Lc 18, 1-8
0. TEXTO (leer los versículos enteros)
Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
– «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario». Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: «Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme».»
Y el Señor dijo:
– «Oíd lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Os aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
1. SITUACIÓN
¿Dónde alimentaba Jesús su motivación profunda de hacer posible la llegada de la fraternidad, del Reino de Dios?: En la conexión continua con su Dios-Abba. Él estaba siempre “en las cosas de su Padre” en todas las situaciones de su vida. Y algunas veces se iba a estar personalmente con Él. En el evangelio de Lucas muy frecuentemente se marchaba a orar.
¿Cuál es el sentido de esta parábola? ¿Tenemos que pedir y pedir a Dios con nuestras oraciones para que nos haga caso porque si no somos reiterativos, no nos concede lo pedido? ¿se trata de pedir incluso imposibles? Y ¿si no sucede lo que pedimos? Entonces qué, ¿nos ha fallado Dios?
O ¿se trata de confiar, sabiendo que Dios nos ama entrañablemente, que se hace cargo de nuestras situaciones y nuestras necesidades y nunca nos abandona? Recordemos a Jesús en la oración del Huerto: siguió confiando. Le salía la petición de salvar su vida, pero también “hágase tu voluntad”… Nos enseña a confiar en la peor de las situaciones, cuando está en riesgo inminente su vida. Ahí estaba en Jesús, aunque este no lo notase.
En el caso de la viuda, ella lo tenía todo en su contra. En aquella sociedad los pobres de solemnidad eran los huérfanos y las viudas. No tenía dinero para pagar al juez. No tenía prestigio para conseguir alguna influencia. No tenía poder para presionar para que le hiciera caso. Se encontraba totalmente indefensa. Pero aun así seguía confiando en que le haría caso. Y nosotros ¿hasta qué punto seguimos confiando en que Dios saldrá por algún lado cuando las situaciones se nos vuelven imposibles?
2. HACEMOS SILENCIO
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3. ME HAGO PRESENTE: VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Entro en el texto, me hago presente en la escena camino de Jerusalén… Lo hago uniéndome a la situación que están viviendo quienes siguen a Jesús, los Doce, las mujeres y otros discípulos… Les enseña: “Es preciso que oréis siempre sin desanimaros”… Detengo mis pensamientos y respiro, tomo conciencia de donde estoy y escucho a Jesús con toda atención… Me pongo a ello con todos mis sentidos… Me tomo mi tiempo…
Escucho el ejemplo que elige, la viuda, la indefensa, la totalmente desprotegida, y escucho a Jesús: “Si hasta un juez desalmado es capaz de escuchar a la viuda, ¿cómo no va a escuchar vuestro Padre cuando claméis desde la miseria, desde la angustia, desde la desesperación?”… Sus palabras me suscitan una confianza sin límites… Saboreo ese estar en Buenas Manos…
Entre sus seguidores hay una preocupación que cuentan a Jesús: “El que espera desespera, ¿hasta cuándo vamos a tener que esperar cuando estamos hundidos, sin fuerzas?”… Jesús les tranquiliza: “Dios responderá aunque se haga esperar, confiad aunque os haga esperar”… Me tomo mi tiempo para aprender a confiar en lo imposible… porque Dios siempre trabaja…
4. JESÚS Y YO. ME SITÚO EN EL HOY.
Jesús mira a sus seguidores-as y, en un momento en que su mirada se cruza con la mía, me dice: “Es preciso que confíes siempre… ora siempre sin desanimarte… aunque parezca que nada de lo que desees vaya a suceder, confía… estamos en buenas Manos”… Me acuerdo de la cruz… Dios no se hace presente bajándole a Jesús de la cruz… Dios se hace presente donde nadie esperaba: resucitando a Jesús… Le pido tener esa confianza sin límites… y confío…
Recuerdo algunas situaciones de dificultad que he pasado, alguna situación familiar, alguna situación de enfermedad, alguna situación de falta de empleo, de desánimo grande… las traigo a la memoria… ¿Con cuánta confianza las he vivido?… Escuchando este texto, ¿cómo releo lo vivido? ¿Qué aprendo para la siguiente vez?… Me tomo mi tiempo.
Aprovecho para seguirle trayendo a Jesús tantas situaciones que no entiendo, que siguen pasando: guerras, hambrunas… Le digo: “Me gustaría dar una salida a estas situaciones… me cuesta aguantar sin poder hacer nada… simplemente confiando”… Jesús me contesta: “Confía en Dios que está suscitando en numerosas personas la acción que dé salida a estas situaciones”… También yo, cuando me fio y escucho, me siento llamado a hacer cosas que nunca antes se me hubieran ocurrido para impulsar la fraternidad… Me pongo en sus manos aun sin entender…
5. COLOQUIO
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…
Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.