La fuerza de la palabra

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Mt 13, 1-23

Imagen de roszie (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

«Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Les dijo:

– Un sembrador salió a sembrar (…) Otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: Unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta.  Los que tienen oídos, oigan. Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen (…) La semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden y dan una buena cosecha: Son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.”

1. SITUACIÓN 

Las parábolas eran la manera habitual de hablar de Jesús, de una persona de campo que comunica lo que quiere decir de un modo específico, accesible a cualquiera que le escuche. Además es la forma de comunicarse los orientales que, para hablar de las grandes preguntas de la existencia, se valen de cuentos sencillos y concretos más que de grandes discursos filosóficos, que pueden contarlos en tiempos de clandestinidad, de mucho control político y religioso. Las parábolas son un modo de hablar sugiriendo, no citan a nadie pero todo el mundo entiende a quién se refieren.

La parábola que hoy cuenta Jesús, narrada por Mateo, se refiere a la fuerza de la palabra, semilla que sale de la mano del sembrador y da un fruto exagerado: 30, 60, 100. Si se le pregunta a un agricultor cuántos granos da una espiga diría que 30 quizás, pero 60 o 100 imposible. La experiencia de la comunidad de Mateo es que la gente mira y no quiere ver; oye y no quiere escuchar. Así no acogen ni hacen suya la palabra de Jesús, y por tanto ésta no cuaja, no enraíza en sus vidas. Unas palabras caen entre piedras o entre abrojos y sólo algunas en tierra buena. Por eso dichosos los que quieren ver y oír.

La enseñanza de la parábola es mostrar el poder tan grande que tiene la palabra. Sembrada en el corazón de la humanidad da frutos de justicia, de fraternidad, de vida verdadera. El evangelio es la “fuerza de Dios sembrada en la historia” que es capaz de fructificar. Sus frutos son corazones nuevos, organizaciones sociales alternativas, creatividad renovada en tantos ámbitos de la vida… Un ejemplo de ello son los santos-as cuyas vidas se han dejado impregnar de la fuerza del evangelio.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me introduzco en el texto, uniéndome respetuosamente a la situación que está viviendo Jesús junto con los Doce, las mujeres… Veo que Jesús se sube a una barca a la orilla del lago para poder dirigirse con un poco de distancia a las gentes que le apachurran… para tratar de reavivar su esperanza… Busco mi espacio entre la gente, en medio de ellos, en primera fila… en la barca con Jesús… Me tomo mi tiempo para situarme… Veo a muchas personas a la orilla del lago deseando escuchar una novedad que abra una ventana de esperanza en sus vidas… Saboreo la escena…

Oigo a Jesús contar la parábola del sembrador, el tono de su voz… y sobre todo la convicción con la que lo hace, cómo le brota del corazón lo que dice… “Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: Unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta…» Me tomo mi tiempo para entender en profundidad su significado, lo que Jesús espera de quienes le acompañan… Me fijo en “la tierra buena”, en las personas que tiene delante… Y en las semillas de bondad que Jesús siembra en quienes le escuchan… Pido que calen en mí estos deseos de Jesús. Me tomo mi tiempo…

Observo actitudes. La de Jesús. Él confía en que la palabra eche raíces en el corazón de los que le escuchan, que acabe dando fruto… una confianza de verdad contagiosa… Saboreo el momento… Eso no quita que estén exentos de peligros externos: persecuciones, exclusiones sociales y religiosas… ni de falta de disposiciones internas: seducción de las riquezas, deseo de poder, falta de raíces, sin convicciones, sin un espacio en mi vida donde pueda calar la  autenticidad, la entrega… Escuchan con atención y yo con ellos… Me tomo mi tiempo para hacerlo mío.

4. JESÚS Y YO

Sigo en medio de esa multitud, cerca de Jesús… Noto que lo que va contando, lo que va deseando para quienes le escuchan, va deseándolo también para mí… lo noto porque se dirige a mí como diciéndome: “También tú estás llamado a dar fruto”… Percibo que su deseo va calando en mi espacio interior… Va haciéndose sitio en mi vida como algo inesperado y gratuito… Lo paladeo… Me tomo mi tiempo…

Repaso con Jesús mis ambientes, dónde veo que voy dando fruto o dónde noto que me llama a dar frutos de verdad y de misericordia. Mi familia, donde se va abriendo camino la compasión. Mis amigos, que no son sólo pasar el rato… Mi trabajo, que no es para ganar la vida sino para crear lo que DA vida… Con los que llegan desde donde no pueden vivir, los inmigrantes, con quienes pasamos de la indiferencia a la acogida…

Voy mirando con Jesús otros ambientes un poco más alejados, donde va creciendo el fruto de la fraternidad sembrado en el corazón del mundo: Conversiones personales, torrentes de solidaridad en proyectos sociales, desarrollo de finanzas éticas, innovaciones tecnológicas para luchar contra el hambre y el analfabetismo, ritmos de vida con espacios verdes… Aprendo a ver crecer el fruto de la fraternidad en esos ambientes…

5. COLOQUIO

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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