Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?

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Lc 3, 10-18

Imagen de Peggy_Marco (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer?»

Y Juan les contestaba: «El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene».

Se acercaron también para ser bautizados algunos de los que cobraban impuestos para Roma: «No cobréis más de lo que está ordenado».

También algunos soldados: «No quitéis nada a nadie con amenazas o falsas acusaciones. Y conformaos con vuestra paga».

La gente se encontraba en gran expectación y se preguntaba si tal vez Juan sería el Mesías.

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

La semana pasada recordamos que Juan Bautista plantea que Dios daba la última oportunidad a todos y ante ella, como respuesta, pedía una conversión para el perdón de los pecados. Muchas personas vivían condenadas de por vida por la profesión que llevaban, por alguna enfermedad que sufrían, por el desprestigio social que les acompañaba. Ese era tu pecado y por tanto tenías ganado tu castigo. Dios te rechazaba por tu comportamiento, enfermedad… Pues bien, Juan bautista anuncia que en nombre de Dios podemos hacer tabla rasa, Dios da una oportunidad. Era una noticia bomba.

Al grito del profeta “Dios da nueva oportunidad para todos” quienes se sientes “nadies” acuden a bautizarse. El signo de que tu pasado queda en el agua en que quedas sumergido, el bautismo, era una experiencia única. Sentirse personas nuevas. En la lectura de hoy hablamos de las consecuencias de esa experiencia, de qué debemos hacer. ¿Quiénes acuden al bautismo?: la gente, los publicanos, los soldados. Los que sienten que en esa sociedad son rechazados… también por su responsabilidad.

Juan ofrece diversas propuestas. A la gente en general: «El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene». A los Publicanos que cobraban impuestos para Roma: «No cobréis más de lo que está ordenado. A los soldados: No quitéis nada a nadie con amenazas o falsas acusaciones y conformaos con vuestra paga».

En definitiva, a cada cual, un nuevo modo de vida. Pero la parte acomodada religiosamente de la sociedad parece que no necesita cambiar en nada… No se acercan.

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo con Juan Bautista, como si presente me hallase, allí en las orillas del Jordán, cuando su propuesta está ganando personas a su causa… Me siento bien cercano a esa persona austera, auténtica y dura, pero que ha sentido que Dios da una oportunidad a todos y lo comunica con fuerza… Estoy a su lado cuando veo que se va congregando gente para escucharle y comenzar una nueva vida… Me siento cerca de alguien verdadero y pido vivir en verdad… Saboreo esa presencia… Me tomo mi tiempo.

Veo que llegan por grupos… Miro a la gente sencilla de los pueblos, culpabilizados por no poder cumplir las leyes vigentes, leyes que los garantes del sistema religioso cargan a sus hombros… Los observo, me lleno de compasión y escucho a Juan: «Compartid el vestido y la comida con quien está peor»… Saboreo sus palabras y la alegría de la gente: dos cosas sencillas y no pesados fardos de 645 mandatos… Gozo con la ayuda mutua que se desean dar…

Estoy también allí cuando se acercan personas que se han aprovechado de la gente sencilla porque tenían más poder, los que cobraban impuestos y los que mandaban arbitrariamente… Les escucho que quieren también cambiar de vida… Esto es una revolución… Aquí está sucediendo algo muy nuevo… Qué alegría… Juan les dice: «No robéis, no amenacéis, no os apoderéis de lo ajeno con falsas acusaciones»… Aquí llega un cambio moral… Saboreo y disfruto estas conversiones… Doy gracias de corazón… Llegan tiempos nuevos… Me tomo mi tiempo para saborear ese anuncio…

4. JESÚS Y YO.

Juan me mira también a mí entre la multitud… «¿También tú te apuntas a cambiar de vida?» Yo quiero decirle que sí… ¿Deseo convertirme?… La gente iba en pequeños grupos. ¿Yo con qué grupo me he apuntado a ir al Jordán? ¿Con mi grupo de fe, con el de mi parroquia, con mi cuadrilla, con mi familia?… ¿Cómo hemos logrado ponernos de acuerdo en este grupito con el que voy para cambiar de vida?… Veo que el querer cambiar de vida como grupo ayuda… Voy viendo quiénes andamos en esta onda de querer cambiar de estilo de vida… Agradezco estas compañeras-os…

De nuevo, junto a Juan y su verdad, me sitúo con una vida de mediocridad… Yo también participo en esa indiferencia hacia los demás, preocupado de mis intereses, de mi posición, de mi deseo de caer bien, de ansias de placer… Descubro que mi vida necesita unos hábitos más humanos, menos individualistas… Necesita deseos de justicia misericordiosa acompañados de hechos… Yo también necesito confesar… Esto es lo que hago humildemente ante Juan el Bautista…

Escucho a Juan que me dice: “Si tienes comida compártela con quien no la tiene, si tienes dos vestidos da uno al que no tiene ninguno”… Yo comienzo a hacer mi traducción y se la cuento: Si tengo ropa de sobra la doy a Cáritas en los contenedores. Si tengo comida no la desperdicio ni la tiro. Si tengo dinero, veo qué necesito para vivir y qué me sobra. Si tengo vehículo no estoy pensando comprarme el de una gama superior aunque pueda… Si tenemos vacunas es para que se vacune también en África… Me anima a hacerlo, porque Dios quiere darme una oportunidad a mi para convertirme de lo que me sobra… Gozo con vivir una vida sencilla… Me tomo mi tiempo…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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