Amaos los unos a los otros como yo os he amado

Jn 15, 9-17

Imagen de Gipfelsturm69 en Pixabay

0. TEXTO (leed el texto completo)

Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. (…)

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. (…)

Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. (…)

Os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca.

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

Permanecer, méneim, significa estar, morar, habitar, permanecer, vivir en el mismo Espíritu, vivir permanentemente conectado. Vivir permaneciendo en Jesús. Sabiendo que nada hay fuera de Dios. S. Pablo dirá: “En Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Nada ni nadie está fuera de su amor. Ni tampoco del mío, si voy a una con Él. Es el deseo de Jesús al final de este discurso: “que todos sean uno Padre, como Tú estás en mí y yo estoy en Ti. Que también ellos sean uno en nosotros”. Y leído en contexto de resurrección quiere decir que Él, Jesús, PERMANECE siempre con nosotros.

A vosotros “os llamo amigos, no siervos”. De su parte nos tiene como amigos. Permanentemente nos vamos a encontrar con su amistad. Es un paso de gigante que nos considere amigos, que nos de confianza: “os he contado todo lo que el Padre me ha dado a conocer”. Otras experiencias religiosas son de miedo, de sumisión, de empequeñecimiento humano donde la persona casi desaparece para dejar sitio a Dios. Aquí la relación es de amistad. Una relación que es capaz de despertar lo mejor de nosotros mismos. Allí donde Jesús-Dios aparece en la vida de una persona, esta crece en humanidad, en amor.

Amor y libertad. “Seréis mis amigos si hacéis lo que os mando”. ¿No coarta la libertad? La libertad no es algo en abstracto, está encarnada. ¿la vivo desde mis intereses ó la vivo desde las experiencias que me dan vida? Desde aquí se entiende lo de Jesús. Si la experiencia clave de mi vida es sentirme amado por Dios, desde ahí decido llevar adelante, libremente, “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Decido desde esa sintonía, desde esa onda, con plena libertad. Y así me mantengo unido a Él y a tantas personas. Permanecemos en Él, en su Amor, ágape, que es el nombre que le pusieron a ese amor de pura gratuidad.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Comienzo esta contemplación haciéndome presente en el texto. Tras la experiencia de Jesús resucitado, los Doce y quienes les acompañaban, se siguen reuniendo en las casas y recordando muchas escenas de lo vivido. Pedro les cuenta, “cuando Jesús nos dijo: como el Padre me amó, así os he amado yo, permaneced en mi amor… y nos miró, nos sentimos trasportados allí donde brotaba “su Fuente de Vida, su Abbá”… Allí me quedo disfrutando, con sus discípulos más cercanos, del dejarme querer, del sentirme habitado por el que permanece en mí… Me tomo mi tiempo…

En ese espacio de intimidad, sigo escuchando ahora a Juan: “os acordáis cuando nos dijo: Os llamo amigos, no siervos… no tengo secretos con vosotros, lo que me ha dado el Padre os lo he dado a conocer … os doy mi confianza”… Se hace un silencio largo para ir asimilando lo contado… “os acordáis como Jesús era el amigo de cuya amistad gozábamos, era un líder que compartía su comida, hacía bolsa común y nos contaba su experiencia… fue un ejemplo”… Los Doce y las mujeres, se toman su tiempo para asimilar tanto cariño y yo también…

María toma la palabra: “os acordáis cuando nos contaba su secreto, vaciando su interior, confiando en nosotros y nos decía: Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande, que el que a uno, le lleva a dar la vida por sus amigos”… Y eso fue lo que hizo… Su amor era a la vez entrañable y recio, dulce y firme, cariñoso y fuerte… Aprendo con ellos el arte de saborear la vida y los recuerdos que nos deja…

4. JESÚS Y YO

Seguimos reviviendo que lo mismo que entonces Jesús hizo con su grupo, hoy sigue haciendo conmigo. Sigue posando su mirada también sobre mí… me dedica un tiempo que yo considero precioso… y le escucho: “quiero que descubras y sientas que como el Padre me amó, así te amo yo, permanece en mi amor…“ Recuerdo tanto recibido gratuitamente, tantos textos del evangelio que han caído por casualidad en mis manos y me han configurado, también tantas personas que han sido gratuitas conmigo… Empezando por mis padres… Me tomo mi tiempo para ello…

Sigo preguntándole para comprender mejor qué es ese amor servicial. Y me dice: “nadie tiene mayor amor que ese de dar la vida por sus amigos”… Dar la vida… Descubro que es un amor que me supera… Empiezo a hacer memoria de mi experiencia: por amor he dado tiempo gratis, me he dado cuenta de que, a veces, he querido el bien de los demás sin ningún interés de sacar algo a cambio… Pero me doy cuenta de que mi recorrido es todavía pequeño, que dar la vida a lo Jesús es como jugar en otra liga y pido deseos de seguir progresando en esa entrega incondicional.

Sigo con Jesús preguntándole cosas que me inquietan: le digo que suelo oír: “ya no siento el amor que sentía por esa persona, la voy a dejar, (sea amiga, pareja, familiar…)” Y me recuerda: “el amor no es principalmente un sentimiento, sino una decisión, por eso amaos los unos a los otros como yo os he amado”… Es importante ser fiel aunque no se sienta… Recuerdo su fidelidad hasta dar la vida, cuando incluso en la cruz rezó el Salmo “Dios mío, por qué me has abandonado… pero sigo poniendo en mí tu esperanza”… Pido vivir así el amor, permaneciendo en Él, así es posible…

5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos… Termino escribiendo lo vivido, para que ayude a fijarlo en mi vida.

keyboard_arrow_up