Se me comunica

Lc 1, 28-36

Imagen de El Caminante en Pixabay

0. TEXTO (leed el texto completo)

A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José (…)

El ángel entró donde ella estaba, y le dijo:

– ¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo.

(…) gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Hijo del Dios altísimo (…)

– ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?

– (…) el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube (…) además la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible

– Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!

1. UN COMENTARIO DEL TEXTO

Los relatos de la infancia de Jesús, es lo último que se escribió de los evangelios. Y están muy elaborados. Los orientales relatan una gran verdad en forma de cuentos o mitos. En nuestro caso, nacimiento de una madre virgen, en una gruta, pastores adorando al niño, el anuncio por medio de una estrella, adoración de unos magos… Incluso intento de matar al niño… Son relatos comunes a las culturas del entorno.

Más, así como para el nacimiento de Juan el bautista, Lucas toma el modelo de Isaac, del Antiguo testamento, como el mayor nacido de mujer, para el relato de la concepción de Jesús, toma el modelo de Adán, nacido directamente del mismo Dios. No uno entre los grandes, como Juan, sino el único y que es el comienzo de una nueva humanidad. Ser hijo significa, heredar la manera de ser del padre, Jesús es hijo de Dios directamente, quiere decir tener por modelo a Dios.

No puede tener padre humano. Por eso dice que el Espíritu del Señor se posará sobre María, como una nube (es lo que conducía al Pueblo por el desierto). De ahí que lo que nacerá de ella será fruto del Espíritu Santo. Lo mismo que la misión que nace en Jesús es fruto del Espíritu en Lc 4,16 ss “el Espíritu de Dios sobre mí”. La presencia del Espíritu y la acción del Espíritu en María es espiritual y no biológica, como toda acción del Espíritu.

La escena es en una casa sencilla, en Nazaret, pueblo que no es ni nombrado en el Antiguo testamento, y una persona sencilla. Si la comparamos con el anuncio del nacimiento de Juan, el hijo de un sacerdote que oficia en el Templo, donde recibe la noticia. La intervención de Dios rompe con el pasado grande, cultual del templo y sale a la Galilea de los gentiles, a un lugar desconocido en la Biblia. Y María recibe una misión: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús (es decir salvador).¿Cómo será esto? La respuesta que recibe es un dato objetivo de realidad, la situación de Isabel, está de seis meses la que llamaban estéril, para Dios no hay nada imposible. Y así la respuesta de María es, “estoy disponible, hágase en mí según tu palabra”.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente: ver, oír, gustar…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Vamos a situarnos escuchando a María cuando, reunida con los apóstoles y con Lucas, les cuenta aquel momento clave en su vida. Todo sucedió en su casa de Nazaret: “Fue una tarde cualquiera, en un momento en que estaba sola en la casa, creo que tejiendo el hilo de lana que había conseguido cardar de las ovejas en primavera. De repente, sin previo aviso, noté que algo me estaba sucediendo, algo que no era tan normal, pero que fue bien real… Una presencia luminosa en mi vida, en forma de saludo: “Agraciada…El Señor es contigo”. Miro su cara, la verdad con la que lo cuenta… Me tomo mi tiempo y saboreo el momento.

Sigue contando: “recibí una propuesta “tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús, salvador del pueblo”. La verdad es que me cogió desprevenida… y me quedé sin saber qué hacer… Siquiera acerté a formular una pregunta: «¿y cómo será eso?…” Yo sigo la conversación embebido, sin perder palabra… Aprovecho para empaparme del momento, como si presente me hallase. Y pedir estar a la escucha de la sorpresa de Dios en mi vida…

María continúa: “me ayudó a responder la referencia de la nube mediante la cual Dios conducía al Pueblo en el antiguo testamento. Yo me sentía envuelta por el Espíritu… Así sentí que Dios quería estar presente en mi vida… Además con lo de mi prima Isabel, que estaba de seis meses, eso era como un milagro, me ayudó a entender que para Dios no hay nada imposible, que me seguiría sorprendiendo como hoy, que no me abandonaría… “ Saboreo el relato y voy haciendo mías sus palabras que me llenan de confianza… Me tomo mi tiempo.

4. JESÚS Y YO

Escucho a María contando el momento en que se siente agraciada, me dice: “Ese saludo también es para tí… Escúchale… No será cuando tú quieras, pero será…” Me tomo mi tiempo para saborear el ser agradecido, el saber que me puede suceder a mí… Agradezco mucho, que María me recuerde que Dios me trata así. Me dice: “para ti también tiene algo importante… A ver si puedes poner nombre a lo que escuchas en lo hondo de ti…” Pido vivir en actitud de escucha para descubrir qué es lo que más resuena en mi interior como llamada suya hoy… Me tomo mi tiempo…

Siguiendo en ese ambiente de confianza, me llegan mis miedos: “¿seré capaz de llevar adelante esto? ¿Como será?… ¿y si no acierto? ¿Y si a mitad lo dejo?” Y se los cuento a María. Me escucha, eso sí, qué manera de escuchar… Me siento escuchado como cuando de pequeño me sentía acogido por mi madre… Me dice: “recuerda que Jesús, antes de nacer en mi vientre, tuvo que nacer en mi corazón”. Yo también quiero escuchar con el corazón… Me tomo mi tiempo para saborear mis miedos, mis dudas, la confianza que hace surgir en mi María…

Pensando el deseo de Dios sobre mí, María me recuerda las veces que, en mi historia, han sucedido cosas incomprensibles para bien y eso me serena. Y me anima a que Dios entre en esta historia por mi medio: Que sea tus manos que acogen, porque Dios no tienes manos… Que sea tus ojos para mirar compasivamente, porque Dios no tiene ojos… Que sea tu corazón… pues tantos necesitan sentir que alguien les quiere… Tantos que necesitan esperanza porque se sienten un cero a la izquierda o están sin fuerzas para comenzar de nuevo. Tantos que nos dicen que recemos por ellos porque necesitan que les lleguen los ánimos desde algún lado… Me siento llamado a hacerlo realidad: deseo estar disponible del todo María… Me tomo mi tiempo.

5. Vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos; de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … Suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Y termino escribiendo lo vivido, para que me ayude a fijarlo en mi vida.

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