Espacio de silencio

Un momento para contemplar desde el corazón, aquietar la actividad periférica y poder observar nuestra esencia. Se trata de aprender a estar presentes y despiertos. Orar, contemplar y armonizar en sintonía con la espiritualidad ignaciana.

Trabajamos la postura corporal que permite la quietud, y desde ahí, contemplamos lo que se mueve, lo que nos mueve.

Practicamos la respiración para silenciar nuestro interior. Buscamos el vacío que todo lo contiene y, desde ahí, nos llenamos de algo nuevo. Orar, sin decir nada. Durante una hora compartimos nuestra esencia, buscamos a Dios en el interior de cada uno y cada una, permaneciendo en actitud atenta a todo lo que sentimos en ese Templo Interior.