Mt 16, 13-20
0. TEXTO
Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Simón Pedro le respondió: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. Entonces Jesús le dijo: Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
1. SITUACIÓN explicación breve del texto
¿Quién decís vosotros que soy yo? Una pregunta en un momento importante en el que Jesús está bastante afectado, porque mucha gente le había abandonado en su proyecto de fraternidad. Se toma su tiempo para ver qué hacer en el futuro. Camina hacia el nacedero del Jordán, muy lejos de Galilea, quizás para acercarse a las fuentes de su Vida para conectar con ellas y decidir cómo seguir.
Los apóstoles fueron forjando una imagen de Jesús a medida que estuvieron con Él y le siguieron en su trabajo por el Reino de Dios. En este momento, todavía sólo llegan a identificarle con uno de los antiguos profetas. Nosotros, en nuestro trato con Jesús, en nuestro seguimiento durante tantos años, ¿qué cambios van surgiendo en nuestra comprensión de Jesús? ¿Va pasando a ser Alguien vivo en mi Vida? ¿Mi Centro Vital? Y en conexión con Él, ¿voy tomando decisiones que dan vida a mi alrededor?
Sólo Pedro apunta hacia lo que es Jesús: “Tú eres el Mesías”. El que salva. Aunque la comprensión de salvación en Pedro y en Jesús era en ese momento bien diferente, el triunfante o el sufriente. Pero sin embargo Mateo aprovecha esta escena, para situar el papel de Pedro en el primer grupo de la Iglesia. Jesús le dice a Pedro que eso “no te lo ha revelado nadie de carne y hueso”, sino ha sido cosa de Dios y en respuesta, le da una autoridad. “Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra…” (semejante al mayordomo de palacio de David en el antiguo testamento), se concede a Pedro una autoridad neta en su misión: atar y desatar, en relación con el Reino.
Otros escritores del Nuevo Testamento dicen lo mismo: Pablo (Gal 1, 18) sube a Jerusalén a estar con Pedro: “estuve con él quince días”, por si corría en vano, Juan 21, 15-17 (apacienta mis corderos), y lo mismo Lucas en Hch 10 y 11: la palabra de Pedro es clave para aceptar a los paganos y abrirse a la universalidad. Para todos, Pedro tiene un lugar clave en la Iglesia.
2. Comenzamos la oración HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con texto del evangelio a contemplar hoy.
3. Vemos, escuchamos, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente, revivo la escena. VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Entro en el texto, que es para que lo viva, lo experimente yo hoy… lo hago uniéndome respetuosamente a la situación que están viviendo Jesús y los doce. Me sitúo en la pregunta de Jesús ¿qué dice la gente de mí? ¿y vosotros? Escucho la respuesta de los doce: unos que Juan el Bautista… Y la de Pedro: “Tú eres el Mesías” … me tomo mi tiempo… saboreo el reconocimiento de Jesús por parte de Pedro como Mesías Salvador, el Ungido de Dios… (algo que marcará el modo de ser y de organizarse la Iglesia en el futuro).
Me sitúo en la misma escena, cerca… por ver qué acontece… y el modo como lo recoge Mateo: Sigo contemplando la reacción de Jesús, oigo lo que les dice “Tú eres Pedro (su nombre era Simón, pero Jesús se lo cambia para la misión) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” Me fijo también cómo reaccionan los otros Once: reconociendo el carisma de la Unidad que Jesús le concede a Pedro en la comunidad… Tomo mi tiempo para asimilarlo…
Hago mías las palabras: “te daré las llaves del reino de los cielos, lo que ates…”, disfruto ese momento de constitución del grupo con autoridad… gozo descubriendo el carisma de la totalidad en la Iglesia… miro cómo se van situando el resto de los carismas en la comunidad. Hago memoria del carisma de Pedro en momentos claves; por ejemplo, su intervención en el Concilio de Jerusalén para conseguir una Iglesia cohesionada en un problema tan crucial como la apertura a otras culturas. Y disfruto… tantas otras veces que la figura de “Pedro”, los papas, en la Historia ha forjado la unidad de la Iglesia… y lo agradezco.
