Mc 1, 40-45

0. TEXTO (leed el texto completo)
Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo: Quiero. ¡Queda limpio! (…)
1. SITUACIÓN explicación breve del texto
La lepra era una enfermedad terrible, que desfiguraba los rostros y hacía desaparecer los dedos convirtiendo las manos en muñones. Estaban convencidos de que era muy contagiosa y mortal. Por eso quedaba recogido ya en el libro del Levítico, como ley de Dios, el deber de expulsar del pueblo a los leprosos (esto también en las tradiciones de los pueblos cercanos) para salvar al resto del pueblo. Y se le convertía en maldito de Dios, porque “algo habrá hecho, él o sus padres” Jn 9,2. Dios le castiga con esa enfermedad. Era la comprensión del tiempo. Su nombre quedaba escrito, en los libros del Templo, como impuro. En un pueblo religioso es lo peor que le puede suceder a una persona. Y la persona asumía que era culpable, internalizaba que ella tenía la culpa de su enfermedad y que Dios le rechazaba y también el pueblo.
Por eso, lo que llama la atención es que Jesús permita acercarse al leproso. Que se establezca un diálogo. Nadie del pueblo hubiera permitió que se acercase a esa distancia y menos hablar. Qué importante la acogida y la palabra, no dejarlo como alguien invisible. Más incluso, Jesús le toca, asume el riesgo del contagio. “Si quieres puedes limpiarme”. Quedar limpio significaba recobrar, de nuevo, la amistad con Dios, el máximo valor para una persona religiosa (como eran todos en aquella cultura) y al mismo tiempo, recobrar un lugar en el pueblo, porque ha quedado limpio, se le ha quitado el impedimento que le obligaba a vivir excluido.
Tanto el leproso como Jesús, se saltan la ley. La ley impedía al leproso acercarse a nadie. La ley impedía a nadie tocar a un leproso. Jesús lo que quiere es que esta persona se salve (en nombre de Dios), y no que esté excluida en su nombre. Tiene un comportamiento totalmente impensable en su tiempo. Podemos hacernos una idea de lo que significaba porque aquí conocimos el VIH, un poquito el ébola y el Covid 19. Lo que supone el trabajo de dignificar a los excluidos: enfermos contagiosos, enfermos mentales, inmigrantes (considerados, por bastantes, como apestados).
Jesús es práctico: vete al sacerdote para que te quite de la lista de los leprosos. Arregla los papeles… cosa bien importante hoy día: sin papeles eres “ilegal”. Pero aun, así y todo, a Jesús no le dejan entrar en los pueblos, porque ha tocado a un leproso y puede impurificar a ese pueblecito. Cuántas leyes injustas asumimos como normales (recordad la famosa capitán que desembarcó en Italia con inmigrantes rescatados en el Mediterráneo y la quisieron detener o a Elena Maleno que le hicieron un juicio en Marruecos, porque salvando vidas, le acusaron de tráfico de personas…).
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Entro en la contemplación situándome, como si presente me hallase, en una zona de montaña donde Jesús hacía oración… Allí está Él, cuando ve acercase a una de esas figurar sospechosas de ser enfermos de lepra… Yo no estoy lejos de Jesús… Veo cómo se inquieta un momento… y pacientemente le espera a que se acerque… Efectivamente, es una de aquellas personas malditas, según la ley… Lo primero que se nota es el olor, es una enfermedad que produce un olor nauseabundo… Miro a Jesús que no se inmuta por su presencia… Le pido a Jesús la capacidad de estar, de aprender a estar, sin escaparme, cuando me necesitan… me tomo mi tiempo…
Sigo en silencio. Es un encuentro secreto. Miro al leproso. El sabe que, por la ley, no se puede acercar a una persona normal, y Jesús sabe que, según la ley, no puede permitir la cercanía de un leproso. Acompaño ese momento de complicidad en el encuentro. La cercanía y la mirada de Jesús, la confianza que nace en el leproso que no se va sintiendo como un maldito… Contemplo la escena, en silencio… Presiento que aquello no va acabar en un rechazo más… y estoy presente en esa situación increíble… Pido aprender a no rechazar…
Allí presente, escucho la primera palabra: “si quieres puedes limpiarme”… sigue un momento de silencio… y Jesús: “quiero, queda limpio”… En ese silencio sagrado, descubro otro gesto de Jesús, le toca al leproso, de un modo suave y continuado… Miro a los ojos a aquel hombre. No se lo cree, nadie puede tocar a un leproso… siente como, con el tacto, entra en su vida la dignidad arrebatada… Contemplo la escena durante un tiempo largo… pido aprender el arte de acoger lo impensable… lo más inmundo, lo más abominable de aquella sociedad: Una persona enferma de lepra es acogida, es reconocida hija de Dios, no culpable, no maldita… me tomo mi tiempo…
4. JESÚS Y YO
Observo que le envía a arreglar los papeles: “vete al sacerdote y ofrece lo que dice la ley por tu purificación”… y luego se dirige a mí: “aprende a emplear la ley para salvar”… arreglar papeles salva… Me pongo con toda atención a interiorizar aquellos aspectos institucionales que son para bien de las personas… y en la confianza le pido a Jesús “por aquellos que hacen leyes para defender la vida de los vulnerables, por ejemplo, leyes de inmigración que ayuden a que la salida de su país de origen, el tránsito por los países intermedios y acogida en el país que le recibe, sean dignos de personas humanas… y así en otros aspectos… lo pido de corazón…
Sigo presente en la escena. Jesús se dirige a mí: “acompáñame”… Escucho cuando le dice a la persona con lepra: “mira, no se te ocurra decir nada a nadie”… y más “busco que las personas al ser sanadas descubran el cariño de Dios Abba y vivan conforme a la dignidad y al cariño recibido, y no aprovecharse de lo recibido para su propio interés”… Le pido aprender el arte de poner a tantas personas tiradas en relación con el cariño de Dios que les ama con ternura, para que descubran quiénes son: hijos. No lo que les consideran: despreciables… y vivan conforme al aprecio recibido… me tomo mi tiempo.
Al anochecer, cuando se acerca a un pueblecito para pasar la noche, el pueblo empieza a tirarle piedras y no le dejan entrar… Jesús: “se ha corrido la voz del tocar al leproso”… Esa noche dormimos al raso y me cuenta: “mira, esto es lo que os pasaba y os pasa a vosotros. Cuando el VIH, los barrios se organizaban para que no hubiese una casa de acogida en su entorno… o lo que sucede con los albergues que no los quieren en los lugares de las ciudades donde están sino en las afueras”… Me anima a que sepa acoger los rechazos y seguir adelante peleando por el bien, también de los que nos rechazan… y le pido que así pueda vivirlo…
5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.