Mc 1, 21-28
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0. TEXTO (leed el texto completo)
En la sinagoga del pueblo, un hombre que tenía un espíritu impuro gritó: ¿Has venido a destruirnos? (…)
Jesús: ¡Cállate y sal de este hombre!
El espíritu impuro sacudió con violencia al hombre, y gritando con gran fuerza salió de él. Todos (…) ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva y con plena autoridad! ¡Hasta a los espíritus impuros da órdenes, y le obedecen! (…)
1. SITUACIÓN explicación breve del texto
Cuando Jesús comienza su vida pública, desde el comienzo, sorprende el cambio, la novedad que introduce en aquella manera de vivir la vida. Desde el comienzo llama la atención su autoridad, por su comprensión novedosa de lo religioso, haciendo referencia a su experiencia personal. Alguien que les habla de su Fuente de Vida, del Dios que le habita, al que Él llama Abbá, Alguien de plena confianza. Y “no como los maestros de la ley”, que se dedicaban a interpretar la Ley que había que cumplir. Y quien no la cumple queda fuera del Pueblo. Jesús les sitúa en relación con un Dios, Abbá, que les quiere hijos e hijas, miembros de la misma familia, y, por tanto, en un ambiente de confianza y de aceptación, no de obligación y exclusión.
Jesús asume esta realidad del Mal. Su actividad es la lucha para sanar todo aquello que daña a las personas y al pueblo. Lo que les destruye, les paraliza, les anquilosa, les empequeñece. Esas fuerzas que nos quieren habitar interiormente, que en tiempos pasados llamábamos pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza. Y se traducen exteriormente en apegos, falta de libertad, en deshumanizaciones, etc. Qué importante podernos librar de esos “demonios”… que nos encadenan interiormente y nos someten exteriormente.
La actividad de Jesús consistió en liberar a las personas de esas ataduras externas e internas. Esa es la actividad de exorcizar, de expulsar demonios, de ejercer su actividad sanadora que el evangelio llama signos, señales o milagros, indistintamente. Los exorcismos eran algo normal en aquel tiempo. Jesús lo hace con la marca de la casa: “Si yo expulso los demonios por la fuerza de Dios, es señal de que el Reino de Dios está cerca”. Jesús quiere sacar de las personas aquellos “demonios que les dominan y les deshumanizan”, como el consumismo, el afán desmedido de ganancias, la resignación permanente, el miedo, la sumisión servil a lo establecido, etc. y que vivan centrados en la auténtica Fuente de Vida, el Dios de la Vida.
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
SITUACION. Comienzo la contemplación situándome, como si presente me hallase, en la sinagoga de Cafarnaúm… Cerca de Jesús. Entrando con tantos otros a la sinagoga, en sábado… Allí estamos tranquilamente antes de comenzar la lectura… Hasta que nos sorprende una persona que estaba, hoy diríamos, con problemas de salud mental. Entra en la sinagoga y revoluciona el lugar con sus gritos. En la sinagoga la gente está entre nerviosa y acostumbrada, porque no es la primera vez que lo ha hecho. A los conocidos no atacaba, o como tenían más confianza, estos le quitaban importancia a lo que hacía. Pero si se ponía violento, se unían varios y lo paraban. Miro la escena y la hago mía y pido por tantas personas que tienen que atenderles en sus familias…
Estoy cerca de Jesús, un poco asustado. Esa mirada dura del enfermo mental, me da miedo… A Jesús le interpela con fuerza: “has venido a destruirnos”… Jesús se queda tranquilo, mirándole con paz y en un determinado momento apela al Mal que le habita y le impide ser él mismo: “cállate y sal de él”… Aprovecho el momento para agradecer el estar ahí, para ir aprendiendo a tratar a quienes sufren problemas mentales… la acogida y la firmeza… Me tomo mi tiempo…
Estoy en tensión, sin perder detalle de lo que sucede. Veo la reacción del mal: “sacudió con violencia al hombre y dando un grito salió de él”…. La persona convulsiona… Escucho a la gente interpretando que así sale de esa persona el mal que le habitaba… Estoy con Jesús aprendiendo el arte de enfrentar el mal… saboreando la fuerza de poner a las personas que están fuera de sí, en su ser, en sí… Pido tener la misma capacidad de sanar que Jesús y poder disfrutar de la vida de las personas por quienes nadie daba un duro… Me tomo mi tiempo…
4. JESÚS Y YO
Jesús se fija especialmente en mí, y me anima a que mire a la persona dañada, ahora más serena, después de la convulsión y el grito. El mal que le habitaba parece que hubiera salido de él. Y Jesús me comenta: “qué importante arrojar fuera de sí tantas historias que nos destruyen: la obsesión de la culpa, el consumismo, el odio, la pereza, la ansiedad, el estrés, el juego, los consumos.”… Se acerca a mi, me pone la mano en el hombro y me dice. “Que tú también tengas la capacidad de sanar, de tocar los corazones rotos de las personas heridas”… Acepto de corazón su regalo…
Jesús me sigue comentando: “quiero que te hagas presente donde las personas quedan atrapadas en las garras del desánimo, de la negatividad permanente, de los pensamientos y sentimientos de culpa… Quiero que estés cerca de tantos jóvenes atrapados en el paro o en la calle, que van perdiendo la esperanza, personas al límite de sus fuerzas”… Voy haciendo mías esas situaciones que Jesús me cuenta… Le pido tener la fuerza para afrontarlas con esperanza…
Sigo pidiéndole además: “me gustaría tener tu capacidad de relación, tu capacidad de amar en verdad para hacer frente a estas situaciones nuevas con las que me encuentro y a veces me sobrepasan… Te quiero seguir pidiendo vivir conectado a Tí, mi Fuente de Vida, para que tus sentimientos, sean mis sentimientos… y así los viva con las persona con quienes me encuentre”…
Jesús asiente “nunca te faltará mi presencia y mi cercanía”… Saboreo el momento…
5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.