Recuerdo también, algunas discusiones que tuvieron entre los Doce, acerca de quién era el mayor… y sin embargo ahora asumen la autoridad como algo esencial de su grupo… porque una cosa es la autoridad y otro el modo de ejercerla… Me tomo mi tiempo para disfrutar de este modo de vivir la Iglesia… Recuerdo lo que les decía Jesús: el mayor es el que más sirve… Voy mirando con respeto a quien tiene la tarea de la unidad…
PIDO tener los mismos sentimientos de unidad Jesús en las situaciones de la vida de la Iglesia…. Acompaño esta situación en respetuoso silencio.
4. JESÚS Y YO.
Ahora noto que Jesús me mira como queriendo estar personalmente conmigo. Con Él, vivo un comento comunitario excepcional. Jesús después de preguntarles a los doce: quién soy yo, me pregunta también a mí…. Yo me paro y me tomo mi tiempo para ir sacando de lo que llevo dentro… me salen cosas como: Alguien que está permanentemente presente en mi vida, Alguien que está buscándome permanentemente como el pastor a la oveja perdida, Alguien que inspira mis decisiones en el día a día, Alguien que acompaña mis sufrimientos, Alguien que pide colaboradores para la fraternidad de la casa común, Alguien que entusiasma con su estilo y su manera de ser e iniciativas no violentas, Alguien con quien vivimos conectados a su Persona, como los sarmientos a la vid, Alguien que continuamente nos sorprende con su creatividad, alguien con una libertad interior que va muy por delante de mis decisiones más altruistas, una autenticidad que desconcierta… Me escucha con atención… y desea que vayamos conectados en sintonía, en comunicación permanente…
También aprovecha para preguntarme cuál es mi relación con la autoridad en la Iglesia. Le digo que me gustaría vivirla como S Ignacio, que dice: “creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas” Me tomo mi tiempo… Le cuento a Jesús mi deseo de vivir la Iglesia como sacramento de salvación, como Pueblo de Dios, como familia bien avenida que arregla sus problemas hablando y, en nuestro caso, en discernimiento comunitario… Me doy un rato para ver cómo me mira tras mi respuesta…
Me sigo desahogando, le digo a Jesús que no es fácil vivir la tensión entre las dos tendencias predominantes en la Iglesia, la tendencia más doctrinal, de formulaciones dogmáticas, de cumplir los contenidos de la fe, y por tanto distinguir los que cumplen y los que no cumplen sobre todo en material de moral sexual con su tendencia a excluir a quienes no las cumplen. Una Iglesia buque en medio del mar de la sociedad… me escucha y me completa… Y la tendencia más de vivir y vivir la vida con los pobres, una iglesia más con misericordia que con doctrina, una iglesia más de diálogo con la cultura, una Iglesia más de campaña… Jesús me pregunta: y tú, ¿dónde te mueves?… me tomo mi tiempo para contarle… Él me pregunta: ¿Amas a la Iglesia? ¿Te sientes de esta familia, con todas sus cosas buenas y sus fallos? Voy aprovechando para comenzar a alabar lo valioso: las últimas encíclicas y exhortaciones, la Laudato Si’, el Sínodo de la familia, el Sínodo de la Amazonía, la apuesta que la Iglesia ha hecho por los más vulnerables, … los nuevos obispos, … el haber plantado cara a los abusos, la reorganización de la Curia y las economías… Y tantas otras que son un signo del amor de Dios en esta sociedad… Las voy reconociendo y saboreando…
5. COLOQUIO. Resumen de lo vivido en la oración: un texto, una palabra, una imagen… lo que más me ha llegado, lo que parecía que iba para mí, le pido, le doy gracias…