Transfiguración

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Mt 17, 1-9

Imagen de Chieemsee2016 (Pixabay)

 

0. TEXTO

«Seis días después, Jesús tomó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Allí, en presencia de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su rostro brillaba como el sol y sus ropas se volvieron blancas como la luz. En esto vieron a Moisés y Elías conversando con él. Pedro dijo a Jesús:

– Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres chozas: Una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Mientras Pedro hablaba los envolvió una nube luminosa. Y de la nube salió una voz, que dijo: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido. Escuchadle.”

Al oír esto, los discípulos se inclinaron hasta el suelo llenos de miedo. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:

– Levantaos, no tengáis miedo.

Entonces alzaron los ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:

– No contéis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.»

1. SITUACIÓN                                                         

Pedro, Santiago y Juan. Los que más tiran de la comunidad y los que, después de lo de los panes, podían ser los que más tocados quedaron del fracaso de Jesús; son los que posiblemente más necesitan experimentar que lo de Jesús es verdadero, que lo de Jesús es lo de Dios.

Además, son aquellos que “no creen que habría que ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los senadores, sumos sacerdotes y escribas, sufrir la muerte y al tercer día resucitar”.

Contexto del evangelio de hoy. Tras el signo de los panes, Jesús plantea a la gente: “Vosotros me seguís porque habéis comido hasta hartaros, no porque habéis visto la señal”. Es decir, os interesa que os solucionen la vida pero no compartirla con los demás. Después de este diálogo donde les plantea los riesgos del seguimiento “muchos se echaron atrás y ya no seguían con él…” (Jn 6, 66-71). Es lo que los entendidos llaman la Crisis Galilea.

Ante esta situación ¿qué hace Jesús? De momento pone tierra por medio. Sale del país. Va hasta Cesarea (Mc 8, 27) pasando por Tiro y Sidón, es decir por tierra extranjera. Llega a un monte alto. Recordemos que para Mateo, Jesús es el nuevo Moisés. El Monte semejante a Sinaí, la nube como presencia de Dios, la voz parecida a Moisés cuando recibe las tablas de la ley, los personajes Moisés y Elías, representantes de la ley y los profetas, la plenitud del Antiguo Testamento, los dos que han “visto a Dios” en la cumbre del Sinaí. Se transfiguró.

Nos situamos en el momento en que Jesús les había dicho a Pedro y a los Doce que “el hijo del Hombre va a ser entregado…”. La transfiguración es la confirmación de que, a pesar de que vayan las cosas mal, Jesús es “mi hijo amado”, el Hijo amado del Abba: “ESCUCHADLE”, porque es de Dios. Esto lo experimentan Pedro, Santiago y Juan, los más cercanos o los más incrédulos. Para que se enteren de que El Reino de Dios, la fraternidad que comienza Jesús, pasa por el rechazo, el sufrimiento y la muerte.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo con Jesús en la cima del Tabor, con Pedro, Santiago y Juan que le acompañan… Jesús se levanta y avanza unos pocos pasos para rezar, según su costumbre… Los tres le piden vivir la vida en oración como Él, porque de su oración brota esa vida que contagia bondad y verdad… Yo me sitúo junto a ellos con el mismo deseo… pido de corazón vivir la vida a la escucha de ese Dios que siempre está comunicando, aunque tengamos que descifrar lo que nos quiere decir… Me tomo mi tiempo… Estoy cerca de Jesús cuando reza… saboreo el momento…

De repente sucede algo que les sobrecoge a los tres discípulos, algo donde se sienten inmersos… como si estuvieran envueltos en una nube, en una presencia pacificadora… Es algo así como un sueño real: “Jesús, junto con la Ley y los profetas, es decir, Moisés y Elías”, la plenitud para un judío del tiempo… Yo también me sitúo allí cerca… Saboreo la consolación, algo único e irrepetible… Estoy estando… Me tomo mi tiempo para ir haciendo mío este momento único…

Oyen como una voz de fondo: “Este es mi Hijo amado, escuchadle”… Los tres extasiados saben que están viviendo un regalo del cielo… Me cuentan que han oído: “Este es el Hijo amado, escuchadle… escuchadle aunque lo que le suceda no entendáis, aunque lo que le suceda parece no sea de Dios”… ¿Cómo me quedo?… Pido que esta experiencia, de ellos y mía, nunca se me olvide… La saboreo, a fin de asimilarla mejor, sin perder detalle…

4. JESÚS Y YO. ME  SITÚO EN EL HOY

Jesús ahora se fija en mí y me recuerda lo que les decía hacía un tiempo a Pedro y los doce: “El hijo del hombre tiene que ser reprobado por el sanedrín, sumos sacerdotes y doctores de la ley, sufrir la muerte y resucitar…” Yo recuerdo lo central de la experiencia de hoy: ESCUCHADLE… Pido ir asumiendo aquello que puede suceder, los rechazos y los reveses de la misión… Me tomo mi tiempo para asimilar y aprender que Dios habla en la adversidad…

En ese ambiente de verdad, aprovecho para contarle a Jesús mis sufrimientos por la fraternidad: “Mira Jesús, aquella persona en la que tantas esperanzas y tiempo había puesto y abandonó… Aquel proyecto tan comunitario, que se cargaron las autoridades del lugar… Aquella situación en que metí la pata y eché todo a perder”… Le pido descubrir su acción en los reveses de la vida… Entiendo las amarguras de la vida, ahí está Dios… Pido aprender…

Jesús me sigue recordando: “La felicidad le viene a la persona de vivir conectado al Dios de la Confianza, Abbá, en todas las cosas y por tanto, ser disponible de su persona y de sus cosas para la fraternidad”… Vivir conectado a Dios me permite ser capaz de sufrir por causa de la justicia, aprender a perder: perder trabajo, perder fama, perder la casa, perder los amigos, perder proyectos… Pido vivirlo así… Qué sentimientos me surgen…  

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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