En Dios vivimos, nos movemos y existimos

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Jn 1, 1-18

Imagen de TamalRoy (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió…

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

“En el principio”: así comienzan el Génesis y el evangelio de Juan. Desde la experiencia de Jesús, Juan relee el Génesis. Donde escribe “Y dijo Dios: Hágase…”, ahora Jesús es esa Palabra con la que Dios (el Padre) se expresa… “todo se hace por medio de Él: la Palabra; y sin ella no se hizo nada de lo que existe”. Así, todo nace a la gratuidad, a la verdad; todo el universo, los seres humanos, todo, son expresión del cariño inaudito recibido.

Dios estaba volcado hacia la palabra: la palabra estaba en Dios, la palabra estaba junto a Dios, volcada hacia Dios. Ambas distintas, pero en una íntima unión dinámica. “En la palabra había Vida”. Nos comunica vida… estamos impregnados de la Vida de Dios. Gracias a que es vida se puede convertir en ejemplo, en luz de los hombres. Y las personas con vida son luz, para que otros, gracias a su ejemplo, a su luz, tengan vida.

Y el verbo se hizo carne. Sin carne no se puede concretar el Espíritu. Encarnación… Cargar con la realidad, encargarse de la realidad… Sólo se descubre al Espíritu en las situaciones encarnadas. El deseo de Dios sería desplegar su Espíritu en toda carne, en todo ser viviente, y como tal, frágil y dañado. Por eso Jesús se ha hecho humano para que los seres humanos seamos divinos… Y nos vamos haciendo divinos en la medida que nos identificamos, nos configuramos con Cristo, de modo que vivamos la unión con Él y nos vayamos unificando con Todo y con todos…

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Comienzo la contemplación haciéndome presente en esa intimidad de Dios, con todo respeto. Descubro que esa intimidad es la situación habitual en que Dios nos quiere con Él: sus manos son como el suelo en que nos apoyamos y el techo que nos cobija… Saboreo esa atmósfera donde se respira el shalom, la paz verdadera de amor gratuito, el Espíritu de Vida… Ahí nos quiere Dios… Ahí nos tiene al universo entero. Me tomo mi tiempo para agradecerlo y vivirlo…

Sigo haciéndome presente en ese espacio de comunicación profunda del Padre y el Hijo, en ese océano de Vida que existe desde el comienzo de los tiempos… Me sitúo allí donde Dios pronuncia su Palabra, allí desde donde nace todo, allí donde la Palabra de Vida es comunicada a todo lo que existe, a los minerales, a los vegetales, a los animales, a las personas… Doy gracias por esa vida de Dios en todo. Disfruto el momento… Me tomo mi tiempo.

Voy descubriendo que ese espacio de paz se parece al habitado por esos padres que preparan su ajuar para la llegada de sus hijos… Que una vez llegados, los cuidan, les trasmiten su Vida, son luz para ellos… Gozo con ese espacio de cuidado y vida donde Dios nos sostiene… Me siento sobrepasado por un Amor Mayor… Impulsado por su dinamismo… Y aprovecho para vivir inmerso en Su Vida… ¿Cómo me siento?… Doy gracias…

4. JESÚS Y YO.

Dios y su Palabra, el Hijo, me miran con cariño y me colocan como en una cuna gigante que podría llamarse naturaleza… Me dan la mano para caminar con Ellos, mirando, visitando, cuidando todo lo que existe: hierba, plantas, árboles… Los lugares donde respirar, los espacios para alimentarnos y cuidarnos… Saboreo lo que es vivir la naturaleza en Dios… ¿Cómo me quedo?… ¿Qué me sale pedir?

Acompaño cuando la Palabra se hace carne, uno de tantos, cuando acampa entre los suyos… Cuando llega a su casa a dar Vida y los suyos no le recibieron… ¿Cómo puede ser? Porque la Palabra estaba en el mundo aún antes que ellos y el mundo se hizo a su imagen… Jesús, la Palabra, me anima a caminar con Él asumiendo los rechazos… Me siento unido y con fuerza para caminar con Él en los rechazos…

Unido a Él, me anima a que le acompañe para acercarnos a todos aquellos que le reciben… Veo a tantas personas de tantas culturas, religiones, filosofías, lenguas… Aquellas abiertas a la escucha, a que entre en ellos la Vida… Me tomo mi tiempo… Noto cómo la gratuidad y la verdad de Dios llena sus vidas… Cómo la gratuidad y la verdad son los valores que comienzan a vivir y se convierten en la cultura que se respira… Doy gracias de corazón porque la Vida está en marcha…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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