De descartado a seguidor

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Mc 10, 46-52

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0. TEXTO (leer la parábola entera).

Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad, seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:

– «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»

Muchos le reprendían para que se callara. (…) Jesús se detuvo y dijo:

– «Llamadle»

El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:

– «¿Qué quieres que haga por ti?»

El ciego le contestó:

– «Maestro, quiero recobrar la vista».

Jesús le dijo:

– «Tu fe te ha sanado»

En aquel mismo instante el ciego recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.

1. SITUACIÓN, explicación breve del texto.

Situamos el texto en el evangelio, en concreto en continuidad con los capítulos 9 y 10, donde Jesús ha ido alejándose de las multitudes y centrándose en la formación de los Doce porque presiente que la cosa no va a acabar bien: los fariseos no han conectado con él, las autoridades religiosas le han sentido como un peligro y el pueblo, aunque le admira, le ha dejado. La formación de los Doce, tiene que ver con tres estructuras antropológicas claves del ser humano: el poder (quién es el mayor), la riqueza (el rico que se acerca a Jesús) y la sexualidad (la escena del matrimonio).

Esto es algo común a todos los seres humanos. Una comuna hippie del mundo de 1968 contaba en una entrevista cuáles eran los problemas que tenían para vivir en esa comunidad:

– Hombres y mujeres: ¿todxs con todxs?

– ¿Cómo tomamos las decisiones? ¿Quién manda?

– ¿Cómo repartimos los bienes de la caja común? ¿Cómo atendemos a las necesidades de todos puesto que son distintas?

Curiosamente, estos tres aspectos coinciden con lo que en cristiano llamamos votos de pobreza, castidad y obediencia, pero que son vividos también por todas las personas. Quien no esté libre de las ansias de posesión de dinero, de los deseos sexuales y de la ambición de responsabilidades-poder no tiene evangelizadas las dimensiones claves. De modo que cuando toque elegir entre Dios y el dinero, lo segundo será lo primero. Y lo mismo en los otros dos aspectos.

2. Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo con Jesús en Jericó, cerca de la puerta de salida de la ciudad, con mucha gente que sigue pensando en un futuro prometedor… Hemos caminado por esa preciosa ciudad, mil veces deseada, conquistada por su riqueza, por el agua, un oasis en una zona semidesértica… En ese lugar idílico hay un ciego que no ve… Qué contraste: sitio precioso y persona doliente… ¿Cómo me siento?

Escucho sorprendido que alguien comienza a gritar: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”… Jesús es llamado hijo de David, igual que Salomón, a quien se le atribuía el poder de curar… Estoy con los discípulos… La gente le manda callar… Era alguien que no tenía derecho ni a salir de donde estaba porque Dios le había castigado… ¿Cómo vivo esta situación de deseo de salir y de rechazo social?…

Noto que Jesús escucha sus gritos… como Yahveh en Egipto escuchaba los gritos de su pueblo… Se detiene y dice a la gente: “Llamadle…”. Esa misma gente, cuando Jesús se dirige a ella, cambia de actitud… Bartimeo, de un brinco, arroja, abandona el manto que era su fuente de sustento, donde le echaban las monedas que recogía…  Veo cómo los Doce caen en cuenta de que ha renunciado a vivir tirado… Saboreo la escena de una persona que quiere salir de donde está hundido… Me tomo mi tiempo…

4. JESÚS Y YO.

Jesús mira a su alrededor buscando complicidad con su actitud de acogida al tirado en la puerta de la ciudad… y topa con mi mirada. Me anima a acercarme a él. Allí estoy cuando llega el ciego por entremedio de la multitud que le hace paso. Ahí está junto a Jesús que le dice: «¿Qué quieres que haga por ti?»… Al ciego se le ilumina la cara: “Señor, que vea”… Me tomo mi tiempo para saborear este diálogo donde Bartimeo se juega seguir tirado en la vida o acertar con el camino que lleva a la Vida.

Me atrevo a comentar con Jesús que ojalá tuviese yo la fuerza del ciego para salir de las situaciones que me tienen como atado… Veo que es capaz incluso de abandonar el instrumento con el que se gana su vida. Es capaz de gritar cuando todos están en su contra… Le pido a Jesús valor para prescindir de tantas cosas que me impiden seguirle de verdad, abandonar mis deseos de ser importante, de poseer, de vivir para disfrutar, del qué dirán… para estar libre, para hacer fraternidad, empezando con los cercanos… Me tomo mi tiempo y se lo pido de corazón…

Sigo con Jesús y el ciego… que siente por primera vez que alguien ha creído en él, el siempre rechazado… Se encuentra con alguien que no le ha creído culpable de su situación, que ha confiado en él: “Tu fe te ha salvado”… Siento que el tirado, al que hacen responsable de su desgracia y de merecerla, comienza a ser, comienza a ver… Me identifico con él en la certeza de que Jesús me acepta incondicionalmente, que da la cara por mí, que me anima a seguirle de verdad… ¿Cómo me siento? Me tomo mi tiempo…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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