Primer taller «Sanar mis heridas»

Toni Caballero SJ y Aloña Braceras en Pamplona

El pasado 5 de junio llevamos a cabo el primer taller “Sanar mis heridas” de un día de duración. Era el momento de iniciar algo que se nos había resistido con la pandemia. Lo dimos al mismo tiempo en Pamplona y en San Sebastián, acompañados por dos personas en cada taller. En total, 25 personas participaron de la experiencia.

Este taller consistió en hacer un primer acercamiento a las heridas personales y las dinámicas internas que nos acercan o alejan del perdón. Rencores, miedos, rabias, odios… sanarlos por medio del perdón. De este modo, la intención es recuperar una mayor paz y armonía e irse liberando de aquellos sentimientos y narrativas de historia personal que mantienen ataduras al pasado y nos cierran al futuro.

Trabajamos las consecuencias que los daños tienen en las relaciones con uno mismo, con los demás y para el significado de la vida, aprender a aceptar nuestros sentimientos (rabia y deseo de venganza), los falsos beneficios que obtenemos de aferrarnos a la rabia, los verdaderos beneficios del perdón tanto desde la perspectiva espiritual como psicológica incluyendo el perdonarse a uno mismo.

Al equipo que acompañamos nos llamó gratamente la atención que resultó ser un taller que remueve interiormente a las personas, aun sin haber pretendido abordar grandes heridas vitales ni heridas muy recientes. También constatamos cómo el estilo de taller favorece la comunicación en un espacio de confidencialidad y confianza, generando una experiencia de grupal además de individual.

Sesión en Pamplona

Recogemos algunos ecos de las personas que participaron:

-De entrada, me han impactado las palabras “heridas abiertas” que siguen activas en mí y me han movilizado hacia un proceso de “purificación”.

– Aliviada porque lo terapeútico y lo espiritual pudieran sincronizarse unificándome.

– El taller me ha aportado tolerancia y mirada compasiva hacia los que me agreden, quizá desde sus heridas inconscientes.

– Me han dado el impulso para acompañar a otros e invitarlos a ascender desde sus infiernos.

– Me han invitado a retomar la música como bálsamo

– Estuve muy contenta con el grupo, me sentí muy unida a los que estábamos. Escuchamos nuestras situaciones. Me ayudó mucho.

– Pude ir sacando lo que llevaba dentro, pude hablar con confianza, desahogarme.

– Siento mucha alegría al terminar este taller, veo que se ha abierto la puerta a perdonar, sobre todo esas heridas que uno va arrastrando, y también perdonarme a mí.

– Se nos ha dado las herramientas y la posible solución.

– Me siento también muy agradecida, porque creo que estaba atascada, y ahora veo la posibilidad de seguir adelante, de crecer.

– Se nos ofreció un espacio cálido, fraternal, sanador. Un día de música, encuentro, sonrisas, lágrimas y sanación.

– Ha sido  muy enriquecedor y esclarecedor, así poder ahondar y  pillarme haciéndome trampas  en los entresijos personales de los resentimientos y rencores.

Para terminar, dejamos un testimonio más extenso que puede ayudar a ver la experiencia en su conjunto en la vivencia de una de las personas que participaron:

La verdad es que cuando Ignacio nos habló de este taller no buscaba nada concreto, no me veía como una persona con grandes heridas, o por lo menos no las identificaba como tales. De hecho, le comenté a Ignacio que no sabía muy bien si tenía el perfil necesario para participar en el taller. No sabía tampoco en qué consistía el taller, aunque intuía que habría una parte de “teoría” y otra parte de trabajo personal, más práctico. No es que sea Sherlock Holmes, pero si es algo que se denomina taller implica que es práctico, sino se llamaría curso, digo yo. Es el maravilloso poder de las palabras. Mis expectativas eran principalmente que fuese ameno y que me sirviese de una u otra manera para crecer como persona. Nada más.

Me gustó el dinamismo de las personas que impartieron y dinamizaron el taller y el hecho de que fuese una pareja compuesta por un jesuita y una mujer laica, porque esto ofrece puntos de vista diversos y acercamientos diferentes entre las personas dinamizadoras y las personas que asistimos al taller. También me pareció clave el trabajo en grupos, con personas que no conocía en absoluto de nada y el clima de sinceridad, incluso a veces a tumba abierta, que se dio por lo menos en mi grupo. Yo creo que eso no es casual y que tiene mucho que ver con el clima de confianza que se dio por parte de quienes dinamizaron desde un principio. De la misma manera las instalaciones del colegio creo que ayudaron muchísimo. Seguramente más de lo que en un principio pudiese pensar. Por otro lado, me sorprendió el sufrimiento que implican algunas de las heridas que conocí allí y la confianza que estas personas tuvieron para compartirlas. No estoy acostumbrado a ese nivel de confianza entre personas desconocidas en una sociedad donde se nos machaca con la idea de que para lograr tus objetivos a veces hay que ignorar al resto de personas o incluso pisarlas.

Me quedo con el proceso que se nos facilitó en el taller para revisar las propias heridas y para ponerlas en vía de sanación. Sin duda, en ese taller fui consciente de que todas las personas tenemos heridas, muchas de ellas sin curar. De la misma manera me gustó que este proceso de sanar las heridas estuviese unido al proceso de autoaceptación y al proceso de perdón. Creo que es algo muy necesario en nuestras sociedades y particularmente en la nuestra. Ese fue el mejor aprendizaje que me llevé y que espero poder ponerlo en práctica. Así mismo, poder practicar la escucha hacia otras personas es algo que me encantó.

Me gustaría también señalar algo que eché en falta, aunque entiendo que no era ese el objetivo, pero que sí creo que podría incluirse en una segunda parte de este tipo de taller, en otro momento, para las personas interesadas. Y es el hecho de vivir estas heridas, la sanación de las mismas, la autoaceptación y el perdón desde una perspectiva creyente. Seguramente sería otro tipo de taller, pero creo que podría ser un buen complemento, incluso necesario, para algunas personas.

Animaría a cualquier persona que quiera vivir su vida en verdad a que realizase el taller.

Gracias a la organización y a la comunidad jesuita por el taller, por ofrecer a esta sociedad herida una práctica de amor.

Daniel S. A.

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