Educar la mirada y ganar libertad

El grupo de reflexión en torno a Fratelli tutti de Pamplona se reunió por primera vez el pasado martes 26 de enero. Dadas las circunstancias sanitarias, se decidió que esta reunión fuera online. El tema de conversación fue el primer capítulo de la Encíclica: Las sombras de un mundo cerrado.

Comenzamos en actitud orante con la visualización de un emotivo vídeo que nos muestra a Derek Redmond, corredor británico de 400 metros, haciendo una buena salida en la ronda de semifinal de las olimpiadas de Barcelona 92. Hacía cuatro años, en Seúl 88, se había lesionado no pudiendo participar. Barcelona se había convertido en un reto personal. Ostentando el récord británico, sabía que optaba a obtener una medalla. Sin embargo, a mitad de carrera, su tendón de la corva de la pierna derecha se rompe. Derek se había prometido a sí mismo y a su padre que terminaría esa carrera. Con una evidente expresión de dolor y cojeando, retoma la carrera. Al poco aparece su padre que lo abraza y se une a él, que continúa caminando entre lágrimas de desesperación. El padre, aun sabiendo que infringe la normativa olímpica, no permite a los comisarios que detengan a su hijo.

¿Qué nos sugiere esta escena? ¿Qué pueden representar las diferentes personas implicadas en este vídeo en la sociedad?

¿Cuáles creemos que son las principales “sombras” que se ciernen sobre nuestro entorno más cercano?

Encontramos una primera sombra en la cultura del bienestar, que nos llena de ofertas que entretienen y anestesian. Creemos que es un problema generalizado la tendencia a no optar por elecciones que nos complican la vida pero que, sin embargo, deberíamos hacer. Muy relacionado con esta idea, vimos otra sombra en la tristeza, en la falta de una vitalidad ilusionada y con sentido.

En otro plano, nos preocupa el clima de crispación política creciente y el modo en que las personas e instituciones o empresas con poder marcan relaciones de verticalidad atentando directamente a la dignidad humana y perpetuando un sistema de clases donde muchas personas nos reconocemos en peldaños intermedios, sintiendo en cierta medida ese desprecio «desde arriba» y a la vez reconociendo a quienes están «por debajo», quienes se encuentran más a la sombra o incluso se convierten en los descartados de los que el Papa Francisco habla cuando denuncia la injusta cultura del descarte.

Entre estos, reconocíamos a las personas migrantes, las que se encuentran en situación de sin hogar, la mayores, con discapacidades o enfermedades písquicas y físicas, las de etnias minoritarias, las mujeres, las de sexualidad o género diverso, la infancia y la juventud —muchas veces tratadas como objeto de consumo y de pasiva presencial social y no como sujetos—, o profesiones entre las que se encuentran las que representan autoridad civil y por ello se convierten muchas veces en objeto de desprecio.

¿Reconocemos «nuestro sitio» en la sociedad? ¿Reconocemos más sombras o personas descartadas?

¿Existe en nosotros un verdadero sentimiento de fraternidad universal? ¿Cuál es nuestra actitud ante el emigrante y el que nos parece distinto?

Nos preguntamos hasta qué punto nos creemos de verdad eso de sentirnos hermanos de todas las personas o si, más bien, respondemos a reacciones de carácter caritativo (vertical), por lástima desencarnada. Necesitamos reconocer plenamente el valor de la vida y nuestra propia realidad. Queremos pasar del sentirnos hermanos y hermanas al serlo, llevarlo a la práctica (sin obviar nuestras limitaciones). Y en este camino, afrontar, como el padre de Dereck al enfrentarse a los comisarios, la incomprensión o rechazo por parte de algunos o, de algún modo, del propio sistema. Para lograrlo, necesitamos educar la mirada y ganar libertad y valentía.

El más excelso acto de amor que puedes realizar no es un acto de ser­vicio, sino un acto de contemplación, de visión. Cuando sirves a las perso­nas, lo que haces es ayudar, apoyar, consolar, aliviar su dolor… Cuando las ves en su belleza y bondad interiores, lo que haces es transformar y crear.

Anthony de Mello

En la encíclica se nos dice que “La sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos” (n.12). Esta frase nos sugería inmediatamente una reflexión acerca del uso que hacemos de los medios. Vemos cómo existe una tendencia generalizada a engancharse a la comunicación a través de redes sociales. Apelamos a Ignacio de Loyola que nos habla del «tanto cuanto». Nos preguntamos si el problema de fondo estará precisamente en esta idea, parece difícil encontrar fines en la vida hoy y, al perder la referencia de un fin, convertimos los medios en fines. De esta forma, en vez de utilizar los medios para el fin, nos enganchamos a unos «medios-fin», desencadenando crisis existenciales, sentimientos de vacío, falta de libertad.

¿Cuál es nuestra relación con las cosas? ¿Tenemos presente nuestro fin en la vida?

Una llamada a complicarnos

Sentimos la llamada a complicarnos la vida por el Reino, por la construcción de una fraterninad universal. Pedimos audacia para tener nuevas iniciativas, para atrevernos a hablar de este mensaje que va calando en nuestros corazones. A veces nos falta alegría y enamorarnos más auténticamente del proyecto de Jesús de Nazaret.

También nos comprometemos a poner en práctica la contemplación activa, con apertura de mente y con las personas de nuestro entorno.

En lo eclesial, queremos valor para avanzar, pues a veces parece que los procesos son demasiado lentos. En lo social, vemos un reto en descubrir y aprovechar la relación que intuimos ya hay entre la Encíclica —claramente enmarcada en los ejes de la construcción de un mundo sostenible—y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

¿Estamos dispuestos a complicarnos? ¿A qué nos comprometemos personal y colectivamente?

Ante las sombras de un mundo cerrado, creemos que el camino es la cercanía y la cultura del encuentro.

Nuestra próxima reunión será el martes 23 de febrero a las 19:30. Si tienes interés en participar, escribe a cloyola.pa@arrupeetxea.eus.

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