Cristo Rey

Online

L 23, 35-43

Cortesía de Comunicaciones UCA-El Salvador

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

Cuando llegaron al sitio llamado de la Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. [Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”]

Los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo:

– «Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!»

Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio, diciéndole:

– «¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!»

Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”

Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole:

– «¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!»

Pero el otro reprendió a su compañero diciendo:

– «¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero éste no ha hecho nada malo.»

Luego añadió:

– «Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.»

Jesús le contestó:

– «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda aquella tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad.

Jesús, gritando con fuerza, dijo:

– «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!»

Dicho esto, murió. Cuando el centurión vio lo que había sucedido, alabó a Dios diciendo:

– «¡No hay duda de que este hombre era inocente!»

1. SITUACIÓN                                                         

El reinado de Dios fue el centro de la predicación y actuación de Jesús. Aparece en numerosas parábolas en las que lo asemeja: a la semilla que cae en tierra y crece sola; a un tesoro; a una perla preciosa, etc. Jesús se siente identificado con “el Espíritu de Dios sobre mí porque me ha ungido… Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos… y el año de gracia del Señor”. (Lc 4, 16-19). Ese es el Reinado de Dios, sólo palabras de gracia.

Jesús entra en el mundo de los profetas (cita el texto de Isaías profeta) y se sitúa en la línea de Juan Bautista profeta, de los que no tienen poder y no como rey. Para erigir a una persona como rey se le ungía. Para realizar la misión de conducir al pueblo, hacer justicia a los oprimidos, Jesús lo hace como profeta, como Mesías. Es con su vida como hace presente el Reino de Dios, “pero si yo hago estos signos por la mano de Dios, es señal de que el Reino de Dios ha llegado a Vosotros”…  

Jesús no tiene muy buen concepto de “los reyes de las naciones, que las dominan con su poder y se hacen llamar bienhechores. Vosotros nada de eso, el que quiera ser el mayor sea vuestro servidor… Yo estoy entre vosotros como quien sirve”. Y sin embargo el título de su condena es “este es el rey de los judíos”. El letrero de Pilatos sobre la cruz de Jesús era una mofa a las autoridades judías. Lo mismo los soldados, que le colocan una corona para reírse de él.

Venga a nosotros tu reino, el Reino donde Abba Dios sea padre-madre y nosotros de su familia, hermanos y hermanas. Donde sus signos sean el de los panes para todxs (multiplicación), donde se responsabiliza a sus seguidores y donde se rechaza el dominar y el dejarse dominar. Este es el estilo de reinado que propone: Entregar la vida para hacer un pueblo de hermanxs, de iguales, de libres, de responsables… para hacer posible la mesa común, donde Dios se siente con todos sus hijxs.  

2. HACEMOS SILENCIO 

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Nos situamos ante Jesús crucificado, en un lugar fuera de la ciudad, expulsado de ella. Murió con la muerte con la que ajusticiaban a los asesinos… Contemplamos la escena… difícil de soportar… los discípulos lejos y las mujeres más cerca… ¿Dónde me sitúo yo? ¿A quién acompaño, de quién me siento acompañado? Me tomo mi tiempo para saber estar con Jesús en su abandono… y con los injustamente asesinados… ¿Cómo me siento?…

Mirando al crucificado hago memoria: Jesús el que quiere el Reinado de Dios, un pueblo que viva en verdad y en igualdad… Voy repasando la escena de los panes, de la sanación de los leprosos y los endemoniados (locos), de los conflictos con los autoridades para recuperar la fraternidad en el templo y en la Ley… Revivo su compromiso con esta causa… Me tomo mi tiempo…

Veo a muchos que se ríen de su desgracia: las autoridades le insultan donde más le duele: “Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!”… Un soldado le va a dar vinagre para la sed y el otro: Déjale que venga Elías a salvarle… Uno de los dos crucificados con él… ¿Qué siento? Angustia, miedo, rabia… fuerza para acompañar… o ¿me quiero marchar de allí porque no lo aguanto? …

4. JESÚS Y YO. ME  SITÚO EN EL HOY. 

En ese momento de máximo rechazo a quien encarna la fraternidad, escucho a Jesús: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”… Jesús no rompe la fraternidad con quienes le destruyen… y aprendo el arte de perdonar cuando uno es perdedor e injustamente acusado, juzgado y asesinado… en la cruz… Me tomo mi tiempo para aprender a hacer Reino en perdón de las cruces que vivo y en las cruces que acompaño…

Jesús me busca con su mirada. ¿Aguanto su mirada compasiva? No es una mirada para acusarme y preguntarme: ¿Cómo no has hecho nada por mí?…  Sino para perdonar mi abandono y mi indiferencia. Una mirada para que yo también perdone a los que me ofenden con saña… Me tomo mi tiempo…

Acompaño a Jesús, que en ese trauma extremo que sufre es capaz de llevar adelante la fraternidad, de mantener la conexión con el Dios de la Vida. “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”… Viviendo en pura soledad… Le pido: “Jesús, que pueda vivir mi vida conectada a Ti, para que lleve adelante la fraternidad del Reino de Dios hasta el extremo”…

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

keyboard_arrow_up