nos identifiquemos con los sentimientos de Jesús, acercándonos a escuchar a quien necesita más desde enfermos hasta sin techo, y aprendiendo de las sorpresas de la vida, de las casualidades. Así dejamos entrar a Dios en nuestra vida. Y a través de nuestras decisiones, en la vida de os demás.

Nos ponemos manos a la obra. Lo hacermos con un signo. En el caso de Juan fue público: bautismo, un signo que arrastró a tantos. ¿Nuestro signo? Aunque sea pequeñito, es bueno que sea público: una vela en el lugar de trabajo o en el hogar, solemos poner el belén con los hijos, pero además de lo formal, algo más personal: un dibujo con una mano tendida, una pregunta en el escritorio: ¿qué me habita? Una hucha: del black friday al black solidarity. El signo de Zaqueo: doy la mitad de mis bienes a los pobres etc. Y no sería raro que nos preguntasen como le preguntaron a Juan: ¿a qué viene esto? ¿Para qué haces eso? Y entablaremos un diálogo con quien esté interesado o quien nos interpele.

2. Comenzamos la oración HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. Vemos, escuchamos, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente, revivo la escena. VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la escena, entro en ella, como si presente me hallase. Juan bautiza, anuncia la conversión, un signo deslumbrante, novedoso, bautiza en el Jordán ,no en el lugar de costumbre, transgrede… es un signo que se convierte en multitudinario, la oportunidad de Dios para todos… Miro lo que sucede a una cierta distancia, como con ganas de meterme también yo en esa oportunidad, y viendo la necesidad que tantos tienen de ella… Pido darme cuenta de lo que muchos y yo necesitamos: sentirnos queridos en nuestra fragilidad y en nuestras heridas… y me tomo mi tiempo para hacerlo mío, sin prisa…

Juan metía mucho ruido en aquella sociedad, por eso, la autoridad se empieza a preocupar y allí estoy cuando los enviados de los fariseos y de los judíos llegan a preguntarle ¿Qué dices de ti mismo? ¿Por qué haces eso? Estoy cerca cuando esto sucede… Noto la tensión que se respira, el tono de pedir cuentas con el que llegan… Me tomo mi tiempo para aprender a acoger las preguntas directas, inquisitivas… Y escucho la respuesta de Juan: soy “el que abre un camino recto (justo) para el Señor”… Aprovecho para unirme a Juan y a toda aquella gente que se bautiza y que quieren abrir los caminos de la justicia… disfruto con tantas personas deseosas de un cambio comenzando por ellas mismas. Me sumo a ellas de corazón… con calma…

Sigo escuchando a Juan dirigiéndose a tantos que necesitaban encontrar el camino de la vida. Me sitúo con ellos porque me sucede algo parecido. Me fijo en la gente que le pregunta a Juan qué hacer y es como si respondiese: se te ha dado una oportunidad, da tú a tu vez otra oportunidad a tu prójimo… Y veo que se toman en serio la propuesta de Juan… Mirándoles a los ojos, noto que se sienten llenos de gratuidad, desean ser creativos para dar una respuesta generosa. Yo me uno a su deseo. Lo pido con fuerza porque es algo bueno…

Estoy cerca de Juan cuando dice a quienes le escuchan: “yo bautizo con agua… preparo el camino a quien no soy digno de atar la correa de su sandalia” Descubro que no se cree el centro ni el importante en lo que hace. Siente que lo ha recibido y que su acción es un disponer, un preparar a las personas para que escuchen a Dios y descubran lo que quiere para ellas. Noto cómo la gente se queda admirada de la humildad de Juan. Y también yo. Lo pido. Allí hay un sabor a algo nuevo que se va forjando y que sabe a tiempos nuevos… y gozo este momento estando…

4. JESÚS Y YO

Me sitúo en el mundo de Juan Bautista, como si presente me hallase, en la zona del Jordán. Es alguien que plantea algo novedoso, transgresor, y eso da un poco miedo. Pero siento que ese es el sitio donde tengo que estar… me tomo mi tiempo para hacerme con el lugar: con la gente, las caras, la alegría de la oportunidad…

Luego le miro a Juan y le noto convencido de lo que hace: “en el desierto preparad el camino al Señor”… y pienso que esto le ha tenido que ser inspirado y lo ha tenido que orar mucho. Una apuesta de vida tan rompedora no es una ocurrencia porque no tenemos fuerza para mantenerla en el tiempo… Me tomo mi tiempo para saborear la autenticidad de la apuesta… Pido esa fuerza y esa experiencia que me permita estar allí donde creo que tengo que estar.

Veo de nuevo a Juan dando razón de su apuesta, esta vez a los enviados de los fariseos: ¿por qué bautizas, si no eres uno de los que esperamos ni Elías, ni el Mesías, ni el profeta? Aprendo que Dios entra por un camino diferente al oficial… Me tomo mi tiempo para aprender de lo sorprendente y pido aprender a vivir en la incertidumbre… en la confianza de lo que experimento verdadero… y sigo pidiendo aprender a responder en verdad… sabiendo que la respuesta está en el futuro, no la puedo verificar…

Sigo cerca de Juan, como queriéndome empapar de su espíritu y de su autenticidad. Como él, quiero buscar hoy un signo que me coloque y nos coloque en camino: una presencia en algún lugar que veo que me puede cambiar… una aportación que me saque de mi acumular… un tiempo de oración…, de aprender a escuchar nuestro interior y en él, la voz de Dios… Me paro y miro a ver si alguno de estos es mi signo o, si no, cuál… me tomo mi tiempo.

Sigo profundizando, me imagino un signo, algo que lleve a descentrarme, a ser como Juan, que siente que él no es el centro sino que intenta poner a las personas en relación con su Centro, con Jesús, para que se centren… y saboreo ese deseo de ser acompañante de personas que quieren vivir centradas y no descentradas.


5. COLOQUIO.

Con Jesús. Lo hago en forma de resumen de lo vivido en la oración. Le cuento lo que más me ha llegado, lo que parecía que iba para mí, un texto, una palabra, una imagen… Y le pido, le doy gracias…

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