La Familia

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Lc 2, 41-52

Imagen de Falco (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

Los padres de Jesús iban cada año a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron todos allá, como era costumbre en esa fiesta. Pensando que Jesús iba entre la gente hicieron un día de camino; pero luego, regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.

Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Su madre le dijo:

– «Hijo mío, Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia».

Jesús les contestó:

– «¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no entendieron lo que les decía.

Jesús volvió con ellos a Nazaret, donde vivió bajo su autoridad. Su madre guardaba todo esto en el corazón. Y Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres.

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

Las familias en tiempo de Jesús eran clanes formados por abuelos, padres, tíos, primos, esclavos, etc. donde la máxima autoridad era el más anciano. Esto ha durado en el mundo Mediterráneo miles de años. Cuando un miembro varón se casaba, su esposa entraba a formar parte de la familia del varón. Recordemos que la ceremonia principal consistía en conducir a la novia desde su clan y su casa hasta la casa del novio.

La familia era también una unidad de producción y de consumo con distribución de tareas. Ahora bien, por encima de ser un espacio para ganarse la vida, lo central de la familia era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. El deber primero de todos era mantenerse limpio de toda sospecha. La vergüenza de un miembro, era la vergüenza de toda la familia. Además las relaciones económicas entre clanes eran inconcebibles al margen del honor y el prestigio familiar.

Por lo menos una vez al año las familias iban a Jerusalén. Era un viaje de tres días ida y tres vuelta, más el tiempo que estuviesen allí. Justo a los 12 años los niños comenzaban a ser considerados adultos. Empezaban a tomar sus propias decisiones y ser responsables de sus actos. Es en ese momento que Jesús toma su primera decisión:  «¿No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi padre?”. Es el primer atisbo de su vocación.

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Tras días de preparación, sale la caravana de Nazaret con las diversas familias del pueblo camino Jerusalén… Me sitúo en la escena como si presente me hallase… Prosigo camino con ellos. Van cantado como se acostumbraba cuando se hacían viajes… Yo estoy cerca de la sección infantil, la más divertida, correteando y jugando… Los hombres sosteniendo el ritmo de la caravana y el orden, las mujeres charlando amigablemente y preparando los alimentos… Miro las caras de contento… Huelo el aroma del campo y de lo familiar…

Llegan a la ciudad de Jerusalén. Impresionante… Yo les acompaño, veo las caras de admiración de los pequeños, boquiabiertos frente a la altura de las murallas, las miles de personas que llegan de tantos lugares y acampan en tiendas fuera de la ciudad… Les acompaño atravesando una de las puertas de entrada. Después por las callejuelas, tantos lugares de mercado… y el deslumbrante Templo, que se creía la presencia de Dios… Saboreo ese momento de entrar en la ciudad de Paz: “Jeru shalom”… Disfruto del momento…

Me sitúo con Jesús y sus amigos, a sus doce años, en el momento en que pasan de niños a hombres… Se acercan al Templo, al lugar donde enseñan los maestros de la Ley, con su vestidos largos y filacterias que les hacen parecer gente importante… Jesús se acerca a ellos y yo con Él… Le invitan: “Ven tú también a conocer la Palabra”… Saboreo la escena… En medio de los ilustrados de su tiempo…

4. JESÚS Y YO.

Los Maestros comentan las situaciones entre ellos. Yo me sitúo cerca de Jesús. Este, al escuchar la Palabra, se siente inspirado y pregunta: «El reino de Dios: ¿no tendrá que ver con el jefe del clan que lo cuida y cuida a todos sin distinción? ¿Cómo nos acompaña Dios? ¿Como la nube que no podemos atrapar y a veces se nos esfuma?… ¿Todas las leyes valen lo mismo? ¿Qué dice la Palabra de atender a los que tienen pocas fuerzas y se quedan en los bordes de los caminos?»… Disfruto con sus preguntas e inquietudes llenas de ingenuidad y de verdad… Me tomo mi tiempo.

Veo llegar a sus padres, José y María, que le encuentran en el Templo y se quedan admirados… Pero no se imaginaban así a Jesús… Se toman su tiempo para poder asumir lo que está pasando… Allí me encuentro yo. Jesús toma la palabra: “¿No sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre?”… Me doy cuenta de que es un modo de contar a los padres su vocación… Me acuerdo de la mía propia… Agradezco el poder planteárselo a la familia… Es un momento para recordar, lo saboreo…

Vuelvo con Jesús en la caravana… Es la ocasión de poder ir hablando de cosas importantes… Le cuento lo extraño que se me hace el vivir en familias amplias y le cuento la mía: mi madre, mi padre, mis hermanos… Y también los múltiples modelos de familias de hoy día, monoparentales, parejas formadas por gais o lesbianas… Los que han perdido a su familia y quedan en soledad… Los ancianos en las residencias, abandonados o atendidos por los suyos… En nuestro país, hay casi 5 millones de personas viviendo en soledad… Según me escucha, me recuerda, “No perdáis los vínculos de familiaridad entre vosotros. El Padre nos ha vinculado con su persona. Hacedlo así entre vosotros”… Pido fuerzas para reforzar y trabajar mi familia.

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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