La salvación desde lo diminuto

Lc 2, 22-40

Holy Family – Harmensz van Rijn Rembrandt 1645

 

0. TEXTO

Cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según manda la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.

En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo, que adoraba a Dios y esperaba la restauración de Israel. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús entraban para cumplir con lo dispuesto por la ley, Simeón lo tomó en brazos, y alabó a Dios diciendo: “Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: ya puedes dejar que tu siervo muera en paz, porque he visto la salvación».

Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús: este niño pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Y una espada que te atraviese el alma.

También estaba allí una profetisa llamada Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

Es el momento de cumplir con las costumbres y ritos de iniciación de aquel pueblo, recogidas por ley; en concreto, con la purificación de la mujer tras dar a luz y la presentación en el Templo. Debían dejar a los primogénitos de cada familia para el servicio del Templo. Pero se le podía rescatar. Los padres de Jesús lo rescatan, con la ofrenda de los pobres, dos pichones. Hoy tenemos otros ritos: presentar el libro de familia en el juzgado, ponerse las vacunas, etc. y en nuestra tradición cristiana, bautizarse.

El encuentro con Simeón y Ana. Características de estas dos personas:

Por un lado, son mujer y hombre. Es curioso en el evangelio de Lucas la importancia que se le da a la mujer en relación con los escritos del tiempo.

Ambas personas son de mucha edad y que esperan la salvación. Son las que permanecen fieles a pesar de que pasa el tiempo y parece que nunca va a llegar lo que estaban esperando… son personas de fidelidad, de permanecer, de esperanza.

Tienen dos estilos distintos de vivir la fe: Simeón sigue al Espíritu de Dios, es una religión del buscador, y la de Ana una religión de la cumplidora, sirviendo todo el tiempo en el Templo, con ayunos y oraciones. Y sin embargo a los dos se les manifiesta Jesús.

Sus mensajes: Simeón, en línea profética, adelanta a María la señal de división que será Jesús en aquel pueblo y lo que eso le hará sufrir. Ana, en línea de anuncio, hablaba acerca del niño a toda la gente que esperaba la salvación.  Es bueno para ver que los estilos de vivir la fe no son exclusivos y por tanto excluyentes, sino complementarios.

El niño crecía en estatura, en edad y en gracia… Crecía, no quemaba etapas, va pasando por las diversas etapas y fases de la vida. De niño, con sus actividades bien definidas en la casa, clanes familiares: cuidado del ganado… con 12 años pasó de la niñez a la adultez (no hay adolescencia). Esto supone el aprendizaje del oficio paterno y prepararse para el matrimonio con 14 años si es mujer, o con16 años si es hombre. Jesús, durante este tiempo va intentando comprender con que ánimos se levantan cada mañana sus paisanos, qué les motiva a vivir… asimilando todas las costumbres y la cultura de su tiempo y por tanto también la experiencia de Dios de aquel momento.

2. Comenzamos la oración HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. Vemos, escuchamos, SABOREAMOS EL TEXTO. Me hago presente, revivo la escena. VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la escena, entro en ella, como si presente me hallase, me sitúo allí en el Templo de Jerusalén, aquella construcción impresionante a donde llegan una pareja de campesinos desde Galilea, desde un pueblecito sencillo a la gran capital… Me encuentro con ellos y parece que nos estuviéramos esperando. Vamos juntos a buscar el lugar para las purificaciones y el de la presentación de los primogénitos y dónde pagar el rescate… Están deslumbrados por la construcción y el bullicio de todo lo que allí se compra se vende, se intercambia… tantas cosas novedosas, tanto contraste con su tierra… Saboreo las novedades de la ciudad y las instituciones administrativas que ayudan a las personas a ocupar su lugar en el pueblo. Pido hacer mismo hoy con quienes llega nuevos a esta tierra y tienen que comenzar su vida de cero… Me tomo mi tiempo.

