Lc 14, 25-33
0. TEXTO (leer la parábola entera).
Jesús iba de camino acompañado por mucha gente. En esto se volvió y dijo:
“Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de vosotros quiere construir una torre, ¿acaso no se sentará primero a calcular los gastos y ver si tiene dinero para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, si no puede terminarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.’ Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo.»
1. SITUACIÓN, explicación breve del texto.
Jesús sitúa a los que le siguen en conexión con Dios Abba (amor pleno). Descubren el Reino de Dios, que es algo así como la fraternidad en la casa común. Esto se convierte en el Absoluto de sus vidas. Es decir: pueden empeñar sus vidas en esa fraternidad que se traduce en muchas decisiones pequeñas muy concretas de todos los días.
Tomar su cruz. Les dice que integren esa posibilidad en sus vidas, que puede suceder. Hoy día acompañamos a Cristo con su cruz. Al hacemos compañeros de sufrimiento de tantos cristos, al acompañar a tantas personas vulnerables, llevamos adelante las decisiones concretas de la fraternidad. A veces o muchas veces sin entenderlo.
Renunciar a todos sus bienes (que tengan sus bienes en disponibilidad, dependiendo qué se necesite). Es la primera Bienaventuranza. Dichosos los disponibles. Recuerdo el caso de aquel dentista que nos contaba: “Yo era como tú. Tenía mi consulta, casa, familia… comenzó la guerra y una bomba lo destruyó todo… Estoy en un país que no es el mío, con una lengua que no es la mía, empezando de cero”. Puede pasar. También lo de Abraham que con más de sesenta años, de los de entonces obedeció: “Sal de tu tierra, de la casa de tus padres”… Como San Ignacio… ¿Cómo situarnos como peregrinos ligeros de equipaje en ésta sociedad de consumo en la que para ser felices se necesita hinchar el ego poseyendo cosas…?
2. Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Me sitúo de camino con Jesús, como si me hallase presente. Voy en grupo con otra mucha gente, mirando a las personas a los ojos para descubrir lo que les mueve a seguir a Jesús: sentirse protegidos, confiar en Alguien clave, algo a conseguir en Jerusalén, la posibilidad de un futuro fraterno… Voy saboreando el mundo interior de las motivaciones de personas que siguen a Jesús… Me tomo mi tiempo.
En un momento del camino, cuando Jesús intuye lo que le espera, se para y les propone que se sienten. Intenta ser totalmente sincero con ellos para que sepan lo que se van a encontrar: “Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo”… Escucho impresionado estas palabras. Miro a la gente que le sigue. No sé hasta qué punto se las cree de verdad… Trato de hacerlas mías… ¿Cómo me hace sentir?… ¿Qué me sale pedir?…
Sigo presente cuando Jesús les comenta: “El que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”… Recuerdo lo que significa la cruz: el modo en el que Roma, que ha conquistado Tierra santa, trata a los disidentes haciéndolos morir con una muerte horrible de asfixia, desangrados y humillados… Jesús les recalca: “Si venís conmigo, sabed a lo que os exponéis”… Escucho no sin cierto miedo… Trato de afianzar mis motivaciones conectándome al Dios que tiene la última palabra en la historia… ¿Cómo me siento?
4. JESÚS Y YO.
Jesús, después de haber posado su mirada sobre las personas que le siguen, la posa en mí… Visto el compromiso radical que supone seguirle, quiero trabajar ahora mis motivaciones: “Quiero que estés convencido del todo, porque lo puedes perder todo… Continua: “Quien quiere construir una torre, ¿acaso no se sentará primero a calcular los gastos? Pues si no puede terminarla todos los que lo vean comenzarán a burlarse de él…” Empiezo a entender: sólo el muy motivado es capaz de aguantar un fracaso estrepitoso y no romperse… Me tomo mi tiempo… Empiezo a echar mis cálculos… ¿Cómo me siento?…
Ahora le pregunto a Jesús: Esto sólo se puede hacer cuando estamos totalmente conectados a un Amor mayor que nos habita, que habita el fondo mi ser, ¿verdad?… Y su respuesta: “Sí, así es. Conectados a ese Amor en quien vivimos, nos movemos y existimos… ese Amor mayor, siempre más, siempre sorprendente”… Trato de hacer mías estas palabras y la fuerza que contienen para vivir… Pido poder caminar en esas Manos… en ese Amor incondicional … Me tomo mi tiempo.
Jesús me dice: “Desde ese Amor Mayor, amas a la familia, a los amigxs, a ti mismo… Desde ese Bien Mayor eliges dar la cara, plantear la verdad, ser justo, ser misericordioso estando con los perdedores”… Y así deseo vivirlo, sabiendo que arriesgo mucho… Pido de corazón que pueda vivir así, porque creo que es lo justo… ¿Cómo me hace sentir?…
5. Y vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús.
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…
Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.