Jn 15, 9-17
0.- TEXTO.
«Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo.
Yo no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos.
Os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca».
1.- SITUACIÓN, explicación breve del texto.
Permanecer, méneim, significa estar, morar, habitar, vivir en el mismo Espíritu, vivir permanentemente conectado. Vivir permaneciendo en Jesús. Sabiendo que nada hay fuera de Dios, fuera de Él. San Pablo diría: “En Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Nada ni nadie está fuera de su amor. Ni tampoco del mío, si voy a una con Él. Es el deseo de Jesús al final de este discurso: “que todos sean uno, Padre, como Tú estás en mí y yo estoy en Ti. Que también ellos sean uno en nosotros”. Y leído en contexto de resurrección quiere decir que Él, Jesús, PERMANECE siempre con nosotros.
A vosotros “os llamo amigos, no siervos”. De su parte nos tiene como amigos. Permanentemente nos vamos a encontrar con su amistad. Es un paso de gigante que nos considere amigos, que nos dé confianza: “os he contado todo lo que el Padre me ha dado a conocer”. Otras experiencias religiosas son de miedo, de sumisión, de empequeñecimiento humano donde la persona casi desaparece para dejar sitio a Dios. Aquí la relación es de amistad. Una relación es capaz de despertar lo mejor de nosotros mismos. Allí donde Jesús-Dios aparece en la vida de una persona, esta crece en humanidad, en amor.
Seréis mis amigos si hacéis lo que os mando. ¿Cómo entenderlo? El problema está a nuestro lado, ¿vamos a responder a esa amistad recibida? Si quiero que sea así, esto os mando: “amaos los unos a los otros”. Entonces entramos en su misma onda, en su sintonía, nosotros decidimos hacernos sus amigos. El siempre permanece como nuestro amigo.
El amor ¿cómo comprenderlo? De este modo: “no hay amor más grande que ese de dar la vida por los amigos”. Y esto sitúa también el modo de comprender la libertad. Libertad ¿para qué? Un modo de comprenderla es tener libertad para decidir según mis intereses. Nuestro modo es tener libertad para decidir desde el amor hasta dar la vida por los amigos. Amor como ágape, que es el nombre que le pusieron a ese amor de pura gratuidad.
2.- Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.
Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).
3.- VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…
NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).
Comienzo esta contemplación haciéndome presente en el texto. Antes de ser escrito este texto ha sido vivido. Ahora yo entro en lo escrito para tratar de vivirlo. Entro con la imaginación… con todo respeto, me centro en el episodio de la Cena de Jesús con los Doce y quienes les acompañaban… Revivo esta escena en la presencia de Jesús resucitado… escucho a Jesús decir: “como el Padre me amó, así os he amado yo, permaneced en mi amor”… Miro a los Doce cómo acogen esas palabras… el sentirse amados por el Padre… Descubro cómo los discípulos se sienten trasportados allí donde brota “la Fuente de Vida” de Jesús… Aprendo con ellos a dejarme querer, a sentirme habitado… a agradecer la intimidad… Me tomo mi tiempo…
En ese espacio de intimidad, sigo escuchando lo que les cuenta Jesús: “Os llamo amigos, no siervos… no tengo secretos con vosotros, lo que me ha dado el Padre os lo he dado a conocer, os doy mi confianza”… Vemos esa familiaridad de Jesús con los Doce… Los Doce gozan con la amistad de Jesús… Él no es un líder que impone, sino un líder que comparte su comida, hace bolsa común y cuenta su experiencia a sus compañeros… Vemos cómo estos disfrutan… se sienten alguien, acogidos, dignos de confianza y llamados a vivir su ejemplo… ¿Cómo me siento? ¿Qué me sale pedir o desear?…
Jesús les sigue contando su secreto, vaciando su interior, confiando en los discípulos. Les dice: “Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos”… Jesús es alguien que primero vive y luego enseña lo que ha vivido… Es un amor a la vez entrañable y recio, dulce y firme, cariñoso y fuerte… Yo escucho con todo mi interés… y aprendo con ellos. Les veo intentando no perderse una palabra a pesar de la hora tardía… veo cómo las saborean y cómo viven esa experiencia de sentirse queridos personalmente… Me tomo mi tiempo…
4.- JESUS Y YO.
Jesús va posando su mirada sobre cada uno de los Doce. Y lo hace también sobre mí… quiere comunicarse conmigo, como lo ha hecho con los apóstoles. Solo que me dedica un tiempo que yo considero precioso… y le escucho. “Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Vive ese amor servicial con los tuyos, con tu comunidad, con los que te encuentres, incluso con tus enemigos, te va a dar alegría… y si no, haz la prueba”… Me tomo mi tiempo para recordar momentos en que he vivido no el servilismo, sino el amor servicial, momentos en que me ha salido del corazón amar servicialmente… ¿Cómo me siento recordando esta experiencia?… ¿Qué me sale pedirle?… ¿Qué me sale agradecerle?…
Sigo preguntándole para comprender mejor ese amor servicial. Me dice: “nadie tiene mayor amor que ese de dar la vida por sus amigos”… Dar la vida… Descubro que es un amor que me supera… Empiezo a hacer memoria de mi experiencia: por amor he dado tiempo gratis, a veces he querido el bien de los demás sin ningún interés de sacar algo a cambio… pero me doy cuenta que necesito vivir conectado a Él para ir más allá… jugarme tantas cosas como se jugó él, su nombre, su posición… su propia vida… para hacer sitio a “los sin sitio”. Así se lo pido… Me tomo mi tiempo.
Sigo con Él dándome cuenta de cómo me escucha. Le pregunto cosas que me inquietan, le digo que suelo oír: “ya no siento el amor que sentía por esa persona, la voy a dejar, sea amiga, pareja, familiar…” ¿El amor es un sentimiento? Él me recuerda: “el amor es una decisión: amaos los unos a los otros como yo os he amado”… Yo continuo: pero ¿si en vez de amor lo que tengo es un sentimiento de rencor hacia alguien?… Me recuerda: “vete pidiendo poder transformar los sentimientos de rabia, de rencor hacia esa persona… porque Dios hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos… le quiere a ella lo mismo que a ti. Intenta hacer tú lo mismo”. Traigo a la memoria lo de San Pablo: tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Y eso pido: ir viviendo según sus sentimientos…
5.- Y vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús.
Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.