Sigo junto a la familia, María y José con Jesús. No tienen 18 años ninguno de los dos, pero es como si tuvieran 30, si lo comparamos con los jóvenes de hoy. Veo cómo son tratados… esta vez les ha tocado un buen funcionario… les acoge, les sitúa en lo que tienen que hacer… Agradezco que haya personas que ayuden a quien necesita. Me tomo mi tiempo… Les acompaño al lugar de la venta de las palomas para comprar dos pichones, la ofrenda de los pobres… apenas hablamos… yo observo todo con entusiasmo sin perderme detalle… para comprender mejor lo que a aquella sociedad le mueve, los valores que viven, lo que sueñan despiertos… y las guardo en mi corazón…

Una vez de termina con tantos trámites, les acompaño a recorrer el camino de vuelta. Cuando nos estamos acercando a escuchar lo que allí se cuece, aparece un Señor mayor, que mira a la pareja con una gran alegría: les pide tomar a su hijo en sus manos y levantándolo en alto reza así: “Ahora, Señor, tu promesa está cumplida… Porque he visto la salvación que has comenzado a realizar…”. Miro a los padres que se quedan sin poder dar crédito a lo que oyen y dan gracias a Dios de que su hijo sea una bendición… Y yo con ellos, y me tomo mi tiempo para hacer mía esta escena. Pido vivir en el espíritu de Dios, ser una persona espiritual y por eso justa, para poder descubrir la salvación en la sencillez de la vida diaria, la situación de familias, el trato de amigo… y me tomo un tiempo.

 4. JESÚS Y YO

Sigo acompañando a la familia y estoy sorprendido por ese encuentro con Simeón. Se nos acerca gente, porque al ver a Simeón, una  persona justa y conocida en Jerusalén, tomando en sus manos a Jesús y diciendo: “mis ojos han visto tu salvación…” presienten que algo importante está sucediendo… Miro a José y María… por un lado confortados… descubriendo las sorpresas para bien de la vida… algo totalmente inesperado… y saboreo esa situación… me tomo mi tiempo y pido de corazón aprender a ser agradecido con las buenas nuevas de la vida… y estar abierto a las sorpresas…

En torno a los tres y Simeón ha habido mucha gente arremolinada… veo que unos dan la enhorabuena a José y María, otros lo miran con sana envidia… y cuando se va yendo la gente, de nuevo Simeón toma la palabra y se dirige a María: “Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muchos se levanten. Será un signo de contradicción que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma”. Veo cómo José y María acogen las palabras proféticas duras de un hombre de Dios… intento interiorizarlas. Y mirando el modo como José y María acogen ese futuro duro e incierto, les pido que me enseñen a mí a acoger las dificultades que me van llegando en mi misión…  

Cuando Simeón sigue camino, aparece donde nosotros una mujer, muy mayor, que se presenta con el nombre de Ana. Nos cuenta que su vida trascurre en torno al Templo y nos llama la atención la vitalidad, su manera de vivir su fe y su constancia y permanencia en sus ayunos y oraciones. Es una mujer de una pieza. Se acerca al peque y comienza a dar gracias a Dios en voz alta y reúne en torno a ella personas que la conocen y les habla del pequeño. Les dice cómo Dios comienza su proceso por los niños, por lo pequeño, para hacer posible su salvación… le escucho admirado… También dice que por medio de este niño comenzará la salvación a este pueblo. Miro la alegría de las personas que le rodean y yo también me sumo a esta señal de esperanza de aquel pueblo y saboreo la escena. Pido que pueda vivir en esa actitud… y me tomo mi tiempo.

Aprovecho para pedirles a José y María que nos ayuden a mantener la esperanza en estos tiempos en que se ven más las tinieblas que la luz, porque a base de fijarnos en las dificultades, no encontramos luces ni esperanzas en la pandemia. Y provecho a comentar con ellos, pequeñas estrellas en la noche que me mantienen la esperanza: el trabajo de tantos educadores intentando que sus alumnos sigan con ganas de superarse, las madres y los padres que cada mañana levantan a sus hijos y haga sol o llueva, allí los acompañan a los centros educativos; tantas personas que no cede al chantaje de los que secuestran las democracias, tantas personas con ideas creativas e inversiones con la energía verde, con la del hidrógeno… y tantos y tantos más… los saboreo y los sitúo en manos de Dios y yo también me sitúo en esas buenas manos y le pido vivir hoy en esa confianza.

5. COLOQUIO

Con Jesús. Lo hago en forma de resumen de lo vivido en la oración. Le cuento lo que más me ha llegado, lo que parecía que iba para mí, un texto, una palabra, una imagen… Y le pido, le doy gracias…

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