Para acertar en la vida

Mt 22, 34-40

Imagen de Bessi en Pixabay

0. TEXTO

Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos.  Uno de aquellos, maestro de la ley, para tenderle una trampa le preguntó:

Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?

Jesús le dijo:

«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.» Este es el más importante y el primero de los mandamientos.  Y el segundo es parecido a este: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.

 

1. SITUACIÓN explicación breve del texto

La escena se sigue desarrollando en el Templo de Jerusalén. Una vez que los saduceos no pueden callar (ridiculizar?) a Jesús, toman el relevo los fariseos, expertos en el cumplimiento de la ley.  La Ley constaba de 645 preceptos. Pero ya desde tiempos atrás pensaban  jerarquizarlos en función de lo más importante. Algún maestro de la Ley Hillel reduciéndolo a uno decía: “no hagas al otro lo que no quieras que él te haga”. Esta es la regla de oro, la cual está presente también en el Islam, budismo, jainismo, etc. y en muy diversas filosofías.

Ahora, le plantean cuál es el mandamiento más importante de la ley. Por una parte, Lev 19,18 planteaba la regla de oro de una manera positiva en relación con los demás: “amarás al prójimo como a ti mismo”. Y por otra parte en relación con Dios, Dt 6,5 decía “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Jesús relaciona ambas. Algo que hasta entonces nadie había hecho. El primero es amarás a Dios… y el segundo es semejante: amarás al prójimo como a ti mismo.

Esta es la originalidad de Jesús, estas dos leyes claves que se recogían separadas, Dios por un lado y el prójimo por otro, las articula de un modo inseparable. Es verdad que también los profetas hablan del conocimiento de Dios que consiste en practicar la justicia con el prójimo. Es la experiencia del profeta que en su vida particular junta ambas. Pero Jesús lo hace no a nivel particular sino como formulación de la Ley. La Ley es lo que estructura la vida de cada persona y la de la sociedad. Pues bien, Jesús coloca en el centro de la ley el amor, a Dios y al prójimo como a uno mismo. Esa estela del amor a Dios en el prójimo nos llega hoy de la mano de la encíclica Fratelli Tutti.

2. HACEMOS SILENCIO

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE: VER, OÍR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la escena, entro en ella, como si presente me hallase. Estoy junto a Jesús y los Doce, para sentirnos cuerpo, arropados en un momento en que se estrecha el cerco de preguntas claves a Jesús. Oigo una pregunta fundamental: ¿Cuál es el mandamiento primero de la Ley?… Se hace un silencio profundo… Y Jesús comienza a hablar: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Este es el más importante y el primero de los mandamientos”. Siento una alegría grande al escuchar a Jesús pronunciar con tanto convencimiento esas palabras que le salen del fondo del corazón… Respiro y las hago mías…

Pero toma rápidamente de nuevo la palabra: “Y el segundo es semejante a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’”… yo no salgo de mi asombro. Miro a los que le hicieron la pregunta, y espero sus reacciones porque no estaban acostumbrados a relacionar ambos… Disfruto de la capacidad que tiene Jesús de integrar lo divino y lo humano y le pido tener sus mismos sentimientos… Me tomo tiempo para saborear el momento… Y repito internamente sus palabras a fin de hacerlas mías: amarás al Señor… y al prójimo… y a ti…

Respiro la atmósfera de asentimiento por parte de la gente sencilla que le rodea, aun sin entender muy bien las consecuencias de esa estrecha relación de lo humano y lo divino… Un Dios que ama… cuando creían que Dios era el que exige, el que está para medir sus malas obras y excluir de su amor a los que no cumplen las exigencias múltiples de la ley… Y saboreo el mandamiento nuevo… la reformulación original de la Ley… Me tomo mi tiempo…

4. JESÚS Y YO

Jesús me mira también a mí como queriendo estar personalmente conmigo. Es una mirada firme y acogedora…  Le pido sintonizar con esa manera de sentir la vida… amar a Dios y el amor a los demás como a uno mismo… Le saco gusto a ese amor, que es hasta el extremo…  y me tomo mi tiempo para hacerlo mío… Me va recordando aquello de “no amarías a Dios con todo el corazón si Él no te hubiera amado con todo su corazón, con toda su alma y toda su mente…” y me dispongo para interiorizar ese amor regalado…

Con Jesús, me doy cuenta de que nada queda fuera del amor de Dios, todo está unido, vinculado a Él, “en Él vivimos nos movemos y existimos”… Y lo mismo nosotros, soy en Dios… y cuanto más unido esté a Él (como la vid y los sarmientos), tanta mayor sensibilidad experimento con las personas, hasta el punto de sentirlas hermanas… Me tomo tiempo para desear vivirlo así….

Estoy con Jesús y le hablo de mi deseo de vivir mis relaciones desde su entrega gratuita, desde sentirme querido… y las repaso: relaciones con mi familia, hijos, padres, comunidad, vecinos, compañeros-as de trabajo… Me dice: ”ahí no acaba el prójimo, no acaba en la familia, en las relaciones…” Para ello Jesús me acerca a la realidad que describe la encíclica Fratelli Tutti:  “a partir del amor social, es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podemos sentirnos convocados”… Pido que el amor lo viva para hacer posible en esta historia la inclusión y la sostenibilidad… Lo voy meditando.

5. Terminamos la oración con un COLOQUIO con Jesús

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado…, lo que parecía que iba para mí… aquello con lo que más me he identificado… un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… o le doy gracias… con un gesto de reverencia, juntar las manos, de agradecimiento, abriendo mis manos o de reconocimiento: señal de la cruz… y voy de nuevo volviendo a este lugar … suelto los pies, abro mis manos… abro los ojos…

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