Jn 20, 19-23
Imagen de pamula133 en Pixabay
0. TEXTO
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
1. SITUACIÓN explicación breve del texto
Pentecostés, en tiempos de Jesús, era una fiesta judía que recordaba la alianza del Sinaí y era celebrada 50 días después de la Pascua. Para los cristianos, Pentecostés es la celebración del nacimiento de la nueva comunidad de seguidores de Cristo. Es lo que cuentan los Hechos de los Apóstoles. Son 50 días de preparación para salir de la clandestinidad a la luz, 50 días que emplea el Resucitado para formar a sus testigos. Estos saldrán a la plaza pública, a contar lo de Jesús, el día de Pentecostés.
Es bueno saber que, para los primeros cristianos, la resurrección, glorificación, ascensión, pentecostés eran una misma realidad. Hoy vamos a fijarnos en la versión de Pentecostés en el evangelio de Juan. Todo sucede en la única aparición a todos los apóstoles. Estaban “en el cenáculo con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Cuando ya la situación no podía ser peor, sucede lo mejor. Experimentan la presencia del ejecutado, vivo… a eso llamamos apariciones. Jesús llega sorprendentemente, de improviso… increíblemente real, e inexplicablemente cierto. En medio de ellos, algo totalmente nuevo sucede. Lo que nunca había acontecido, Jesús sigue vivo, de un modo muy especial y le sienten Vivo, que vive en ellos.
Jesús aparece como una presencia perdonadora, que no lleva cuentas. Sin embargo, se podía haber presentado así: “vaya con vosotros, los que ibais a venir conmigo hasta la muerte…” Pero no, se presenta diciendo: “Paz a vosotros”… y lo tiene que repetir porque no se lo creen de la alegría…”Paz a vosotros”. Además, les da una misión, sólo una: “Recibid el Espíritu Santo, a los que perdonéis… perdonados… a perdonar«. Este texto está calcado del texto en que, el rey David, dio plena potestad sobre sus bienes al mayordomo de su palacio. Ahora Jesús, con la misma fórmula, les da a los discípulos plena potestad para perdonar.
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Comienzo esta contemplación haciéndome presente en el cenáculo, entre los 11, y con las mujeres que seguían a Jesús, entre ellas su madre… Miro sus caras, desencajadas… Un silencio que se corta… Paso un rato así, acompañando a los fracasados y los acobardados… Llenos de culpa por haber dado a Jesús la palabra de seguirle y haberle abandonando… Están todos juntos para protegerse… Me tomo mi tiempo para acompañar a los perseguidos y culpabilizados… y yo como ellos…
En esta situación, sucede lo nunca acontecido… Sienten, internamente, que se acerca Jesús a ellos… Les habla… Yo también lo experimento como ellos… Le descubren Vivo en sus Vidas, y yo en la mía… Sentimos una alegría indescriptible. VEO, miro la cara de admiración, desconcierto, incredulidad y de miedo de los Doce… ESCUCHO la palabra de Jesús: “Paz a vosotros…” El ambiente cambia radicalmente… ¿Estamos soñando? No se lo creen de la alegría… SABOREO el momento, tan consolador, que estoy viviendo con ellos… y agradezco de verdad. Me tomo mi tiempo…
Sigo escuchándole a Jesús sin perderme detalle… Veo cómo exhala su aliento sobre nosotros y nos dice: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”… Descubro una alegría inmensa, en los apóstoles, por la misión del perdón que recibimos del resucitado… La venganza ha sido definitivamente vencida, Jesús perdona en lugar de vengarse… Siento una alegría enorme… Voy pidiendo poder vivir esa capacidad de perdonar de Jesús…
4. JESÚS Y YO
ME SIENTO SANADO SIENTO QUE SOY PERDONADO Y ME PERDONO
Situado en este ambiente del cenáculo, con Jesús y sus discípulos, siento, noto cómo soy habitado por la Vida resucitada… Me doy cuenta de que voy conectando con lo más íntimo de mí y con Jesús… Él se dirige personalmente a mí y me dice: “Como el Padre me ha enviado, así también te envío yo. Recibe el Espíritu Santo… como tú has sido perdonado, sanado, haz tú lo mismo, vete a perdonar, a sanar”… Voy agradeciendo esa preciosa misión, ese regalo inmerecido…
A su vez yo le cuento: “quisiera perdonar al que me haya hecho daño, a mis ofensores, como Tú perdonas”… Le digo algún daño que me hayan causado… Lo que me ha afectado… Las consecuencias que ha tenido en mi vida… Voy recordando las palabras de Jesús: “paz a vosotros… paz a ti”… Deseo de corazón acercarme a darle la paz a esa persona que me ha hecho daño… Le pido que su fuerza de mirar de otro modo a esa persona, sea también la mía”… Me tomo mi tiempo
Me acerco también a tantas víctimas, como lo fue Jesús, para decirles: “Dios está trabajando para sanaros… para haceros fuertes, para que vuestra fuerza no sea la venganza sino como Jesús, vuestra verdadera fuerza sea el perdón…. Eso os humanizará… y también a vuestros victimarios”… Voy recordando a personas concretas, dañadas, que necesitan sanar de sus daños y me tomo mi tiempo…
Le sigo diciendo a Jesús: “quiero que tantas personas, culpabilizadas por el mal realizado, descubran y sientan que para ellas también hay un perdón: “paz a vosotros”… Conozco a algunas, me acerco a ellas y les digo, “para ti también hay perdón, para ti también hay sanación”… Me tomo mi tiempo
5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.