El perdón entre vosotros

Mt 18, 15-20

Imagen de Diana de Weert en Pixabay

0. TEXTO

“Si tu hermano te ofende, habla con él… Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo… si dos de vosotros os ponéis de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo os lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

En la cultura del tiempo de Jesús, quien puede perdonar los pecados es sólo Dios (después de buscar la muerte de Urías, David reza en el Salmo 50 “contra Ti sólo pequé”). En tiempo de Jesús, para merecer el perdón de Dios, los pecadores (enfermos con enfermedades incurables, también profesiones y otros muchos) tiene que hacer méritos en un recorrido de larga conversión, Para la mayoría de la sociedad esto era simplemente imposible. Sólo les quedaba apelar a su misericordia de Dios.

¿Y la práctica de Jesús? Él desde su experiencia del Jordán, se va identificando cada vez más con Dios-Abbá. Por eso dice en el evangelio de Juan “Quien ha visto al Hijo ha visto al Padre… el Padre y yo somos uno”. El Amor de Dios, que le habita, se convierte en su identidad más profunda. El Amor va unido al Perdón, como la otra cara de la moneda.  El perdón es la práctica habitual de su vida, que consiste en sanar gratis a las personas. Un texto postpascual clave (Mt 9, 8 y paralelos) recoge estos dos aspectos: “Hijo, se te perdonan tus pecados”… Los maestros de la ley: “blasfema quién puede perdonar pecados sino sólo Dios”. Jesús: “para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados, a ti te digo: levántate toma tu camilla y vete a tu casa…

A través del curar, sanar, los llamados pecadores recuperan su salud física y psicológica, consiguen dos cosas: recuperar su amistad con Dios (porque se creía que el pecado era un castigo de Dios) y al desaparecer el pecado desaparece el obstáculo que le mantenía alejado de Dios. Y recuperar su lugar en el Pueblo. Desaparece la impureza que según la ley impedía formar parte de él. En Mt 9, 8: «al ver esto, la gente glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres».

Centrándonos en el texto de hoy, Jesús da este poder a sus compañeros (Mt 18, 18): «lo que atéis en la tierra quedará  atado en el cielo, lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo». Da a los creyentes, a la comunidad, a la Iglesia, ese poder, esa capacidad de perdonar, de sanar, de reconciliar, con su hermano al que ha herido, con la comunidad, con Dios. Y se convierte en práctica habitual de sanación, de reconciliación de la comunidad.

Ese amor perdonador llega al colmo en la cruz, Jesús es capaz de pedir a Dios el perdón por los que le destruyen como persona y destruyen su proyecto: «Padre perdónales porque no saben lo que hacen»… Y trasmite ese perdón a los  demás en las experiencias del resucitado: «paz con vosotros… recibid el espíritu Santo, a quienes perdonéis les quedan perdonados…» Jn 20, 19-29 . Hannah Arendt en La condición humana afirma que el descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos en la historia es Jesús de Nazaret. Ese perdón se ha secularizado y hoy es fuente de inspiración en tantos procesos de reconciliación en pueblos donde se han causado terribles heridas.

2. Comenzamos la oración HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con texto del evangelio a contemplar hoy.

3. Vemos, escuchamos, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente, revivo la escena. VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el texto, que es para que lo viva, lo experimente yo hoy… lo hago uniéndome respetuosamente a la situación que están viviendo Jesús y los doce. Me sitúo en la experiencia del perdón de las ofensas, de los daños que se hacen en la comunidad. Escucho a Jesús: “si tu hermano te ofende”… Contemplo la práctica que tenían del perdón en la comunidad de Mateo, primero personalmente, aprendo a ser testigo, a dar la cara, a no ser demasiado duro… miro cómo lo hacen… y disfruto de la manera práctica de solucionar los daños causados entre ellos… me tomo mi tiempo

También me sitúo entre ellos, que no son perfectos sino con capacidad de dañar a los demás, de ofenderles… miro las actitudes de Jesús de desear de nuevo la reconciliación en el grupo. Me sitúo junto a él, disfruto de la posibilidad de rehacer los vínculos rotos y de recuperar las relaciones rotas por malas prácticas de poder, envidias, cosas que no se hablan… veo cómo lo hacen y aprendo para nuestra comunidad… De nuevo estoy con Jesús que me dice: sin perdón no hay posibilidad de rehacer las relaciones… Aprovecho para saborear la reconciliación.

