Dios da una oportunidad a todos

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Lc 3, 1-6

Imagen de Sasint (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

En el año quince del gobierno del emperador Tiberio, Poncio Pilato era gobernador de Judea (…) Por aquel tiempo habló Dios en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, y Juan pasó por toda la región del río Jordán diciendo a la gente que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados. 

Esto sucedió como el profeta Isaías había escrito: “Se oye la voz de alguien que grita en el desierto ‘¡Preparad el camino del Señor; abridle un camino recto! Todo valle será rellenado, todo monte y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados y allanados los caminos escabrosos. Todo el mundo verá la salvación que Dios envía‘.

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

En un determinado momento de la historia “el año 15 del reinado de Tiberio”, Juan aparece en un lugar: “el desierto”, ese espacio inhóspito que no controla. Un espacio donde se vive al día, donde hay peligros, se asumen riesgos y donde se va sobre todo a ESCUCHAR qué resuena en nuestro interior, qué es lo que Dios desea de uno, qué hacer con su vida, y cómo hacerlo. En él se toma distancia de los lugares por los que se transita habitualmente.

Juan es una persona que descubre algo importante dentro de él y se lo quiere comunicar a los demás para que también lo vivan. Es la misión del profeta. Por eso, pasa a lo largo del Jordán anunciando el comienzo de algo nuevo para sus vidas. Propone: “Lo que estamos viviendo como sociedad no vale. Y lo que estamos viviendo personalmente tampoco. Tenemos la experiencia de haberlo hecho mal, incluso de que la vida se nos ha ido al traste. Hemos roto relaciones, hemos hecho daño a otros con profesiones que degradan. Esto pide un nuevo comienzo y necesita una experiencia de iniciación: la inmersión – el bautismo».

Un Bautismo para el perdón de los pecados. El per-don (etimológicamente: don-sin medida) es lo que da fuerzas para comenzar de nuevo la vida. Recibir otra oportunidad. Alguien nos quiere como somos a pesar de nuestro lado oscuro, de nuestros bajos fondos. De ahí surge una conversión, una vuelta radical de nuestra vida. Como dar vuelta a un calcetín, perdonados para perdonar. Porque como decía Desmond Tutú: «Sin perdón no hay futuro».

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en relación con Juan Bautista…, en sus búsquedas, como si presente me hallase, cuando inicia su andadura en el desierto. Camino con él hasta el lugar donde vive, a modo de pequeño cobertizo de protección… Me muestra su modo de vida y le descubro ligero de equipaje, con pocas provisiones. Frágil, necesitado… Abierto… Tiempo de prueba… Estoy atento a ese momento sin perder una palabra y saboreo la vida recia de quien quiere vivir en verdad…

En ese tiempo de conversación me narra lo que ha descubierto de fundamental para su vida y la de tantos… Me invita a que le acompañe para darlo a conocer recorriendo el Jordán, anunciando a los pueblos de sus orillas su descubrimiento. Le escucho: “Dios os da una oportunidad a todos. Para eso convertíos a Dios… Bautizaos… Dios perdona, os acoge como sois. Aunque vuestros pecados fueran tan rojos como el carmín, Él los dejaría de una blancura extrema, os daría otra oportunidad»… Gozo con la sinceridad de su propuesta… Me tomo mi tiempo para saborearla…

Me pongo en la piel de los que escuchan entre atónitos y sorprendidos… Les oigo comentar: “Alguien que viene a darme una oportunidad de comenzar de nuevo… ¿Será real?”… Me doy cuenta de que el sólo anuncio todavía no cambia la realidad, quizás en el futuro… Lo que la cambia es que asuma el mensaje y así transforme mi mirada sobre la realidad: Dios nos da a mi y a todos una oportunidad única… Me llena de esperanza: Cambiar yo para que cambien las cosas a mi alrededor… Saboreo y disfruto el anuncio…

4. JESÚS Y YO.

En un momento del camino por el Jordán, Juan es abordado por la gente acerca de su propuesta… Pongo toda mi atención a lo que comenta: “Preparad un camino al Señor, abridle un camino recto”…  Según le escucho me traslado a mi hoy. A la importancia de la rectitud, de la trasparencia… Pero existen espacios opacos: Los paraísos fiscales, las fábricas que investigan y fabrican armamentos… Del mismo modo, existen mis propios espacios opacos, secretos… Lo que no quiero que se sepa de mí… Pido tener, para nuestro hoy, un corazón con el que construya caminos rectos, en verdad… Me tomo mi tiempo…

Sigo escuchando con gusto a Juan: ”Todo valle será rellenado, todo monte y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados y allanados los escabrosos…” Recuerdo que hoy está probado que la desigualdad es fuente de infelicidad, tanto para los que defienden lo conseguido, como para los que buscan su pedazo para sobrevivir… Me detengo en el mensaje y pido fuerza para ponerlo en práctica…

Termino saboreando con Juan los deseos de salvación de Dios para todos… El shalom, la fraternidad, todos en Dios… Tomo tiempo para imaginar y saborear la salvación… No puedo menos que recordar los múltiples caminos que hoy prometen felicidad… Muchos en torno al hedonismo, al placer: Lo más cómodo, lo más fácil, lo que menos cuesta, lo que produce más placer inmediato… No me doy cuenta de que “Si podemos satisfacer todas nuestras necesidades en el mercado, no necesitamos otra salvación”… Saboreo que “No sólo de pan vive el hombre… Y que mi alma tiene sed de Ti, de la Fuente de la Vida”… Me tomo mi tiempo.

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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