Mc 1, 7-11

0. TEXTO
En su proclamación decía: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.”
Por aquellos días, Jesús salió de Nazaret, en la región de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. En el momento en que salía del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. Y vino una voz del cielo, que decía: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.”
1. SITUACIÓN explicación breve del texto
Hacia los 16 años los hombres se casaban. Pero Jesús no se casa, vive el celibato en un pueblo en el que los hijos son bendición de Dios. Durante este tiempo Jesús va buscando ¿Qué es lo que Dios quiere de él? ¿hasta cuándo le va a tener viviendo una situación a contrapelo de lo que se lleva? La respuesta no le viene de una revelación en oración sino de mirar-discernir la vida. La presencia de Juan el Bautista le habla de Dios. Juan es la referencia religiosa que Jesús encuentra más auténtica que ninguno de los otros grupos de su tiempo, más que en los fariseos, esenios y zelotes y por supuesto, que los saduceos, sacerdotes y levitas. Todos ellos tienen su propia respuesta a lo que Dios pide a aquel pueblo. Jesús encuentra la repuesta en la persona de Juan el Bautista, el que trae una oportunidad para todos.
Alguien que lee este texto, en aquel tiempo, está perfectamente situado, pero nosotros no. Es el género literario que llamamos hierofanías o teofanías, manifestaciones de Dios. El contexto lo dan: Al salir del agua, “vio los cielos que se rasgan, el cielo abierto”. Nos sitúa en Is 63, 19 (ojalá rasgases los cielos y bajases…) y “el Espíritu que desciende en forma de paloma” Gen 1,2 (El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas). Quien lee este texto en aquel tiempo sabe que se trata de una experiencia de Dios.
La clave está en la interpretación, la Voz: “Este es mi Hijo amado, en Él me complazco”. Esta es su experiencia, donde toma conciencia de lo que es, donde le sale nombrar a Dios como Abba (con la primeras palabras que emplea un niño pequeño, cuando comienza a hablar y nombra a sus padres) abba, papa, aita, ama… se trata de una experiencia interior clave. Y esa es la experiencia central: Sentirse amado, “en Él me complazco”. Por tanto, Dios es como un padre-madre de cada persona del pueblo. Y todos de la misma familia, hermanos y hermanas.
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo con la imaginación en Nazaret, en una de aquellas reuniones que hacían a la salida de la sinagoga. Hay un grupo entusiasta hablando de Juan el Bautista… y yo me hago presente. Escucho que algunos se quieren hacer bautizar por Juan en el Jordán… Y en eso, Jesús toma la palabra y dice: “Yo esta semana voy camino del Jordán”… En la conversación, varios más se apuntan con Él… El ambiente es precioso. Se huele lo nuevo que llega. Saboreo el momento, como si tocase la salvación esperada… Yo no voy a perder la ocasión y pido acompañarles…
Jesús aparece trayendo una esterilla y un poco de alimento. Hay otros varios del pueblo. Me invitan a hacer el camino juntos. Comenzamos a caminar como si presente me hallase… Vamos muy animados hablando del futuro, tal como lo proyecta cada uno… Y Jesús: “es necesario que llegue el Reinado de Dios… es bueno que descubramos que Dios quiere que cambie esta situación, pero que cambien también nuestros corazones”… Le escuchamos con alegría desbordante… hago mío su mensaje y lo guardo rumiándolo en mi corazón. Me tomo mi tiempo… y me pregunto qué personas y grupos son referencia para mí hoy…
Llegamos al Jordán y me acerco con Jesús a la fila de los bautismos. Me late el corazón con fuerza, son de esos momentos intensos en la vida… Se va acercando el momento de ser bautizado. Me fijo en Jesús. Juan se para a hablar con Él… Con algún otro lo había hecho pero con Jesús habla largo… Llama la atención a la gente ese diálogo prolongado… No pierdo detalle del bautismo de Jesús… su inmersión en el agua… su tiempo dentro del agua hasta que Juan le ayuda a salir… Jesús sale con una alegría inmensa… Algo le ha sucedido… Doy gracias por lo que está ocurriendo y por las esperanzas que suscita esta nueva situación en tantas personas… y en mi también…
4. JESÚS Y YO
Días más tarde, Jesús me convoca en el desierto. Me sitúo junto a Él, como si presente me hallase y me cuenta muchas cosas… Le escucho a Él con suma atención: “yo esperaba algo así como una señal, un algo que me hiciese descubrir lo que Dios quería de mí. Y no terminaban de convencerme ninguno de los grupos más interesantes que conocía: fariseos, esenios, zelotes… pero lo de Juan era diferente”… Jesús sigue contándome “al bautizarme, es como si los cielos se rasgasen que decía el profeta Isaías y el Espíritu bajase sobre mí, así lo sentía… y sobre todo la voz: Me sentí hijo amado querido por Dios”… yo escucho agradecido por la confidencia y teniendo conciencia de escuchar un relato que trasforma la humanidad…
Seguimos en conversación. Le digo: “qué suerte sentirse Hijo, Hijo querido”… Y me cuenta “el descubrir a Dios como Abbá me hace sentirme en total confianza, como un hijo pequeño cuando comienza a balbucear sus primeras palabras, en manos de sus padres”… Comienzo a comprender la novedad que supone esa experiencia que marca la historia de la humanidad. Nadie lo ha llamado así… y las consecuencias que se derivan son impresionantes: somos de la misma familia, hijos… Me dice: “tú también tienes derecho a sentirte hijo… Dios te quiere como a mí. Si se me ha dado a mí, es para que descubras que con todo ser humano, Dios es así, para que tomes conciencia de la confianza que te da y te dirijas a Él con esa total confianza de un peque en manos del cariño de sus padres”… me tomo mi tiempo para saborear el sentirme hijo…
Sigo conectado a Jesús en ese ambiente de plena confianza. Me comenta: ”qué importantes son las experiencias fundantes en la vida de las personas… ¿Cuál es tu experiencia fundante?”… Voy haciendo un poco de memoria por acertar a contársela, me tomo mi tiempo… le cuento: “un día en el silencio de un retiro… otra vez en la muerte de un familiar querido… también un día que súbitamente descubrí que me llenaba de profunda paz”… me recuerda “qué importante es tener un Centro desde donde poder conectarse y tomar las decisiones de nuestra vida, sostenidas en el tiempo y probadas… para afrontar los retos de este tiempo complejo”… Le pido de corazón que así pueda vivir porque me parece vital…
5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.