PIDO tener los mismos sentimientos de Jesús para perdonar, para sanar. Y también pido la fuerza para pedir perdón.

Y en este ambiente en el que estoy metido de Jesús y los Doce, noto, siento la fuerza de la comunidad, que se consideran como hermanos y por tanto pueden decirse: “si tu hermano peca contra ti” … me siento hermano de Jesús y de los Doce, una nueva experiencia, un ambiente donde se respira hermandad en medio de limitaciones y fallos, están dispuestos a dar oportunidades a los demás. Saboreo el momento…  Respiro el aire de la comunidad donde se sienten hermanos y donde me siento hermano… Escucho a Jesús: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” No pierdo la ocasión de gustar la comunidad.

Me sitúo en la misma escena, cerca … y escucho con atención lo que Jesús nos regala, lo que Jesús nos da, aquello en lo que nos capacita. Es como si soplase sobre nosotros y nos diese su espíritu de perdón: “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo”… tomo mi tiempo para asimilarlo con ellos… veo cómo les empodera para perdonar.

4. JESÚS Y YO.

Ahora me doy cuenta de que Jesús me mira también a mí como queriendo estar personalmente conmigo, además de estar con los Doce. Y me pregunta por mi comunidad, quiénes son mi comunidad… los nombro personalmente, pido por ellos, con algunos me va mejor que con otros… Y escucho a Jesús: “y si tu hermano te ofende”, ¿qué haces?… Me fijo en la práctica que tenemos del perdón en nuestra comunidad, o en nuestra familia, o en nuestro vecindario… Miro los pasos a dar, lo puedo aprender de la comunidad a la que pertenezco. Noto que Jesús me da ánimos para intentarlo… me tomo mi tiempo…

Sigo con Jesús escuchándole… y cómo yo tampoco soy perfecto, ni mucho menos… sino que tengo el riesgo de hacer daño y de ofender… Escucho los deseos de Jesús para mí, deseos de que yo vaya trabajando mis reconciliaciones pendientes con personas cercanas, algunas incluso desde hace mucho tiempo…  Me sitúo junto a él, disfruto de la posibilidad de rehacer los vínculos rotos y de recuperar mis relaciones rotas… voy repasando las personas o las situaciones con quienes poner paz en mi vida… Aprovecho para saborear las reconciliaciones realizadas y las posibles…

En este ambiente de Jesús y los Doce traigo a las personas de mi comunidad para que aprendamos a considerarnos hermanos y me salga decir “ si mi hermano-a peca contra mí…” Respiro, huelo el aroma fraterno de la comunidad donde me sienten hermano y donde siento a los demás hermanos… y escucho a Jesús: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” La presencia de Dios en la comunidad. Liga su presencia a la relación, no la sitúa tanto en cada persona… No pierdo la ocasión de saborear la relación y lo comunitario… Sigo escuchando con atención lo que Jesús me regala, lo que me da, aquello en lo que me capacita,  “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo”… tomo mi tiempo para asimilar la capacitación recibida y la responsabilidad adquirida para pedir perdón y perdonar en el a diario… le pido su cercanía para hacerlo realidad… incluso para practicarlo en la corrección fraterna… y me anima a vivirla en este espíritu…

5. COLOQUIO. Resumen de lo vivido en la oración: un texto, una palabra, una imagen… lo que más me ha llegado, lo que parecía que iba para mí, aquello con lo que me identifico… Le pido, le doy gracias…

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